Carlos Javier Rojas, que se hizo famoso tras ser detenido en octubre de 2009 por la Guardia Civil, por crear una secta satánica que esclavizaba a sus víctimas para estafarlas, tenía que haber sido juzgado por este asunto en febrero del pasado año. No compareció, y la Sección Cuarta de la Audiencia decretó su busca y captura. Tras ser localizado en Argentina, ha sido ya extraditado, y enviado a prisión. Así que previsiblemente esta vez no podrá eludir la acción de la Justicia.
El fiscal solicita para él cuatro años de prisión . Le considera autor de una agresión sexual perpetrada contra una cliente del concesionario de coches radicados en San Fernando que Rojas Luna gestionaba, Autos Desi.
La víctima se dirigió al negocio para adquirir un vehículo, en concreto, un Volkswagen Passat. Y no sólo fue estafada, sino que además fue forzada en varias ocasiones.
El Hijo de Satán comenzó a acosarla y amenazarla supuestamente con no devolverle los 20.000 euros que había entregado para el coche si no se acostaba con él. Y la citaba una y otra vez en el concesionario en horas no comerciales. Y la mujer acudió, para intentar que le diera, o bien el dinero o la llave del vehículo, viéndose sometida a un acoso sin cuartel hasta llegar a ser agredida.
No es ésta la única cita pendiente que tiene con la Justicia. En enero, estando aún en busca y captura, un Juzgado le condenó por estafar al Cádiz Club de Fútbol, cuyos jugadores llegaron a lucir en las calzonas la publicidad del concesionario isleño sin abonar él al equipo la cantidad acordada.
Y aún está sin concluir la causa fuerte, la de la Operación Creador, en la que la Guardia Civil desmanteló la secta satánica que se habilitó en un chalé de Chiclana, en la calle Buitre de la urbanización de Las Rapaces, cerca de Los Gallos.
Allí él y su pareja, una mujer paraguaya llamada Marisa, según pudo determinar la Guardia Civil, esclavizaban a adeptos a una supuesta secta satánica con ingredientes de chirigota, a los que habían despojado de todos sus bienes tras someterlos a todo tipo de vejaciones.
Una de las supuestas víctimas, una sevillana afincada en Chiclana, a la que habían tenido un tiempo esclavizada, trabajando para ellos en la casa, con la amenaza de que si no, Satán iba a matarla después de acabar con toda su familia, acabó interponiendo la denuncia que destapó la lucrativa y esotérica estafa urdida.
Porque en una habitación pintada entera de negro con una suerte de altar, Carlos Javier y la paraguaya hacían los ritos, por los que sacaban a sus víctimas más de 3.000 euros. Desangraban hasta la muerte a animales clavándoles una daga. Pollos, gallinas y hasta un cabrito, cuyos cadáveres enterraban luego en el jardín de la casa. Para las ceremonias, Carlos Javier, encima de una túnica, se ponía una capa imitando a la de Drácula, un sombrero negro y un bastón con siete calaveras talladas. Y Marisa, un body porno. Y llegaban los baños. Aunque las víctimas lo negaron, los investigadores creían que había después también exigencias sexuales, no descartándose que fueran empleadas drogas para doblegar la voluntad de los asistentes a los ritos.
Por este asunto fue encarcelado, logrando salir de prisión en agosto de 2010 tras abonar una fianza de 4.000 euros. Y ahí comenzó su carrera meteórica de carne de plató, embolsándose ingentes cantidades de dinero vendiendo en programas de televisión que Humberto Janeiro, el padre de Jesulín de Ubrique, le contrató para que rompiera el matrimonio de su hijo con María José Campanario. Y, ¿cómo lo hizo?. Pues fiel a su estilo soez y escatológico: utilizando un calzoncillos y unas bragas usadas de ambos.
E incluso llegó a decir que el patriarca también recurrió a sus servicios para que le hiciera un maleficio a la ex de su hijo, Belén Esteban, para «coserle la boca».