Milenio (México), Roberto Blancarte, 7.01.2014

Los Legionarios de Cristo iniciarán una reunión de sus principales dirigentes o “Capítulo General Extraordinario” mañana en Roma. Intentarán llevar adelante un proceso de renovación de la congregación religiosa, mediante una restructuración de su organización. Sin embargo, tendrán que hacer algo más que repudiar su pasado y alejarse del estigma de los crímenes perpetrados por Marcial Maciel. Porque nada sería más fácil que pretender que todo el problema de la Legión se circunscribe a su fundador. Hay mucho más que está metido en los cimientos de la estructura de la congregación. Es como una de esas filtraciones de humedad que corroe la fundación misma del edificio construido, por lo que quizás lo único que hay que hacer es demolerlo, en lugar de pretender que se puede salvar con algunas reparaciones.

Hace dos o tres años conocí a Nelly Ramírez Mota Velasco, quien después de haberle entregado 12 años de su vida al Movimiento Regnum Christi como consagrada, después de atravesar por todos los procesos de negación y sometimiento de la voluntad, se retiró de la congregación y junto con otros miembros o ex miembros de la misma (que luego se echaron para atrás), escribió un texto donde muestra que la Legión de Cristo tiene en su estructura misma y desde sus orígenes los elementos nocivos que hicieron posibles todas las atrocidades de Marcial Maciel. Nelly me pidió que escribiera el prólogo para su libro, el cual fue finalmente publicado en 2011 por Editorial Planeta bajo el título: El reino de Marcial Maciella vida oculta de la Legión y el Regnum Christi. Acepté con gusto. Entre otra cosas, escribí lo siguiente: “Una de las más importantes aportaciones de este libro es que queda claro que las obras tanto elogiadas, lo que la Legión está produciendo, no es bueno ni para los propios miembros de la Legión de Cristo y el Regnum Christi, ni para la Iglesia católica, ni para la sociedad en la que está inmersa. Las reglas internas y la cultura legionaria generan represión y pérdida de libertad, corrupción y fariseísmo, doble moral, secretismo, superficialidad espiritual, infantilismo, despersonalización, desánimo y crisis emocionales con graves consecuencias para la salud de sus miembros”. Luego agregaba, desde una perspectiva de la sociología de las sectas: “Nelly Ramírez Mota Velasco describe con rigurosidad y precisión muchas de las características de la Legión de Cristo que permiten definirla como un fenómeno sectario dentro de la Iglesia católica: culto a la personalidad de su director general, secretismo, sometimiento de la libre conciencia y eliminación de la capacidad crítica de sus miembros, sentimiento de ser un grupo elegido y por encima de los demás, aislamiento respecto al resto de la sociedad y en particular de la familia, voluntad de transformación de su entorno, desarrollo de teorías del complot y conspiración, espionaje y manipulación de documentos, uniformización estricta de criterios, censura y control de la información y la comunicación, falta de transparencia, maniqueísmo, desprecio de las reglas establecidas por las instituciones eclesiásticas y civiles, reglas y moral estricta en las bases, pero relajada y justificada en los líderes, visión deformada de la realidad, exigencia de incuestionada obediencia, control grupal de las más mínimas acciones, represión de cualquier tipo de disidencia, rigorismo y paranoia generalizada. Todos estos son elementos característicos de una secta que, más allá de su fundador, siguen imperando en la Legión de Cristo”. Podría agregar que algunas de estas características (el culto a la personalidad y la paranoia, por ejemplo) son todavía compartidas por miembros o ex miembros de la congregación, quienes en el fondo comparten la cultura en la que vivieron. Las estructuras mentales son las más difíciles de derrumbar.

No veo cómo un capítulo general de la congregación religiosa pueda revertir los problemas de una estructura viciada desde su origen y diseñada para reproducirse. Entiendo muy bien que la Iglesia quiera rescatarla. Hay mucho dinero y muchas vocaciones de por medio, aunque ellas estén torcidas. Pero quizás lo mejor es tumbar el edificio, podrido desde su fundación