EFE (España), Fermín Cabanilles, 4.03.2023

En torno al 1 por ciento de la población española, “y es un dato a la baja”, pertenece a una de las 250 sectas que funcionan en mayor o menor medida en el territorio nacional, y los estudios señalan que se puede tardar hasta 20 años en salir completamente de este tipo de organizaciones.

Este es uno de los que asuntos que se debaten en el VIII Encuentro Nacional sobre Sectas que este año celebra en Sevilla la Asociación para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP), según el psicólogo clínico y psicoterapeuta docente-supervisor, Miguel Perlado, que recuerda que las sectas “son un problema de salud, pero también constituyen un problema social”.

En una entrevista con EFE, Perlado ha explicado que se trata de “un fenómeno oculto que tiende a pasar de largo”, pero que puede sufrir cualquier persona en un momento de su vida: “No existe un perfil único, pero sí hay situaciones que constituyen momentos de riesgo, como cuando se sufre un duelo o se está especialmente vulnerable. En esos momentos, las personas son más susceptibles a discursos que tocan esas áreas de fragilidad que tenemos todos”.

De esta forma, una persona sin estudios e incluso doctores universitarios corren el mismo riesgo, y según Perlado, desde el punto de vista del grupo, las sectas tienden a buscar  “a personas jóvenes, idealistas, que se desviven, que quieren cambiar las cosas en la sociedad”, en definitiva, a gente “inquietudes personales, con carrera y que atraviesan un momento crítico”.

En este punto, el psicólogo clínico distingue entre movimientos religiosos y sectas, y recuerda que estas últimas “no son siempre exclusivamente religiosas”, a la par que, en esencia, las religiones “no fuerzan a las personas, no coaccionan, respetan las decisiones, no alejan a las personas de sus círculos de relación, y potencian el crecimiento de las personas frente a las sectas, que los disocian y no favorecen el crecimiento sino más bien el aislamiento y la ruptura”.

“Las religiones no buscan monopolizar la vida mental de las personas ni convertirlas en clones sometidos y explotados”, explica, y matiza que “en cualquier institución religiosa podemos encontrar momentos de abusos puntuales o contextuales, pero no necesariamente por eso las describiríamos como sectas”.

El análisis de del funcionamiento sectario puede extenderse hasta el nazismo, del que dice que tenía «un claro componente sectario» que lo ubicaría entre estos colectivos, en los que “no siempre se buscan el dinero ni tienen un punto de inicio delictivo. Lo que encontramos, más bien, es a una persona que se cree dotada de un don, un talento o unos conocimientos extraordinarios, y tiene algo que no tiene el loco de la calle que se cree Jesucristo. En términos generales, pueden ser descritos como ‘narcisistas malignos’, con un funcionamiento que tiende a  parasitar, exprimiendo y explotando a sus adherentes, hasta que pasan a ser un cascarón vacío,  sobre el que inocular una nueva identidad”.

Ese «narcisismo maligno» -continúa- puede también encontrarse entre organizaciones terroristas como ETA,  “ya que los grupos terroristas tienen claras dinámicas sectarias”, aunque aclara que “si bien todo grupo que se radicaliza violentamente muestra un funcionamiento sectario, eso no significa que todas las sectas cometan actos violentos, aunque alguna de ellas si haya perpetrado acciones violentas, ” como en el caso de Aum Shinrikyo, que el pasado 20 de marzo de 1995 mató a 13 personas en el metro de Tokio con gas sarín, intoxicando a otras 6.000 personas. “Las sectas tienden a desplegar un funcionamiento que podemos describir como  terrorismo psicológico, pero no pasan a la acción de una forma tan violenta a nivel de la destructividad física”.

Pero, ¿cuándo se da cuenta una persona de que está sometida en una secta y quiere salir de ella?. Miguel Perlado dice que es “cuando la temperatura ha subido tanto, que están como la rana en agua hirviendo: mientras sube a poco a poco la temperatura, la persona siente que está avanzando hacia la iluminación y que puede aguantar esa temperatura, aunque llega un momento en que la temperatura se vuelve insoportable. Aunque el grupo te dirá que es un paso necesario para tu crecimiento, cuando se sobrepasan unos límites, la persona se rompe y más aún cuando el control da paso a abusos emocionales, físicos, espirituales o incluso sexuales”.