Revista GQ (España), Víctor M González, 21.02.2020
Los que no entendemos de esto creemos que la línea entre pertenecer a una religión o iglesia y pertenecer a una secta es realmente difusa. De hecho, ‘El Palmar de Troya’, la serie documental de #0, realiza muy bien un juego de espejos, que el espectador compra enseguida con tal expectativa, entre la Iglesia Católica y la Iglesia Palmaria. La aceptación de unos preceptos y un líder. La fe en la existencia de un Bien superior. Una cuestionable jerarquía entre los privilegiados y los ‘curritos’. La financiación a través de los fieles. No obstante, solo quienes han vivido en una secta (y los que son expertos en ellas y en el efecto que provocan en las personas) saben que pertenecer a una religión no es lo mismo que pertenecer a una secta.
“Te lo chupa todo y te deja como una cáscara vacía”. Uno de estos expertos es el psicólogo clínico Miguel Perlado, y aporta una de las entrevistas más lúcidas que hemos visto en la ficción de Movistar+, que emitió anoche su tercer episodio. Según sus estudios (y su trabajo con expalmarianos), una secta se caracteriza por tres elementos. En primer lugar, la depredación: busca víctimas. En segundo lugar, la mímesis: se hace pasar por algo que no es. En tercer lugar, el señuelo: te ofrece algo a cambio de tu entrega. La salvación eterna, por ejemplo.
No es que lo que nos cuenta Israel del Santo en este tercer capítulo, ‘Cuidaos de los falsos profetas’, nos pille muy de sorpresa, y menos a quienes ya conocen la Iglesia Palmariana por su presencia en el imaginario popular español. Desde aquellos momentos del primer episodio en que se vendía agua de un pozo como si fuera de Marte o se especulaba con los terrenos de la localidad sevillana como para un Eurovegas, sabíamos que había algo turbio. Pero el documental de #0 es muy sutil y maneja la sugerencia con maestría (entre otras cosas, esa comparación, que comentábamos antes, con la Iglesia católica).
Pero también maneja muy bien los tonos, y este último episodio (antes del final del próximo jueves) tiene mucho de sátira. La semana pasada dejamos al Papa Clemente en una depresión de delirios de grandeza. La Santa Trinidad no le había devuelto la vista delante de todos sus feligreses, así que se abandonó en una vorágine de vicios humanos que ya practicaba antes. Todo icono sufre su ascenso y su caída, hasta Don Draper, y en este período entre comienzos de los 90 y comienzos de los 2000, Domínguez experimenta su propia “crisis de fe” (con muchas mayúsculas), que coincide con el control férreo que se establece en la jerarquía de la Iglesia Palmariana. Ahora es más que nunca una secta.
‘El Palmar de Troya’, documental de #0
Pero todo es más auténtico si sale de boca de los implicados. “Mamá, no está en éxtasis, está borracho”. De nuevo es Nieves Triviño, exmonja palmariana, quien se anota el tanto más divertido del episodio. Porque así es: Clemente Domínguez pasa de tomarse unas copas en la Feria de Sevilla a organizar juergas incluso en sus giras internacionales, incluso dentro de la Basílica. Incluso daba misa con unas cogorzas increíbles que querían hacer pasar por accesos celestiales. No solo eso: los entrevistados que formaron parte de su círculo de confianza aseguran que el Papa Gregorio XVII tenía las manos muy largas, tanto hacia mujeres como hacia hombres (al parecer, en su juventud se le conocía como la Voltio en los círculos gais de Sevilla), y que las relaciones homosexuales eran muy comunes en la sede del El Palmar. También se narran abusos y posibles agresiones sexuales.
Ese era el reverso prosaico y tenebroso de Clemente Domínguez. De cara a la galería, no obstante, se ponía la tiara y a pontificar. De hecho, en esta época fue también cuando le dio por reescribir la Biblia, y para que el mundo no se le pusiera en contra, dijo que Dios estaba haciendo esa revisión de las escrituras a través de él. Eva (la de Adán y Eva) pasó a tener 888 hijos, y el Papa Gregorio XVII constaba como el elegido para luchar contra el Apocalipsis, vestido de blanco y montado en un caballo blanco.
Pero ‘El Palmar de Troya’ (el documental, se entiende) es mucho mejor cuando abandona las altas esferas y baja a la Tierra. Hemos insistido sobre ello en las anteriores reviews: a pesar del humor y el cinismo a la hora de retratar a Clemente y los suyos, Israel del Santo demuestra en su serie una gran capacidad humana y de empatía hacia los personajes menos extraordinarios. El tercer capítulo cuenta con testimonios sobrecogedores, porque la Iglesia Palmariana es, por encima de todo, una historia sobre la perversión de la fe y el abuso de poder, y mientras en la cúpula en repartían los millones entre unos pocos, en la planta de abajo se sometía a los padres y monjas a voto de pobreza, obediencia y castidad.
En la época de paranoia del Papa Gregorio XVII, se endureció el control y se demonizó aún más el exterior y a los enemigos del Palmar, síntomas incuestionables de secta. Son especialmente demoledores los casos del padre que murió porque Domínguez no quiso que una ambulancia entrara en la Basílica, el del que estuvo 9 años incomunicado sin poder hablar con su familia, el del que intentó castrarse seccionándose los testítulcos, o el de la monja que, tras abandonar la Iglesia, fue repudiada por sus seres queridos, y solo pudo reencontrarse con su madre en el lecho de muerte de esta, sin que supiera que se trataba de su propia hija. El Palmar de Troya es una historia de manipulación y pantomima, pero por encima de todo, de vidas destruidas por la codicia.