Telepolis, 8.10.2005

La solidaridad puede costar cara si se practica con los miles de subsaharianos que esperan en los pinares marroquíes que lindan con Melilla para superar la doble valla fronteriza, por lo que llevarles alimentos y ropa se convierte en un reto que requiere los máximos esfuerzos por evitar a la Gendarmería marroquí.

Practicar la caridad les ha supuesto a los miembros del colectivo Remar más de una retención por parte de los gendarmes marroquíes, por lo que ahora que su presencia se ha multiplicado tras los asaltos masivos al perímetro fronterizo, la entrega de ayuda humanitaria a estos inmigrantes indocumentados se ejecuta con la mayor de las cautelas y con un temor no disimulado, como pudo comprobar Efe.

«Tenemos miedo y nos ocultamos porque si nos cogen nos pueden detener, ya que las autoridades marroquíes han prohibido que se les ayude», explica a Efe el director de Remar en Melilla, Francisco Doblado, en un vehículo donde la carga de mantas, botas, abrigos, pan y leche se esconde para no levantar sospechas al cruzar la frontera.

No sólo temen por ellos; todas sus medidas de precaución sirven también para evitar conducir a los gendarmes hasta los campamentos de los subsaharianos, ocultos ahora en una extensa arboleda limítrofe con Melilla después de que las batidas policiales de hace casi un año los expulsaran del monte Gurugú.

Las ONG como cebo

«Nos preocupa servirles de cebo a los gendarmes para conducirlos hasta los campamentos», apunta un voluntario de la ONG que opta por el anonimato, ahora que las fuerzas de seguridad marroquí tienen órdenes de capturar a los inmigrantes indocumentados y trasladarlos a la frontera con Argelia para evitar las avalanchas en el perímetro fronterizo y los problemas con España.

Según otra voluntaria, cuando los gendarmes descubren un campamento «queman lo poco que tienen y arrestan a sus habitantes, que luego son llevados al desierto del Sahara y abandonados sin agua, comida o la ropa necesaria», como denunció ayer Médicos Sin Fronteras.

El camino es accidentado y cada vehículo policial apostado entre los árboles genera un respingo entre los miembros de Remar, que hacen la ruta una vez por semana para llevar a los «morenos», como les llaman cariñosamente, alimentos, zapatos, mantas, plásticos para resguardarse del frío y la humedad y medicamentos, muchas veces enviados desde delegaciones peninsulares de la asociación.

Cuando se acercan a uno de los campamentos repartidos por los pinares de Nador (Marruecos) las precauciones se extreman y sólo tras comprobar que no hay nadie en los alrededores se contacta con los subsaharianos, quienes aparecen corriendo y se llevan la ropa y los alimentos en apenas unos segundos. El miedo también se refleja en sus caras.

‘Sólo queremos ayudar a nuestras familias’

«Sabemos que han matado a varios de los nuestros en la frontera de Marruecos, a tiros. No sabemos por qué lo hacen, somos gente pobre y sólo queremos entrar en Melilla para conseguir trabajo y ayudar a nuestras familias», comenta a Efe uno de los subsaharianos, vestido con ropa entregada por estos voluntarios.

También les han llegado las noticias del refuerzo de la valla fronteriza, del mayor despliegue de personal en la frontera y de que pueden ser devueltos a Marruecos, pero nada de eso les hace desistir de su único objetivo, cruzar la frontera -algunos ya lo han intentado sin éxito- y cuando se les pregunta si volverán a hacerlo responden con un unánime «por supuesto» en un inglés con fuerte acento.

Suena un disparo no muy lejano y la breve conversación se interrumpe porque tanto los inmigrantes como los miembros de la asociación española se separan, casi sin despedirse, ante el temor de ser descubiertos.