MARIA JESUS VILLALPANDO| El Mundo, 17.10.1993

El próximo 28 de octubre se cumplirán 18 años desde que el licenciado en Derecho Manuel Alonso y su amigo Clemente Domínguez decidieran capitalizar las supuestas apariciones marianas que tenían lugar en la aldea sevillana de El Palmar de Troya, creando la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz y autoerigiéndose en las cabezas visibles de una Iglesia que daba la espalda a Roma. Tras casi dos décadas de escándalos continuos con monjas embarazadas, sacerdotes que se autocastraban, rumores que apuntaban a la presencia de la CIA en todo el montaje palmariano, o la seguridad de que detrás de esta Iglesia se blanqueaba dinero negro, el silencio parece haber llegado a todo lo que rodea a una orden que pasa por una de sus peores crisis económicas, mientras es testigo de cómo su excéntrico papa Gregorio XVII, o lo que es igual, Clemente Domínguez, se encuentra en estado terminal, tras soportar en los últimos años las nefastas consecuencias de un cáncer de estómago. El Palmar se enfrenta a un «caballo de Troya» mucho peor que el acontecido en la historia de las luchas de este pueblo, evitar el hundimiento de una secta que con la muerte de su líder y su ocaso económico desembocaría en la desaparición de ésta. A Clemente Domínguez, invidente desde que sufriera un tremendo accidente -que según él había sido una señal de santidad- siempre lo han calificado sus amigos y conocidos como «un hombre de pocas luces», el tonto útil que empleó el avispado abogado Manuel Alonso para levantar los cimientos de la nueva iglesia. Durante años, los sevillanos han podido ver a Clemente Domínguez y Manuel Alonso paseando por las calles de la capital andaluza, en la Feria de Abril, o en grandes almacenes, rodeados por toda una puesta en escena espectacular, donde no faltaban guardaespaldas y filas de cardenales que custodiaban a la peculiar pareja. Pero hace meses que Clemente Domínguez ha dejado de exhibirse por las calles de Sevilla. Su quebradiza salud le obliga a estar enclaustrado en las dependencias que la orden tiene en El Palmar, dada la fase terminal en la que se encuentra debido al cáncer de estómago que los facultativos sevillanos le detectaron hace unos años. Tal es la situación que en la aldea de El Palmar de Troya, que ha sabido mantener unas inmejorables relaciones con una Iglesia palmariana que ha dejado mucho dinero en la zona, se ha comenzado a especular con la posibilidad de que Clemente Domínguez haya fallecido, aunque desde el oficialismo de esta peculiar Iglesia el silencio es la tónica dominante, dada su política de no mantener contacto con la prensa. Esta situación explica que entre los gruesos muros de la catedral de El Palmar se esté buscando sucesor, si bien por el momento no parece que exista la «fumata blanca» que apruebe a la nueva cabeza visible de esta Iglesia. Todo apunta a que será el abogado Manuel Alonso, que ostenta púrpura cardenalicia y rango de Secretario de Estado, el nuevo Papa. Sin embargo, los que conocen los entresijos de la Orden aseguran que éste siempre va a preferir seguir moviendo los hilos desde la sombra y continuar administrando los bienes de una Iglesia que ha manejado miles de millones de pesetas. Sobre lo que no existe ninguna duda es que a la muerte de Clemente, este será convertido en santo, como suele ser norma de una Iglesia que ha protagonizado canonizaciones tan sonadas como la de Francisco Franco, nombrado además doctor místico de la Iglesia, Cristóbal Colón, Adolfo Hitler o Mussolini. Estas canonizaciones siempre fueron promovidas por el Papa Gregorio XVII, es decir, Clemente Domínguez, quien ha tenido una total influencia sobre los fieles palmarianos, a quienes se les ha marcado hasta el número de cigarrillos que debían consumir. Sin embargo, no sólo es la salud de Clemente Domínguez la que empieza a presentar un encefalograma plano. A estas alturas son pocos los que no coinciden en señalar que la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz ha comenzado su declive, una línea decadente que ha empezado a detectarse sobre todo en sus finanzas. Aunque la economía de la iglesia palmariana es uno de sus grandes misterios, existen hechos a los que ha tenido acceso EL MUNDO que hacen pensar que, por primera vez, en dieciocho años, esta orden está pasando por cierta penuria económica o, cuando menos, cierta falta de liquidez. Y no es sólo el hecho de que en los comercios de la zona estos singulares religiosos estén gastando menos, o hayan decidido contratar a muchos menos vecinos de una aldea que, merced a la Orden, no había conocido los estragos del desempleo. Hay algo más. El pasado mes de septiembre, al igual que hicieran hace justo un año, la cúpula dirigente de la Iglesia Palmariana envió a sus adeptos una circular en la que les exhortaba a que pusieran parte de sus bienes en manos de la Iglesia «en estas horas en las que está pasando por tantas necesidades», se decía.

Números rojos

Este comunicado de orden interno da una clave de la mala situación económica por la que pasa la Iglesia Palmariana, que sigue nutriéndose de unas donaciones muy «sui generis», que conforman su principal fuente de ingresos y que siguen el modelo de financiación del «non profit» que practican las sectas americanas. El administrador de la Iglesia Palmariana, Manuel Alonso, aprendió como nadie allá por loss años 70, tras sus múltiples escapadas a EE UU, una forma muy simple de financiación que consistía en que la secta, o en este caso, la Iglesia Palmariana, recibía una donación de un particular. Si éste es, por ejemplo, un ciudadano americano, la donación lógicamente se deducía de su declaración de la renta.