XOSÉ MANUEL PEREIRO, – La Coruña – EL País, 25/02/1994
Salvo cuatro, los 273 alumnos del único colegio de EGB de la localidad marinera de Corme (La Coruña) no asistieron a clase el lunes y el martes pasados por decisión de sus padres. Ellos, los padres, sí se acercaron al centro para protestar por el regreso de un profesor, Manuel Ures Barca, miembro de Nueva Acrópolis, una entidad legalizada como asociación cultural pese a que una comisión parlamentaria la consideró una secta destructiva.En el pasado mes de mayo, ninguno de los padres había oído hablar de Nueva Acrópolis, pero a todos les pareció raro que Ures, entonces director del centro, pidiese a sus alumnos que se dirigiesen a él levantando, en vez del dedo, el brazo a la romana, «un saludo antiguo, que ha sido mal interpretado», les dijo.
Corme tiene menos de 2.000 habitantes y unos acantilados que le han dado fama a la zona a caballo del siglo por los trágicos naufragios de paquebotes, y ahora por la calidad de sus percebes. La voz de alarma la dio, en la Navidad de 1992, un pariente de visita en la casa de una alumna que observó que el único texto de religión de la niÑa era un trabajo sobre el Camino de Santiago, publicado en una revista de Nueva Acrópolis. El resto de los padres dedicó meses a enterarse qué era aquello, «que para todos era, como si dijéramos, Espasa Calpe, una editorial», recuerda José Manuel Ferreiro, portavoz de la Asociación de Padres de Alumnos (APA).
Contactaron con la ex parlamentaria Pilar Salarrullana, que había presidido la comisión parlamentaria sobre sectas, y con el responsable de la brigada policial dedicada a su control. A la vez descubrían que en la clase de ocyavo, el día 17 de mayo, Día das Letras Galegas, los alumnos habían cantado el himno gallego haciendo el saludo fascista, «cosa que nunca ocurrió en este colegio, porque en el pueblo no hay grupúsculos de esa ideología», afirmaban la APA y la junta de personal docente de centros públicos de La Coruña, en la primera de las denuncias hechas a la Consejería de Educación.
El párroco aportó su extrañeza de que, en la catequesis, algunos infantes mostraran preferencias «por reencarnarse en un gato o una flor», igual que Ramiro Pinto, un ex adepto que se desplazó desde León para dar una conferencia, «porque era el primer caso que conocía de un enseñante que además difundía en una clase cosas como el esquema de personalidad, que se explica sólo a los iniciados de la secta», recuerda Ferreiro. «A mí me dio religión un mes el año pasado», afirma ahora una niña de séptimo, «y era un poco raro. No sé…. hablaba de espíritus y cosas así, no de la religión normal».
En aquella denuncia, y en las siguientes que enviaron al Valedor (Defensor del Pueblo) y a la Vicaría de Enseñanza, se describían otras muestras de la peculiar pedagogía del director del centro, que se había adjudicado voluntariamente asignaturas como Ciencias Sociales y Religión de séptimo y octavo.
En una ocasión afirmó que 17ranco había sido un buen gobernante, y cuando un niño le recordó que había sometido a trabajos forzados a presos republicanos para construir el Valle de los Caídos, le respondió que a los vencidos había que tratarlos así para que no se sublevaran, recuerda ahora el portavoz de los padres. Ferreriro añade que un día su hijo mayor le pidió una insignia de una esvástica, «porque decía que era un símbolo precolombino que había sido mal utilizado, como la cruz. Yo no sé que influencia habrá causado en los niños y si se van a hacer ultrasur o skinheads, porque además Ures les decía que no comentaran nada en sus casas porque no les comprenderían».
Manuel Ures, que se ha negado reiteradamente a hacer declaraciones a los medios de comunicación, afirmó a este periódico el pasado martes que era una decisión tomada hace tiempo y que prefería mantenerse callado». Urés reconoció a los padres, el pasado verano, que llevaba cuatro años vinculado a Nueva Acrópolis, y achacó la polémica a sus pocas dotes como profesor, y proponía impartir únicamente gimnasia (es practicante de karate).
Fue inhabilitado mientras se le instruía un expediente, «pero seguía yendo al centro y asistiendo a los claustros hasta que protestamos y se lo prohibieron», cuenta el portavoz de la APA. «Entonces sucedió algo que sólo nos podemos explicar por un compañerismo mal entendido: todos los profesores, menos uno, se solidarizaron con él, y hace días la consejería lo sancionó con un mes por una falta leve sin intencionalidad. Por ahí no pasamos».
Ures ha solicitado ahora, por escrito, su traslado. Según el delegado de Educación, Francisco Pérez Rivas, se le ha concedido, aunque no se ha concretado adónde.