Clarín (Argentina), Lorena Bassani, 2.06.2004
Al hablar de Osho, llueven opiniones para todos los gustos: mientras algunos lo piensan como un semidiós contemporáneo otros creen que su filosofía puede ser sectaria o peligrosa. A pesar de que su “amor libre” y su “todo está permitido” ya hizo furor en los años 80s, Rajneesh Chandra Mohan (Osho) se convirtió, hoy por hoy, en uno de los íconos más visibles de la popularizada cultura New Age argentina. También como el “gurú del sexo” o el “maestro de los famosos”, su obra ha significado la creación de un puñado de centros de meditación en el país y sus libros, dicen, “enseñan a vivir” a figuras tan heterogéneas como Natalia Oreiro, Rolando Hanglin, Nacha Guevara o la modelo Sofía Zámolo.
Nacido en la India en 1931 y muerto en 1990, este filósofo moderno es considerado por casi todos sus seguidores como “un maestro iluminado de estos tiempos”. Incluso, hay quienes lo comparan con figuras de la talla de Mahoma, Buda o el mismísimo Cristo. Y casi todos comentan que se sienten atraídos por sus particulares observaciones sobre la vida, el sentido del humor y el sexo. La historia recopilada por el investigador experto en sectas, Alfredo Silleta, cuenta que a los 21 años, mientras estudiaba filosofía, Osho alcanzó finalmente la tan mentada “iluminación”. Terminó sus estudios y en la década del 60 comenzó a dirigir grupos de meditación, centrándose en “una técnica catártica de hiperventilación” conocida como ‘dinámica”, que, según el investigador, puede ser bastante agresiva.
Sus fanáticos aseguran que el joven Rajneesh era muy culto e inteligente y que, en los comienzos de su etapa de “peregrinación” tenía un gran poder de fascinación personal con los que consiguió gran cantidad de los adeptos que hoy lo alaban. Pero entre tanta fama y tanto reconocimiento, los problemas de Osho tampoco tardaron en llegar, porque, ya desde el principio, dejó traslucir sus más íntimas aspiraciones. Una vez dijo que “era la reencarnación de Buda” y que pasarían “2.500 años para que vuelva otra deidad como él a la Tierra”. Silleta, por su parte, mucho más descreído que sus fieles, explicó que “semejante modestia puede ser muy común en un carácter paranoide” y así, empezó a deslizar, poco a poco, su particular “teoría de la sospecha” sobre el popular Osho.
Contra todo lo que opina Silleta, el conductor radial Rolando Hanglin se entusiasma y narra con lujo de detalles su acercamiento al gurú: “Empecé a leer a Osho hace 30 años, aunque ahora se puso de moda tiene 100 libros publicados acá y millones de seguidores en todo el planeta”, dice y agrega con ganas: “Es ´por excelencia´ otro de los grandes maestros espirituales de la historia”. Chimentos sobre su vida aseguran que a Osho le gustaba mucho dar conferencias, que le fascinaba contar cuentos verdes para dar enseñanzas y que le encantaba el lujo como tomar champagne, o coleccionar automóviles de la marca Rolls Royce, de los cuales llegó a tener 90.
Además de Hanglin, lo cierto es que los consejos de Osho se expandieron como reguero de pólvora entre los personajes más “fashion” del mundillo del espectáculo autóctono. Muchas modelos, famosas y famosos ya le dijeron que sí a sus libros y salen a repartir sus frases por los medios. Natalia Oreiro, por ejemplo, dijo que lo conoció hace unos dos años y que se ha vuelto fanática de sus enseñanzas. Sofía Zámolo no le fue en zaga y mucho menos Ludovica Squirru: “Leo a Osho, ¡me ha volado la cabeza de una manera impresionante!”, reconoció. Silleta dice que esta “manija” que muchos le han dado desde los medios es justamente lo que salvaría a Osho de ser considerado una secta. “Este fue un grupo sectario con características peligrosas, que ahora, gracias al comercio que se montó a su alrededor, tiene una cara mucho más light”, explica el investigador.
Tab Dar, director del Centro Osho Argentina, cuenta que, en el último año, “han pasado por la escuela unos 2 mil interesados” y que sus clientes, generalmente, son personas a las que le ha pasado algo muy duro en sus vidas. “Buscan aprender a través de diferentes canales”, dice el maestro del lugar de meditación que se inauguró en Argentina hace 15 años. Por su parte, Silleta insiste en advertir: “Cuando una persona está en crisis profunda entrar en algo así puede ser peligroso”. Y del otro lado la respuesta está cantada: “Nada está mal, todo lo que produce placer está bien”, repiten los simpatizantes, fieles y seguidores de Osho en el país. Para ellos está claro, las frases de su líder espiritual pueden significar muchas cosas, pero están lejos de ser un peligro…