A. A. – El País, Madrid – 30/03/1990

La calle es mala, la droga mata, El Patriarca salva’, repiten incesantemente los chavales», dice el sacerdote Enrique de Castro, miembro de la Coordinadora de Barrios de Madrid, vinculada a la asistencia a toxicómanos. «Tiene un cierto carácter de secta porque se controlan las visitas y la correspondencia y realizan de alguna manera un lavado de cerebro», explica, «porque los chicos no admiten una sola crítica y se pretende que se queden allí». Germán Gómez, presidente de El Patriarca España, reconoce que el toxicómano deposita su documentación «al principio, cuando llega a un centro». Se controla la correspondencia el primer mes, «por proteger a la gente», según un portavoz.María Rosa Voladera, directora de la asociación Pro Juventut, dedicada a la información sobre sectas, tras recordar que en Francia se somete a la multinacional «a un estricto control» afirma que El Patriarca «es una secta destructiva, con estructura piramidal, que no reintegra a los jóvenes, utilizándolos como mano de obra barata para rehabilitar y mantener sus fincas». El sacerdote añade que los ex toxicomanos constituyen la misma carne de trabajo fácil para actuar como terapeutas, «al tiempo que están pagando por rehabilitarse». La cuota mensual es de 40.000 pesetas. Pese a no estar reconocidos los centros El Patriarca recibió, el pasado año, casi la mitad del dinero que manejan (119 millones sobre 437) de unas 200 administraciones y organismos públicos y privados, sea en forma de becas o aportaciones directas. Un 28,8% de los ex adictos no pagan nada ni gozan de subvención, según datos ofrecidos por ellos mismos. «No echamos a nadie», repiten.

Denuncias

Pro Joventut ha recibido el pasado año cinco denuncias «por malos tratos, deficiente comida y atención, retirada de la documentación, falta de eficacia del tratamiento, explotación y lo peor , que para salir, tienen que huir», recuérda la directora. La acusación es rebatida por Gómez, quien insiste, como otros entusiastas de la asociación, en que «no se coacciona a nadie, se trata de convencerles por todos los medios de que no se vayan».

«Sí veo a un amigo mío que se quiere pegar un tiro, le coaccionaré para que no lo haga», díce ambiguamente Chus, de 32 años.

«Si dejan de atender a los chicos, que abandonen también el patrimonio que tienen en España», afirma Sara Nieto, de Madres Unidas contra la Droga. Para ella, El Patriarca es la red más completa. De Castro manda frecuentemente a toxicómanos allí -«no tenemos medios y si se adaptan, da resultado»-, y asegura que la Administración no tiene recursos propios para rehabilitación y por eso no quiere investigar». Pilar Álvarez, del Plan Nacional sobre Drogas, afirma que si se cerrasen las comunidades terapéuticas de El Patriarca -2.000 plazas que añadir a las casi 4.000 públicas o privadas que existen en España, según el plan- «no se dejaría a la gente en la calle, aunque no se los acogiese en comunidades».