El Mundo, Quico Alsedo y Roberto Bécares, 11.11.2008
Dicen por ahí que secuestran y despluman a sus víctimas: gentes de mente débil, fanatismo religioso y desgracias varias sobre la chepa. Que así han amasado hasta 400 millones de euros: haciendo proselitismo en pleno siglo XXI e invocando decenas de avistamientos de la Virgen María no demostrados.
Dicen que son una secta. No suicida, pero sí ávida de nuevas presas a las que encerrar y atracar.
Que, desde que Amparo Cuevas asegurase haber visto a la Virgen sobre un árbol en Prado Nuevo (El Escorial) en 1981, todo ha sido una cadena de engaños, y que ése es el motivo por el que la Iglesia no les acoge en su maternal seno.
Ellos juran que en absoluto es así: «Somos perseguidos como los primeros cristianos». Que tienen que cargar también «con esa cruz de las acusaciones». Que «así han surgido siempre las nuevas órdenes en la Iglesia». Que todo el que está con ellos, lo está por pura voluntad. Que todo el que les da algo, lo hace sencillamente porque quiere.
Que «ya quisiéramos tener todo ese dinero que dicen que tenemos». Que acogen en sus residencias a 115 ancianos a quienes cuidan y dan de comer «como si estuvieran en su propia casa». Que ellos son «unas 100 personas» que viven en comunidad «como hacían los primeros cristianos».
La ‘vidente’ Amparo Cuevas afirma que la Virgen se le apareció en un árbol de Prado Nuevo (a la dcha.). (J. Ayma)
La supuesta secta de El Escorial abre por primera vez sus puertas, y lo hace para elmundo.es.
Dicen que no tienen nada que esconder. Que, si se han mantenido callados hasta ahora, es porque el Arzobispado de Madrid así se lo pidió en 1994, cuando aceptó sus labores con el estatus de asociación pública de fieles. «No querían que hubiera controversia. A nosotros nos piden que nos callemos, y nos callamos».
Luego llegó el goteo de denuncias: supuesta extorsión, estafa, abuso, secuestro… Y ellos, mutismo total. «Tenemos que cargar con esta cruz, en la Iglesia esto siempre ha empezado así», dice Pedro Besari, «simplemente miembro de la comunidad», haciendo de la necesidad virtud. Y remata: «El camino del Señor es largo y difícil».
Residencias de ancianos
Se abre la puerta de la residencia Virgen de los Dolores, un chaletón de aspecto caro en la periferia de El Escorial, en la calle de Carlos III, 24. Las estancias bordean lo lujoso. Seis o siete ancianos, algunos de ellos dormidos, yacen en varios confortables sofás. Todo está en perfecto estado de revista. «Hay 16 huépedes en la casa y se les trata de maravilla. ¿No dicen que los tenemos en chabolas, que les quitamos todo el dinero y viven en la indigencia, malnutridos y sucios? Pues mirad».
Lo que se ve es absoluta comodidad, bienestar alicatado hasta el techo y un enjambre de atentas monjas –unas 10 «madres reparadoras»– que velan por los ancianos. ¿Monjas? No. «Llevamos uniforme, pero esto es como una ONG: trabajamos como voluntarias y ya está». Una de las denuncias aún por sustanciar ante la Justicia es la que se refiere a ellas, unas 80 mujeres que no cotizan a la Seguridad Social, pero trabaja día tras día para la asociación, como en su día certificó Trabajo. «Esto es un uniforme… Y sí, vivimos de la asociación como quien vive de una ONG porque se va a hacer un proyecto solidario de algún tipo», dice Amalia Belmonte, que lleva 10 años sirviendo en esta residencia.
La asociación, en números: 150 personas que viven de ella en régimen de comunidad (100 internos y unos 50 externos) y atienden a 115 ancianos (27 en la residencia de Griñón, 72 en Torralba y 16 en El Escorial), más las 80 monjas. Cuatro residencias y una casa para sus huéspedes, y un patrimonio desconocido que sus críticos estiman en 400 millones de euros.
¿Cómo habrían amasado tal cantidad? Gracias a las donaciones de sus adeptos. «Cuando la gente entra aquí, ha de hacerlo sin bienes, tiene que desprenderse de todo», explica Pedro Besari, portavoz oficioso de la asociación.
«Y claro, pueden entregarlo a sus familiares o a quien quieran… También a nosotros, por qué no. Pero no, es imposible que tengamos todo ese dinero. La residencia de Torralba cuesta 10 millones de euros, eso es cierto, pero…», dice Besari, español de raza negra y militante del PP activo en otra épocas: «Los críticos me señalan con el dedo por salir en una foto con Esperanza Aguirre, ¡pero ni siquiera la saludé! Y qué pasa, ¿que no puedo militar en el PP?».
El centro de toda esta historia, la supuesta vidente Amparo Cuevas, es la diana de los embates judiciales. Hace un mes la Audiencia Provincial desestimó una demanda genérica presentada contra la asociación por extorsión y estafa, pero el gran proceso contra ella en particular sigue abierto, en espera de que el juez del 4 de San Lorenzo decida archivar la causa o abrir juicio oral.
Pero todo eso le importa un pimiento a Antonia, de 77 años: «Ay, hijo, ¡aquí estoy de maravilla! Llevo ya cinco años, y como en casa. Vine operada de las dos rodillas y me tienen de maravilla…». Antonia paga 700 euros por estar en la residencia, pero hay ancianos que nos pasan de 370 euros en su aportación a la caja común. La anciana se va, y al rato regresa: «¡Ay, hijo, que me he olvidado de deciros muchas cosas! Por ejemplo, que aquí nos dan comida casera, y que…».
Aparte de lo humano, Besari tiene especial interés en mostrar el documento en que la Iglesia les dio carta de naturaleza en 1994. «Suquía estuvo aquí y ofició eucaristía…». Ahora, con varios procesos judiciales abiertos, en el gabinete de prensa del Arzobispado hay orden de mantener silencio absoluto en torno a Prado Nuevo. ¿No habrá pronunciamiento hasta que la Justicia sustancie todo lo sustanciable? «Esperamos que decidan sobre nosotros en unos meses», dice Besari. «Hay muy buena comunicación con ellos y están alarmados de la persecución que sufrimos, pero hasta que no pase el juicio contra Amparo [imputada por extorsión y estafa] no habrá respuesta».
La Iglesia estudia los ‘mensajes’
Según él, la jerarquía «está estudiando ahora el hecho religioso, los milagros, los 376 mensajes divinos. Amparo dejó de ver a la Vírgen en 2002, y para que se estudie la validez canónica de un conjunto de milagros es necesario que estos tengan un inicio y un final. Entretanto, el entorno de Prado Nuevo está fuera de la ley eclesiástica y allí no se pueden hacer eucaristías, aunque las reuniones de los primeros sábados de cada mes tienen toda la pinta de ello.
Besari vive no muy lejos de allí, en la carretera de Valdemorillo, 24, en La Magdalena, la primera de las fincas compradas por la congregación: 28.000 metros cuadrados y dos enormes chalés. Cinco familias la compraron hacia 1991, y allí viven hoy «unas 50 personas», todas ellas miembros de «la comunidad».
Un paseo por esta morada de «primeros cristianos» muestra a un grupo pacífico y de aspecto inocente. Pedro vive aquí con su familia, y también aquí estudian los ocho seminaristas que la embrionaria orden luce con orgullo: «Las vocaciones caen en picado, en la Comunidad de Madrid hay poquísimas, hay muchas diócesis sin un solo seminarista. Y sin embargo nosotros tenemos nada menos que ocho… Es un dato importante», dice Pedro.
Pero el nudo gordiano de todo es el dinero, y más sabiendo que la compra de Prado Nuevo costó 840 millones de pesetas. Juan Carlos Bueno, el líder de la Asociación de Víctimas de las Supuestas Apariciones de El Escorial, asegura que «están comprando pisos y fincas a nombre de los viejecitos y de los miembros de la comunidad engañados». Pedro Besari asegura que todo el patrimonio de la Fundación Benéfica Virgen de los Dolores «está controlado por el Gobierno, es transparente y no esconde ningún secreto».
Besari sostiene que «casi todo el grueso del patrimonio proviene de las primeras familias», y que «el 99% de los fieles que acuden a Prado Nuevo cada mes no donan nada». El juez, si lo ve pertinente, será quien entre a desbrozar bienes, cifras y justificaciones.
Mientras, Amparo Cuevas, la mujer de las «manos taladradas», continúa en las sombras. Según Besari, «postrada en silla de ruedas, no puede ni dormir en cama». Según sus críticos, «echándole cuento».