RAMÓN MANTECÓN, – Tokio – El País, 22/06/1995

Tras 16 horas de infructuosas negociaciones con las autoridades japonesas el joven que se apoderó ayer de un Boeing 747 de la compañía aérea All Nipon Airways (ANA), con 350 pasajeros y 15 miembros de la tripulación a bordo, fue desarmado por la policía. Sólo una mujer sufrió heridas leves en la intervención de los agentes. Hasta entonces, el secuestrador no había cedido ni un ápice en su demanda: la liberación de Shoko Asahara, el guru de la secta de La Verdad Suprema, detenido por el atentado con gas sarín en el metro de Toldo. Armado con un punzón para romper hielo, exigía que el jumbo abandonase inmediatamente el aeropuerto de Hakodate, a 800 kilómetros al norte de la capital japonesa, donde estaba estacionado.

El vuelo 857 de ANA había partido del aeropuerto de Tokio-Haneda poco antes del mediodía de ayer (las cinco de la madrugada en España) con destino a la norteña isla de Hokkaido. La mayoría de los pasajeros eran turistas de la tercera edad procedentes de provincias del sur del archipiélago, aunque también había 12 niños, entre ellos siete menores de tres años. A bordo del aparato.se hallaban 11 pasajeros de nacionalidad no japonesa, entre ellos tres finlandeses, y un francés. El finlandés Heikko Martikainen, considerado el Papá Noel oficial en su país, cuyos intereses turísticos representa, también viajaba en el jumbo.Media hora después de comenzar el trayecto, el capitán del avión envió un mensaje a la torre de con trol para informar que un pasajero, armado con un punzón para romper hielo, había amenazado a una azafata. Una hora y cuarto después de despegar, el avión realizaba un aterrizaje forzoso en Hakodate. El agresor era un hombre joven vestido con camiseta, va queros y calzado deportivo- que dijo llamarse Saburo Kobayashi y ser un seguidor de La Verdad Suprema. «Suelten al maestro [Shoko Asahara]», fue su primera exigencia tras apoderarse del apara to, según informó el piloto.

Poco después, fuentes de la secta de La Verdad Suprema, acusada del atentado con gas sarín contra el metro de Tokio del pasado 20 de marzo, afirmaban que en sus archivos no existía ningún discípulo con semejante nombre. Algunas fuentes llegaron a asegurar que el secuestrador negó en una conversación por radio que tuviera relación con la secta.

«Tengo un explosivo y suficientes sustancias como para hacer estallar el aparato y matar a todos los pasajeros», amenazó Kobayashi por la radio de cabina, al tiempo que aseguraba que otros cómplices suyos estaban distribueidos entre los pasajeros.

La confusión sobre la existencia de uno o varios secuestradores continuó hasta que las fuerzas de seguridad irrumpieron en el aparato. A las 3.42 horas del jueves (las 20.42 de ayer en España), cuando despuntaba el alba en el norte de, Japón, se apagaron los reflectores que iluminaban el avión y dos docenas de miembros de una unidad de élite de la policía japonesa se desplegaron en torno a la cabina. Otros agentes de paisano penetraron en la aeronave por una portezuela trasera.

Durante las casi 16 horas que duró el secuestro, el piloto y el copiloto, encerrados a la fuerza en la cabina y completamente aislados, no pudieron transmitir ninguna información que no estuviera filtrada por el secuestrador. La silueta Kobayashi se apreciaba, pese a la oscuridad de la noche, a través de las cámaras de televisión de alta sensibilidad que retransmitieron en directo el suceso al expectante país. Sin embargo, algunos pasajeros mantuvieron el contacto con el exterior gracias a su teléfonos móviles. «Los datos que nos facilitaron fueron muy.útiles», aseguró un portavoz del Gobierno japonés una vez finalizado el secuestro.

La operación para reducir al único secuestrador fue fulminante. Sólo uno de los rehenes, una mujer joven sufrió un ligera herida en un hombro, aparentemente causada por el punzón que esgrimía Kobayashi, quien también estaba ligeramente herido. Varias ambulancias y un autocar evacuaron a los pasajeros y a los miembros de la tripulación. Al menos cuatro personas, visiblemente agotadas, tuvieron que ser trasladadas a un hospital.

Según un portavoz de la línea aérea propietaria del aparato, el secuestrador, que no llevaba ninguna bomba, maniató y vendó los ojos al ingeniero de vuelo y a las 12 azafatas en la parte superior del jumbo, por lo que los pasajeros estuvieron desasistidos.

Según fuentes de ANA, en el avión no había ningún tipo de comida y apenas quedaba agua. Algunos pasajeros con problemas de salud necesitaron utilizar las mascarillas de oxígeno. El secuestrador rechazó tajantemente en varias ocasiones, según un portavoz de ANA, la demanda del piloto para que se trajeran mantas y alimentos para los viajeros.