El País (España), José Antonio Hernández, 13.09.2018

Daniel, el exmonaguillo y catequista de Granada al que el papa Francisco telefoneó en persona en noviembre de 2014 para pedirle “perdón” en nombre de la Iglesia tras recibir una carta suya en la que describía haber sufrido abusos sexuales, ha decidido romper su silencio. Lleva años escondido de la prensa y recibe a EL PAÍS en su despacho de Pamplona: pide anonimato y declina ser fotografiado.

Daniel es nombre supuesto. “No deseo que me vayan señalando por la calle”, indica. Es docente universitario. Tiene 28 años, está casado y es miembro supernumerario del Opus Dei. “Sufrí mucho, y también mi familia; llegué a tener temblores y ataques de ansiedad; decidí contarlo porque no quería que a nadie más le pasara lo mismo”, aclara. Se siente “muy dolido” y “apenado” con la evolución judicial y canónica de su caso. «Dolido porque algunos de los que abusaron de mi han vuelto a sus parroquias y quién sabe si volverán a las andanzas más adelante», advierte.

Recuerda con nitidez el día de la llamada del Papa. “Iba por Granada con mi coche y sonó el teléfono: “Soy el Padre Jorge”, oyó al otro lado del móvil. “No conozco a ningún padre Jorge”, repuso. “No hijo…, soy el papa Francisco”. Semanas antes había enviado la carta directamente a El Vaticano. “Me quedé helado, y aparqué como pude al lado de la calzada, me puse muy nervioso y sudaba”, evoca Daniel. La llamada trascendió a la prensa y su caso ocupó portadas en todos los periódicos.

La Fiscalía Superior de Granada abrió diligencias y, tras interrogarle a él y a los curas que citaba en la carta, presentó una querella por abusos sexuales contra ocho sacerdotes y una persona laica. Fue lo que se bautizó como el caso Romanones. El juez instructor de Granada que asumió las diligencias imputó encubrimiento y abusos sexuales menos graves (sin penetración) a los nueve investigados; y a uno de ellos, además, un delito de agresión sexual, con penetración (violación).

Daniel empezó de monaguillo a los siete años, luego pasó a ser catequista y finalmente, con 15 años, “los curas me convencieron para que me quedase a vivir con ellos en la parroquia”. Estuvo varios años así. Mantiene que los abusos los padeció entre los 13 y los 17 años, cuando huyó de la parroquia granadina. «No entendía cómo me podía estar pasando eso en una iglesia y con curas», indica. Su aspecto es atractivo para muchas mujeres. «Siempre me gustaron las chicas; y las cosas que ellos me vendían como normales, con la argucia de que era lo que Dios quería, me producían un enorme rechazo».

El asunto, desde la perspectiva judicial penal, ha quedado en nada, a pesar de que la Fiscalía Superior, que inicialmente pidió nueve años de cárcel al principal encausado, y el juez instructor, Antonio Moreno, observaron en distintas resoluciones sólidos “indicios racionales” de que los abusos se habían cometido. Bajo la tenaza de que habían pasado años desde los hechos, el juez desglosó los delitos leves de los graves. Y archivó los primeros. No porque no hubiesen existido, según sus resoluciones, sino porque estaban prescritos. Y llevó a juicio a solo uno de los curas por el delito grave, agresión sexual con penetración, pero el sacerdote acabó absuelto.

En la carta, Daniel le contaba a Francisco que los religiosos le convencieron para que se fuese a vivir con ellos a la parroquia. «Me decían que no debía seguir con mis padres, que tenía que estar con ellos en la parroquia para averiguar si Dios me estaba llamando… Allí nunca tuve cama propia, tenía que compartirla con alguno de ellos, muchas veces desnudo”. Tras varios años de investigación, el juez Moreno decidió llevar a juicio a solo uno de los nueve imputados por abuso sexual grave con penetración: era el único delito no prescrito.

El juicio empezó en marzo de 2017. La Audiencia de Granada absolvió al único acusado (las imputaciones sobre los encausados por los abusos leves, masturbaciones, tocamientos, estaban prescritas). La sentencia incluso fue dura contra Daniel. Entre otras cosas, concluyó que no había pruebas de los hechos. E incluso impuso las costas a Daniel por “temeridad y mala fe” en su denuncia. El Tribunal Supremo, sin embargo, ha rectificado en abril de este año al tribunal granadino y anulado las costas que le impuso. Señala que la denuncia dispuso del aval del juez y la Fiscalía Superior de Andalucía y que, además, en ningún momento la sentencia de Granada acredita que los hechos denunciados por Daniel sean falsos.

“Después del resultado de mi denuncia, ¿quién se va a atrever ahora a dar el paso y denunciar que ha padecido abusos?”, se pregunta Daniel, indignado. “Me decían que tenía que haber denunciado antes, ¿pero quién con 17 años, todavía en el instituto, y traumatizado como yo estaba, iba a denunciar a unos curas, nadie me habría creído… Luego [con 24 años] lo hice porque veía a conocidos y familiares que iban por la parroquia y temía que les pudiera estar ocurriendo a ellos lo mismo”, destaca.

Daniel continúa desde Pamplona con su lucha contra los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia. “Me han llamado víctimas de abusos descubiertos recientemente en Astorga, y desde otros sitios de España”. Quieren “desahogarse”, y “me piden ayuda y asesoramiento” sobre cómo deben actuar. “Hay personas que no han podido soportarlo y se han suicidado”, detalla Daniel. Recuerda el caso de un chico con el que mantuvo contacto y “que se ahorcó el mismo día que tenía previsto denunciar: al descolgarle, vieron que llevaba la denuncia en un bolsillo”. Sus vivencias nunca hicieron perder a Daniel su fe. “Cuando trascendió todo aquello, el Opus me mostró todo su apoyo y me ayudó mucho”, agradece.

Daniel ha vuelto a escribir al papa Francisco. Lo hizo el pasado 8 de agosto. Esta vez para pedirle que se le informe sobre lo sucedido con el procedimiento canónico, en paralelo al penal, que activó la Iglesia a raíz de su denuncia al papa. “Soy parte en ese procedimiento y no se me ha informado de nada, si sigue vivo, si está archivado…”, confiesa.

“El procedimiento canónico es diferente del penal en cuanto a los plazos de prescripción, que para los abusos sexuales se eleva a 20 años, el doble que la justicia ordinaria”, revela Daniel. Es decir, si el juez penal entendió prescritos los abusos sexuales sin penetración aun cuando vio “indicios racionales” de que se habían perpetrado, “desde el ámbito canónico estos no están prescritos aun”. “En la vía canónica», añade, «es posible todavía actuar contra los curas por los abusos sin penetración que sufrí, los que no han sido juzgados por estar prescritos, y que afectaban, no solo a uno de ellos, sino a todos los investigados”, añade Daniel.

“Queridísimo Santo Padre (…) Yo soy el joven que le escribió a principios de agosto de 2014 exponiéndole los abusos sexuales de los que fui víctima a manos de tres sacerdotes de la Diócesis de Granada”. Así comienza Daniel su nueva misiva, en la que le explica que, pese al fallo absolutorio en uno de los casos, los hechos de su denuncia son ciertos. “El Tribunal Supremo español señala muy bien en su sentencia sobre mi caso», añade en la carta, «que una cosa es que no se haya podido probar, a juicio de la Audiencia de Granada, la comisión del delito de abuso sexual con penetración, y otra bien distinta es que los hechos no sean ciertos”.

EL SUPREMO RECTIFICA A LA AUDIENCIA DE GRANADA

El Supremo, en efecto, no ha entrado a valorar el fondo del asunto, es decir, si el único acusado violó o no a Daniel. Y es que el abogado de Daniel solo recurrió ante el Supremo la condena de las costas, pero no el fondo del asunto. Y lo hizo por entender que “es muy excepcional” que el alto tribunal transforme en condenatoria (y ya sin posibilidad de recurso) una sentencia absolutoria procedente de una instancia inferior. Aún así, al anular las costas impuestas en Granada, el Supremo, en una ponencia del magistrado Luciano Varela, diferencia “entre la falta de prueba de la verdad del relato [de Daniel] y la prueba de falsedad del mismo (…)”.

Y zanja: “La sentencia tilda de inverosímil la imputación (…) pero no dice que esta sea falsa”. El Supremo refuta al tribunal granadino que no puede haber temeridad en una denuncia sostenida por la Fiscalía Superior de Andalucía y un juez instructor. «Al final de la vista, la fiscalía retiró la acusación de violación, pero ya habían cambiado al fiscal superior que inició mi caso, Jesús García Calderón, por la actual fiscal jefa, AnaTárrago», comenta Daniel.

El papa volvió a referirse al caso de Daniel el pasado 27 de agosto, ante periodistas, en el vuelo de regreso a Roma tras su visita a Irlanda. Francisco aludió, a grandes rasgos, a la absolución de los curas y comentó que incluso se le habían impuesto las costas a Daniel. En realidad, el Supremo ha anulado tales costas.

Casi a la vez que el Papa, también fue informado por escrito de lo que me había ocurrido un alto cargo de la Conferencia Episcopal Española que fue arzobispo de Granada, pero este, en lugar de actuar, su respuesta fue la siguiente: “Estas cosas solo deben arreglarse en los confesionarios”, se lamenta Daniel. “Siento mucha rabia por todo lo sucedido», se desahoga.

EL OTRO PERDÓN DE FRANCISCO

El objetivo de la nueva carta enviada por Daniel el pasado 8 de agosto al papa Francisco ha sido aportarle las distintas resoluciones dictadas por los jueces penales sobre su caso; y, sobre todo, reclamarle información acerca de la investigación que abrió la Iglesia a instancias del Arzobispado de Granada. “Le explico en la carta que el hecho de que haya sido absuelto el único de los nueve curas investigados que se sentó en el banquillo, no significa que los hechos sean inciertos, que no lo son tal como dice el Tribunal Supremo y que, además, esos delitos no estarían prescritos según el Derecho Canónico”, destaca Daniel.

En la nueva carta añade Daniel: “Le rogaría santo Padre que alguien me comunicara que ha ocurrido en este proceso (…) lo que espero alcanzar de su santidad, cuya bendición pido humildemente”. Asegura Daniel que, tras estallar su caso, dos curas se desplazaron a Pamplona para interrogarle. «Pero no sé nada de en qué quedó todo aquello, y tengo derecho a que se me informe oficialmente, pues soy parte en ese procedimiento”, señala. “Si lo han archivado, pues que me lo comuniquen y lo razonen”, reclama. Tras la sentencia absolutoria al principal implicado (los demás no han sido juzgados porque los delitos que se les atribuían estaban prescritos), el Vaticano ha reincorporado a sus puestos a todos los sacerdotes investigados.

Daniel ha tenido conocimiento a través de la prensa (“aunque oficialmente no he podido contrastar si es verdad o no”), que el papa Francisco pidió “perdón” el pasado 12 de julio, en un encuentro en Roma, a varios sacerdotes implicados en este asunto y, en concreto, al que se sentó en el banquillo y que luego fue absuelto por la Audiencia de Granada.

“Siento rabia y dolor”, escribe Daniel al papa Francisco en su carta del pasado 8 de agosto, “de ver cómo usted da audiencia, recibe, abraza y respalda a unos sacerdotes (…) que han destrozado mi vida”. «Yo sé lo que viví, y me preocupa que los sacerdotes sigan donde estaban», advierte Daniel.