Público (España), Ana Mª Vacas, 3.06.2024

El Estado español, recordemos aconfesional, ha firmado acuerdos tanto con la Iglesia católica como con las otras confesiones mayoritarias -evangélicos, musulmanes y judíos- con la aquiescencia de los españoles.

En general, los no creyentes se muestran tolerantes con los creyentes y sus prácticas religiosas por considerarlas de ámbito privado. Pocos advierten la posibilidad de que el incremento de votantes con moralidades diferentes cambie las direcciones de las políticas entrando en conflicto con sus propias concepciones si estas resultaran minoritarias en un futuro.

Las estadísticas del World Values Survey en 2023 concluyen que más del 60% de la población mundial es creyente, esgrimiendo que la fe mejora la experiencia vital al dar sentido a la vida y conforta en momentos de grandes crisis personales o generales.

A lo largo de la historia los valores religiosos y sus rituales han conferido sentido de pertenencia y cohesión de grupo, contribuyendo a reafirmar la identidad cultural de unas civilizaciones frente a otras, como afirma el historiador Cristopher Bawson. A nivel socioecológico, es probable que el efecto calmante del comportamiento ritualista frente al azar y la intensificación de las creencias religiosas con propensión a cooperar en entornos de alto riesgo reflejen una respuesta general adaptativa humana a la amenaza.

Hoy en día, los grandes intereses comerciales se han polarizado básicamente en dos bloques: Oriente y Occidente, acentuando su posición estratégica en la lucha por la hegemonía y la obtención de recursos. En el caso de una guerra a escala mundial, la agrupación de naciones en coaliciones con la misma lengua y religión (lo que ha fundamentado las grandes civilizaciones históricas) sería la tendencia natural de apoyo mutuo, siguiendo la teoría de Huntington.

El estudio de Ipsos Global Religion 2023: Creencias religiosas alrededor del mundo, evidencia una disminución de creyentes en países llamados occidentales que suele atribuirse a la prosperidad económica y la seguridad financiera, proceso que no parece ocurrir en los países islámicos. Los jóvenes se identifican con menos probabilidad como cristianos (especialmente católicos) y más como musulmanes o de alguna otra fe en comparación con las personas mayores de su país en la mayoría de los 26 países encuestados por Global Advisor Survey Global Religion, 2023.

En España, el aumento de no creyentes, agnósticos o ateos se ha incrementado en más del 40% frente al 10% contabilizado en los años 80. Según Ipsos Global Religion 2023, del 54% que se declara cristiano son católicos el 44%, de los que solo el 17% se considera practicante frente a más del 39% no practicante. Dentro de la cultura católica muchos creen en un ser superior distinto de Dios.

La disminución del catolicismo contrasta con el espectacular aumento de protestantes (del 0,2 al 2% en 2023) desde 2018, llegando al millón, de los cuales más de la mitad son evangélicos (predominan en la etnia gitana y en los inmigrantes de países latinoamericanos atraídos por las ayudas dolarizadas de esa iglesia), según Statista, 2023. Cabe aclarar que los protestantes se dividen en diversas ramas: liberales, conservadores y fundamentalistas (que hacen una lectura literal de las escrituras). Nuevas iglesias de adventistas, carismáticos, Ejército de Salvación, pentecostales y neopentecostales se han sumado a las tradicionales de luteranos, anglicanos, baptistas, menonitas, reformados o presbiterianos, metodistas y cuáqueros.

Los datos del Observatorio Andalusí de la Unión de Comunidades Islámicas de España muestran una tendencia creciente con más de dos millones de musulmanes (45% nacionalizados), un 2,7% más que el año anterior. Población que demanda clases de religión y cementerios propios.

La población judía consta de 45 000 personas aproximadamente, según La Federación de Comunidades Judías de España (FCJE). También hay otras minorías religiosas consolidadas, como la budista, la mormona, los testigos de Jehová y la Iglesia ortodoxa.

Parece claro que el contacto intergrupal por sí solo no es suficiente para que converjan los valores sociales, aun cuando la convivencia sea posible en nuestras democracias. Curiosamente, muchos de los musulmanes más jóvenes reivindican su religión como signo de identidad y la asocian a la moralidad, a diferencia de los cristianos de 18 a 35 años, que tienden a renegar de las creencias tradicionales.

Sin embargo, esta relajación en la cultura católica no siempre implica un aumento de la racionalidad, como denota el incremento de las Nuevas Espiritualidades. Estas creencias más individualistas se basan en conceptos ambiguos, eclécticos y pseudocientíficos y utilizan términos como energía, vibraciones, universo, destino, espíritus sobrenaturales, etc. Tal vez como respuesta a la sensación de desamparo y desconcierto por los acelerados cambios que se viven en estos días de postverdad circundante y dificultades económicas. Responderían, en último término, a intentos de búsqueda de un sentido de la vida una vez que las creencias tradicionales pierden validez.

Por otro lado, la divergencia de valores ha podido ser alentada por algunas élites políticas para distraer de problemas más graves o movilizar al electorado hacia intereses concretos. Y no solo entre grupos culturalmente diferentes, sino entre diferentes ideologías. En Estados Unidos los representantes republicanos se apoyan en el amplio electorado de evangélicos que pugna por acabar con la protección federal del aborto. La intromisión de creencias religiosas en aspectos civiles es creciente, como el reciente caso de Alabama, que ha llegado a restringir el uso de embriones desoyendo la evidencia científica y la ética secular.

En contraste con los avances de la ciencia y las nuevas tecnologías, nuestras sociedades parecen confluir hacia un magma de creencias religiosas. Desde las más fundamentalistas a las más individualistas, espiritualistas e insólitas marcadas por corrientes alternativas que apelan a la sanación. Este fenómeno parece confirmar una vuelta al pensamiento mágico de épocas pretéritas, estando muy alejado de la madurez social necesaria para una gestión concertada e inteligente priorizando las verdaderas necesidades de un país.

Mientras la gente se mira el ombligo buscándose a sí misma o alabando diversos dioses, divinos o terrenales en busca de salvación, la nueva plutocracia aprovecha la situación para organizar un nuevo orden mundial. Orden donde la soberanía nacional sea cautiva del paternalismo del estado y del supremo interés de las multinacionales. Es decir, volviendo a un feudalismo encubierto y revestido de libertad condicional con ciudadanos enajenados y dóciles.