Diario Las Américas (Venezuela), 14.05.2021
A diario decenas de personas acuden a una populosa barriada del este de Caracas a buscar alivio para las más variadas afecciones y enfermedades, desde dolores musculares crónicos y hasta diabetes, mediante rituales que combinan el fuego de las velas, el humo del tabaco y la invocación de “espíritus sanadores”.
La mayoría acuden motivados por una fe que encontró tierra fértil en este territorio sudamericano hace cientos de años, pero muchos otros buscan ayuda por recomendación de familiares y amigos en momentos de desesperación por no tener suficiente dinero para pagar una consulta médica privada. Abundan además los que en buena medida se tratan con un espiritista por el recelo de ir a un hospital público y no ser atendidos oportunamente.
En los centros de salud públicos la atención suele ser tardía por no contar con suficientes médicos y la escasez de insumos y equipos obligan a los enfermos a acudir a un servicio privado para hacerse desde un simple examen sanguíneo u otros procedimientos más complejos como las tomografías.
“Nunca hemos buscado que se nos llame médicos porque no somos médicos: somos sanadores espirituales”, dijo Carlos Alberto Márquez, un chamán de 55 años conocido como el “Hermano Guayanés”.
Los chamanes como Márquez fungen como “médium” para invocar a los espíritus y realizan prácticas curativas utilizando los “poderes” de los que dicen son dotados para restaurar el equilibrio energético en cada persona. Según está creencia, el desequilibrio de “elementos” como agua, tierra, fuego y aire, “influyen en la energía de la persona” y acaban generar problemas físicos y espirituales.
Sus devotos pertenecen a todas las clases sociales y la Iglesia Católica, aunque objeta este culto y sus prácticas, hace tiempo que abandonó sus intentos de eliminarlo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que algunos remedios tradicionales o caseros “pueden proporcionar confort y aliviar los síntomas” de algunos padecimientos, pero en casos puntuales -como aquellos de COVID-19- aclara que no es aconsejable recurrir a “remedios herbarios tradicionales” y sostiene que los tratamientos alternativos merecen estudios rigurosos, “como los de cualquier medicamento”.
Los curanderos recetan infusiones y otros preparados elaborados con plantas conocidas ancestralmente por tener propiedades terapéuticas. Entre los centros espiritistas más antiguos y preciados en Venezuela desde hace más de 70 años se encuentran en el llamado “Callejón de Los Brujos”, ubicado en un sector de la barriada pobre de Petare, en el este de Caracas.
El propósito es “ayudar a los seres humanos”, acotó el Hermano Guayanés, quien se inició en las artes curadoras a los 12 años .
“Aquí los pacientes tengan o no tengan dinero se atienden porque la salud no tiene precio”, dijo el chamán, destacando que ellos reciben pequeñas cantidades de dinero como donativo, mientras que la atención de emergencia en una clínica privada es negada ”si no tienes 500 o 1.000 dólares” como pago inicial. Todas las personas que “vienen aquí, tienen derecho a ser sanadas”, incluso casos sospechosos del nuevo coronavirus, resaltó.
Los rituales de sanación en muchos casos tienen cientos de años y se basan en la veneración de los santos de la Iglesia Católica, la religión afrocaribeña, particularmente el espiritismo venido de Haití en el siglo XIX, y ritos indígenas como el culto a la diosa indígena María Lionza, piedra angular de la variante local del espiritismo, que también ha florecido en los últimos años.
Muchos de los pacientes alternan las curaciones espiritistas con los tratamientos de sus médicos de confianza en el sistema formal de salud en un intento de paliar sus gastos.
“Creo en mis espíritus, creo en María Lionza”, dijo Mireya García, de 69 años, quien también manifestó que cree en la medicina moderna, pero no puede costear el elevado costo de los tratamientos para mantener controlada la diabetes, una enfermedad metabólica producida por una secreción deficiente de insulina, lo que genera un exceso de glucosa en la sangre
“Uno tiene que buscar una alternativa” en momentos que la mayoría de los venezolanos no tienen la capacidad de satisfacer la totalidad de sus necesidades básicas de alimentación y salud, comentó García.
Con un precio promedio que oscila entre los 60 y 80 dólares, dependiendo del volumen y marcas, la insulina se ha convertido en un artículo de lujo casi imposible de pagar para los pobres, quienes dejan incluso de suministrarse la dosis recomendada por los endocrinos, pese al riesgo que representa para la vida.
“No tengo para comprar insulina siempre”, agregó García, quien limpia casas y plancha ropa a domicilio para tratar de sumar un ingreso de 10 dólares al día, una excepción en el país y que todavía sigue siendo insuficiente.
La mayoría de los venezolanos tiene ingresos de unos 10 millones de bolívares o 3,50 dólares al mes. En Venezuela, que cursa su sexto año en recesión, los salarios se fijan en bolívares y los precios tienen como referencia su valor en dólares. Una consulta médica privada varía entre los 40 y 80 dólares.
La alimentación es la prioridad y todo lo demás se ven forzados a postergarlo. Según estimaciones del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana (CENDA), se necesita en promedio 322,57 dólares para cubrir la llamada “Canasta Alimentaria Familiar”,
En Venezuela, que una vez fue un rico país petrolero y que ahora está hundido en una severa crisis económica y social después de dos décadas de gobierno socialista, el número de devotos y personas que buscan la ayuda de los chamanes ha aumentado. Casi todos se muestran ávidos de encontrar una respuesta a sus penurias y fortaleza para enfrentar la cruda realidad a diario.
Junto a deidades tradicionales del espiritismo venezolano como María Lionza, el ahora beato José Gregorio Hernández, ha ocupado un lugar de honor para los sanadores como Márquez desde su muerte en 1919. La Iglesia Católica local hizo grandes esfuerzos por alejar a Hernández del espiritismo y sobre todo de la Santería, una religión sincrética surgida en Cuba que mezcla el catolicismo traído por los españoles y los ritos a los dioses del panteón yoruba venerados por los esclavos traídos de África.
José Gregorio “siempre fue una figura clave”, exclamó Márquez, incluso antes de ser oficialmente declarado beato, la semana pasada, por decreto del papa Francisco. “Mientras más personas le rezan… él se eleva más. Y mientras más tiene elevación espiritual, más energía nos transmite a nosotros para hacer las sanaciones” en su nombre.
“Decir que José Gregorio baja” y se manifiesta en el cuerpo de un médium, es algo que descartan. “El no baja a ningún cuerpo porque él ya es un santo”, enfatizó el chamán antes de seguir con sus actividades diarias de recibir enfermos en su consultorio para diagnosticar el problema, llevarlos a una sala donde realizan ceremonias de curación y “limpieza espiritual” a la que atribuyen su posterior y rápida recuperación.