El País (España), Isabel Ferrer, 2.10.2029

El Tribunal Supremo holandés ha prohibido la importación de ayahuasca, una decocción de plantas amazónicas que contiene un elemento químico, DMT, generador de visiones. Consumida en grupo en ceremonias dirigidas por un chamán, los jueces han ratificado la decisión dictada en 2018 por la Corte de Apelación de Ámsterdam, que acabó con la tolerancia mantenida hasta entonces con la Iglesia de Santo Daime, una religión de origen amazónico brasileño donde la ayahuasca es un sacramento. Con templos en la capital holandesa y en La Haya, una seguidora intentó introducir 30 kilos del producto en el país en 2015, y aunque no fue sancionada, recurrió al Supremo en nombre de la libertad de culto. El fallo actual antepone la salud pública al mismo, dado que la bebida alucinógena se ha extendido también fuera de dicho ámbito. La policía investiga estos días la muerte de dos personas, en sendas sesiones rituales, en las que presuntamente fue utilizada. Hasta la fecha, Francia es el único país que la prohíbe.

Ambos fallecimientos se produjeron supuestamente tras reuniones en domicilios particulares que duran varios días y pueden costar cientos de euros. Aunque no hay cifras fiables, los agentes calculan que unas 3.000 personas están interesadas en Holanda en unas sesiones presentadas como “una experiencia espiritual que puede cambiar la vida”, en los múltiples anuncios colgados en Internet. El Supremo ha considerado que el uso de ayahuasca en estos retiros es difícil de controlar y entraña riesgos evidentes, “de modo que en una sociedad democrática se aplica la Ley del Opio [que abarca las drogas duras y blandas] en general, y la restricción de la libertad religiosa [puesto que afecta también a la Iglesia de Santo Daime] es necesaria para proteger la salud pública”, reza la sentencia. El DMT ya se consideraba como sustancia ilegal, aunque su presencia se había mantenido en los rituales religiosos.

La infusión ingerida resulta de la combinación de una liana amazónica (Banisteriopsis Caapi) con diversas plantas, entre ellas la Psychotria viridis, que contiene dimetriltriptamina (DMT), la sustancia psicoactiva, neutralizada normalmente por los fluidos del estómago excepto cuando se mezclan ambas. Solo así se obtiene la ayahuasca, que además de alucinaciones, “sube la tensión, produce mareos, náuseas con vómitos y es peligrosa tanto para las personas con trastornos psiquiátricos, o cuyos familiares directos los padezcan, como para los que tengan problemas psicológicos”, según el Instituto Jellinek, especializado en toda clase de toxicomanías y en ludopatía. “En el primer caso, el consumo puede agravar o desencadenar un episodio psiquiátrico. En el segundo, tal vez genere confusión y temores, de ahí la necesidad de estabilidad espiritual previa y vigilancia especializada durante el consumo. Tampoco se puede mezclar con antidepresivos o una medicación similar, ni puede tomarse con problemas cardiacos o diabetes”, añaden sus portavoces.

La sentencia holandesa se conoce al tiempo que un número creciente de estudios científicos, entre ellos uno realizado en la Universidad de Maastricht, sugieren el uso terapéutico y controlado de DMT para combatir la depresión mayor resistente a tratamientos convencionales. Activa zonas del cerebro como el córtex central, el hipocampo y la amígdala, que guarda los recuerdos emocionales tempranos y los más dramáticos, y de ahí la sensación liberadora confirmada por los participantes de los rituales. Kim van Oorsouw, profesora de la Facultad de Psicología y Neurociencia en Maastricht, que estudia los efectos de la infusión de ayahuasca, señala en los vídeos publicados por la universidad que, “a corto plazo, los participantes analizados tenían menos estrés y depresión, y podían distanciarse de sus temores o problemas y verlos con perspectiva, pero faltan muchos análisis para confirmar los efectos a largo plazo”.

El limbo legal en que encontraba la ayahuasca en Holanda contrasta con su estatus en otros países. En Perú, el uso ritual es considerado Patrimonio Cultural de la nación desde 2008. En Brasil está regulado para las entidades religiosas desde 1991, y aparece en la legislación sobre drogas desde 2010. España carece de legislación propia sobre esta sustancia.