Diagonales (Argentina), Alfredo Silletta, 14.03.2013

El lunes 30 de julio de 2007 me reuní con el cardenal Jorge Bergoglio en su despacho personal donde le conté sobre algunas amenazas que había recibido y el funcionamiento de algunas sectas católicas, además de entregarle un reciente libro, Shopping Espiritual, en el que había un capítulo sobre grupos nocivos que seguían funcionando dentro de la Iglesia católica.

En el encuentro, muy cálido debo reconocer, me referí a varios grupos y específicamente a dos que estaban muy activos en ese momento en el país: Sodalicio de Vida Cristiana y el Instituto del Verbo Encarnado. Le entregué un dossier sobre ambos grupos y una fotocopia de una carta firmada por el sacerdote Carlos Miguel Buela, fundador del Verbo Encarnado, quien me había amenazado con la siguiente frase: “Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar…” (Lc 17,2). Tenga piedad de su alma”. Como se recordará es la misma frase que utilizó monseñor Antonio Baseotto para criticar al ex ministro de Salud de la Nación, Ginés González García y que produjo un enfrentamiento entre el gobierno nacional y el obispo Baseotto.

En aquel momento me habló en forma privada de una investigación del Vaticano sobre el líder del Verbo Encarnado. Un par de años después, el padre Buela debió “renunciar” al liderazgo del Instituto. Siempre se manifestó muy duramente contra la pedofilia en la Iglesia y planteó en aquel momento la necesidad de “tolerancia cero”.

Debo destacar que fue el único obispo que reconoció el funcionamiento de algunos grupos católicos con técnicas de manipulación mental, incluso hablamos de algún obispo argentino que los amparaba.

En varias oportunidades lo llamé por teléfono y le pedí que atendiera alguna familia que había perdido un familiar en algún grupo sectario católico. Siempre lo hizo. Ojalá, desde el papado como Francisco I logre ponerle límites a aquellos grupos que, amparados en la Iglesia, utilizan técnicas para manipular a tantos jóvenes.