Telemundo (México), Juan Cooper, 21.11.2019

Camila toma cuatro pastillas al día. Sabe que una dosis elevada de Prazosin –un medicamento que se receta a hipertensos–  resulta efectiva para mitigar las pesadillas que le provoca el síndrome de estrés postraumático. Clonazepam le es útil para calmar la ansiedad y combatir el insomnio. Trata la depresión severa con Zoloft. Todavía tiembla cuando pasa por delante del templo de La Luz del Mundo al que solía acudir.

No quiere dar su verdadero nombre pero se atreve a dar la cara. Tiene 36 años y el historial de abusos que relata comenzó en su infancia, en Fresno, California. A su padre no le gustaba usar sus propias manos para castigarla. Usaba los cables de la plancha, ramas de árboles o el cinturón: “Siempre era con cosas. Nunca era como una nalgada o algo así, sino que siempre tenía que ser algo más”.

Camila se lleva la mano al rostro al recordarlo: «A veces me sangraba la cara, se me hinchaban los labios. Yo tenia miedo, corría y le pedía por favor que no me pegara».

Cuando tenía 11 años, su familia ingresó en La Luz del Mundo. Bautizaron a su padre, a su madrastra y a su hermana y, unos años más tarde, también ella fue bautizada. Pero no le gustaba ir a la iglesia, «íbamos tres veces al día, yo no sabía por qué había que orarle tanto al Apóstol, las hermanas lloraban mucho, gritaban y era muy desagradable para mí».

La Luz del Mundo es una iglesia fundamentalista cristiana fundada en 1926 en Guadalajara, México, por un militar que combatió en la revolución mexicana, Eusebio Joaquín González, autoproclamado ‘Apóstol Aarón’.

González dijo haber recibido una visión divina en la que Dios lo llamó para hacer revivir la iglesia al estilo de los primeros cristianos. Los fieles visten de manera conservadora. Los hombres usan el cabello corto y las mujeres portan un velo sobre sus cabezas y visten ropas recatadas.

Camila tenía que levantarse a las 4:30 de la mañana para asistir a las misas «para darle gusto al Apóstol, porque eso es lo que Dios quiere», le decían. En aquella época, el Apóstol de La Luz del Mundo era Samuel Joaquín García, el padre del actual líder, Naasón Joaquín García.

Fue a decirle al pastor de la iglesia que su papá le pegaba, “pero nunca le importó nada. Me decía que si yo no quería ir a la iglesia, mi padre tenía que disciplinarme porque está en la palabra de Dios. Así que me sentía muy sola”.

 «Me ahorcaba cuando estaba embarazada»

Según su relato, a los 14 años conoció a un miembro de la iglesia que se interesó por ella: «¿Por qué te ves triste todo el tiempo? Si necesitas algo, llámame», le dijo. Cuando le llamó, él la llevo a su casa, la violó y le dijo: «No le cuentes a nadie. Lo que pasó, pasó, pero tú no le cuentes a nadie». Y Camila no dijo nada.

A los 16 años empezó a salir con otro miembro de La Luz del Mundo que también abusó sexualmente de ella. El pastor de la iglesia la obligó a casarse con él para que Dios les perdonara por fornicar. Camila protestó, no quería casarse con alguien que la violaba y maltrataba, pero el pastor insistió: «Y me acuerdo que hasta nos dijo que, si no nos casábamos, los hijos que tuviéramos se iban a condenar, iban a ir al infierno».

Camila era menor de edad, así que se casaron en Reno, Nevada. En ese estado, los menores de entre 13 y 16 años pueden contraer matrimonio con la aprobación de uno de los progenitores y un juez.

Los abusos en su matrimonio continuaron durante años: «Me ahorcaba cuando yo estaba embarazada, me forzaba a tener relaciones cuando yo no quería, decía que era una estúpida. Me destruyó completamente». Decidió callar temiendo que su padre la castigara.

Se sentía impura, avergonzada ante la comunidad de fieles: «Yo sabía cómo tratan a la gente que pasaba por cosas así. Te menosprecian, te miran diferente, ya no eres parte de ellos».

Después de un intento de suicidio, agotada por años de abusos, con 21 años huyó con sus tres hijos lejos de su esposo y de la iglesia. Intentó pasar la página, hasta que vio en las noticias el arresto de Naasón Joaquín García. El Apóstol enfrenta 26 cargos penales por trata y abuso sexual en la Corte Superior de Los Ángeles, California.

En una entrevista con Noticias Telemundo Investiga, el vocero de La Luz del Mundo, Silem García Peña, asegura que «confían plenamente en la inocencia del apóstol de Jesucristo».

Preguntado por los abusos sexuales que relata Camila por parte de dos miembros de La Luz del Mundo, afirma que la iglesia «condena cualquier tipo de violencia física, verbal y psicológica» y añade que la postura de la institución es «que las autoridades sean quienes lleven el procedimiento».

«Cortan relaciones familiares con la oveja que sale del rebaño»

Camila decidió compartir su historia con otras personas que relataban vidas muy parecidas a la suya y que, igual que ella, habían decidido salir de La Luz del Mundo. Pero son pocos los que se atreven a dar el paso para dejar la iglesia. «Mucha gente de La Luz del Mundo nos está criticando, nos está acosando, nos está diciendo cosas que no son apropiadas», denuncia Camila.

García Peña asegura que la iglesia respeta la decisión de los fieles que decidan abandonar el grupo: «no hay represalia, ni mucho menos».

El teólogo Daniel Ramírez, profesor en la Universidad de Claremont, California, explica que aunque no haya castigo institucional «ser disidente es muy costoso, como lo ha sido para otros grupos sectarios como los Amish y los testigos de Jehová, donde cortan relaciones familiares con la oveja que sale del rebaño o dejan de patrocinar económicamente el negocio de un hermano excomulgado».

Este mes, un grupo de exmiembros de la institución organizó una protesta en Los Ángeles contra La Luz del Mundo a la que acudieron una veintena de personas. Algunas, enmascaradas, denunciaron amenazas de muerte por parte de miembros activos de la iglesia. Lo peor para Camila es «que todos me hicieran sentir como si yo fuera la mala.Me hubiera gustado que no me hubieran forzado a casarme tan joven».

Los años de abusos han dejado una huella psicológica en Camila que la incapacita para trabajar. A veces le vuelven los pensamientos negativos, por eso los médicos que la tratan la han incluido en una lista de monitoreo de personas en riesgo de suicidio. Todavía hoy recuerda el perfume que llevaba el primer hombre que la violó. «Ser violada por dos hombres de esa iglesia es un trauma que jamás superaré».