EL PAÍS, – Barcelona – 05/01/1988
La terapia de los desprogramadores va encaminada a contrarrestar los efectos del lavado de cerebro. La mecánica básica de uno de estos lavados -técnica utilizada con éxito durante la guerra de Corea para modificar la personalidad de los marines estadounidenses prisioneros- tiene una primera fase, conocida como bombardeo de amor, en la que se agasaja intensamente al neófito. Esta situación contrarresta las desconfianzas iniciales de los aspirantes a formar parte de una secta. Paralelamente, se le informa sobre el proyecto colectivo, sus aspectos positivos y la posibilidad de contribuir desde ahí a crear una sociedad mejor. Los principios teóricos de la mayor parte de las sectas no pueden despertar las sospechas de nadie, pero, según Pepe Rodríguez, periodista y escritor especializado en el tema, «las sectas no son peligrosas por lo que dicen sino por lo que hacen».La segunda fase del lavado de cerebro va encaminada a ejercer un control total sobre el adepto, a quien incluso se acompaña cuando acude al baño. Durante esta fase se le impide el contacto con cualquier persona que no esté plenamente integrada en la secta, para evitar que entable conversaciones sobre la utilidad de lo que está haciendo en el grupo. Esto va acompañado por un cambio de la dieta alimenticia habitual por otra menos rica en proteínas -lo que provoca alteraciones en el sistema nervioso- y un recorte drástico del tiempo dedicado al sueño (algunas sectas inician su actividad a las cuatro de la madrugada). Todo ello acaba sumiendo al neófito en un estado de fatiga física e intelectual que le hace depender cada vez más de las decisiones del líder del grupo.
Según los especialistas, aproximadamente unas 150.000 personas viven en España integradas en la disciplina de alguna secta. Sus familiares y amigos son quienes sufren más directamente las consecuencias de esta situación, y ante la imposibilidad de recuperar a un miembro de su familia por la vía judicial son quienes suelen recurrir a los servicios de equipos de desprogramación con experiencia en terapias que contrarrestan los efectos del lavado de cerebro que suelen practicar los grupos sectarios a sus miembros. Estos servicios cuestan un mínimo de 500.000 pesetas.
La actuación de los desprogramadores se sitúa en algunas ocasiones en la ilegalidad: secuestro del miembro de la secta -para forzarle a aceptar la terapia- y contratación de agentes de seguridad encargados de evitar fugas, intentos de suicidio o asesinato. La Administración, y en particular la policía, suelen tener dificultades jurídicas para actuar contra las sectas: cuando los mossos d’esquadra intentaron poner al descubierto las interioridades del Centro Esotérico de Investigaciones (Ceis), esta secta presentó inmediatamente querellas contra los altos cargos de la Administración catalana, los medios de comunicación que publicaron la noticia y la propia policía autonómica.El término desprogramación fue utilizado por primera vez en Estados Unidos. Ted Patrick, un asesor gubernamental para asuntos sociales en San Diego (Estados Unidos), tuvo conocimiento de los primeros casos de personas que habían mantenido contacto con la secta Niños de Dios en 1971 porque entre ellos figuraba su propio hijo. Después de llegar a la conclusión de que no tenía una solución legel ortodoxa para el problema, decidió secuestrar a una joven que había abandonado los estudios para seguir al Gurú Maharaj Ji. Tras dos días de tratamiento intensivo, la joven superó los efectos del lavado de cerebro.
Un centro en Cataluña
Esta experiencia se ha convertido con el tiempo en un punto de referencia obligado para todos los desprogramadores del mundo. En España existe un único centro permanente dedicado a esta labor en casos de extrema necesidad: el Centro de Recuperación, Orientación y Asistencia al Sectario (CROAS), en Barcelona. El equipo CROAS, integrado por un médico, un psicólogo y un asistente social, estudia los casos que le remiten las organizaciones de padres afectados e inicia las operaciones necesarias para desprogramar.»Informar a la familia sobre qué es una secta resulta imprescindible para poder iniciar la desprogramación», destaca Josep Maria Jansá, médico de CROAS. «A diferencia del modelo americano, nuestra táctica consiste en convencer al adepto para que se someta voluntariamente a la desprogramación», según Jansá.
El principal -objetivo de esta fase inicial de la desprogramación es conocer el mayor número posible de detalles sobre la vida del adepto antes y después de su integración al grupo.
Pero el momento clave de la desprogramación se produce cuando en un apartamento alquilado especialmente para esa ocasión por los miembros de CROAS se reúnen los famífiares, el sectario y algunos miembros del equipo de seguridad contratado para evitar autole.siones o agresiones por parte del adepto.
Durante la terapia se explican al afectado detalles que le son desconocidos sobre la secta a la cual pertenece. Por lo general, éste empieza respondiendo con frases aprendidas de antemano en el grupo. Pero en el momento en que el adepto queda sin argumentos previos y necesita razonar por su cuenta, se abre el resquicio que el desprogramador puede aprovechar para conducir la conversación hacia las cuestiones de fondo. Si la desprogramación surte efecto, se inicia una última etapa: la readaptación de los ex sectarios a la vida social.
En España, el tratamiento se realiza a partir de las 500.000 pesetas, motivo por el que, según Jansá, ya se han registrado algunos casos de picaresca.