Altavoz (Perú), Adriana Chávez y Andrea Gómez, 29.05.2017

Cuando Camilo tenía 18 años, fue acogido en una organización religiosa llamada Camino Neocatecumenal. Luego de seis meses de haber ingresado, habría sido violado por el padre Víctor Guerrero Timaná, un sacerdote de la comunidad religiosa. Este sería el comienzo de una serie de abusos sexuales y psicológicos en su contra, que culminaron con su salida del movimiento. Como a muchas víctimas de abuso sexual clerical, a Camilo le tomó 15 años revelar su testimonio.

El Camino Neocatecumenal es un movimiento eclesial y organización católica al servicio de la catequesis y dirigido principalmente por obispos. Su historia se remonta a 1960, año en el que el pintor José «Kiko» Argüello y Carmen Hernández, química de profesión, fundaron el Camino –como se le conoce también– en el barrio de Palomeras, en Madrid.

En el año 2002, el Papa Juan Pablo II aprobó sus estatutos. Hoy en día, agrupa a más de un millón de personas alrededor del mundo.

Precisamente, este año, el Camino Neocatecumenal cumplió cuatro décadas de haber llegado a nuestro país. Fueron el arzobispo de Arequipa, Javier del Río, y el actual obispo del Callao, José Luis del Palacio, quienes se embarcaron en el recorrido de esta “travesía”, como la llaman en su sitio web oficial.

El Camino Neocatecumenal ha encontrado un espacio en la Diócesis del Callao, donde operan sus bases. La institución enfrenta actualmente duras críticas por parte de un sector de ciudadanos de la zona que afirman que se viene desplazando a los diocesanos de la zona para reemplazarlos por sacerdotes neocatecumenales.

El camino roto de Camilo

Camilo tuvo una infancia complicada. En medio de problemas familiares con su padre y madre, decidió abandonar su hogar a la edad de 17 años y consiguió trabajo en una fábrica textil en Gamarra. Sin embargo, Camilo –sin un lugar donde vivir– pasaba las noches en las calles o dentro de su centro laboral.

Las cosas, no obstante, parecieron haber cambiado para mejor cuando conoció al sacerdote Miguel Parientes en un coloquio. Camilo le contó sobre su situación y él accedió a ayudarlo. Para ello, Parientes debía hablar con el actual arzobispo de Arequipa, monseñor Javier del Río, quien en ese entonces se desempeñaba como vicario general del Callao, para ver cómo podían darle una mano.

Así, Camilo empezó a asistir a charlas del Camino Neocatecumenal. Según nos cuenta, el más interesado en que se involucrara en sus actividades era el cura Víctor Guerrero. Tras ello, sus primeros contactos en el Camino le alquilaron un cuarto ubicado en la avenida Haya de la Torre, en el Callao, y empezó a asistir a las catequesis en el Seminario Diocesano de La Perla, Corazón de Cristo.

El tiempo fue pasando y la relación entre Camilo, el monseñor Del Río y el padre Víctor Guerrero se hizo más cercana. Según cuenta, incluso acompañaba a Guerrero en los viajes que realizaba al interior del país. De ello es prueba la siguiente foto, en la que se observa a Camilo junto a Guerrero en un viaje que realizaron a Piura:

“Víctor Guerrero era el vicerrector y mi relación con él, al inicio, era como de padre a hijo; o sea, yo lo veía como un padre y él me llamaba ‘hijo”, recuerda.

Pero Camilo relata que, en un punto, la relación con el padre Guerrero cambió: el sacerdote habría empezado a mostrar un cariño especial hacia él y a tocarlo “de un modo diferente”. Según cuenta, los tocamientos fueron progresivos. Habrían comenzado con abrazos prolongados para luego escalar a besos en el cuello y la cara y, finalmente, tocamientos genitales por encima de la ropa. “Me decía: ‘pero si a ti te gusta. Además, ¿a dónde vas a ir ahora? No tienes familia, te vas a quedar en la calle”. Hoy cree que su temor a quedarse solo hizo que soportara el acoso.

Maldita Navidad

Diciembre del 2001. Víctor Guerrero le ofreció a Camilo la posibilidad de pasar la Navidad en la casa de Guillermo “Papo” Barriga –miembro de la comunidad Neocatecumenal–, ubicada en San Bartolo. Además, Javier del Río le dijo que era una buena idea para que no pasara la fecha solo. Como no tenía nadie más con quien pasar las fiestas, accedió. Una vez terminada la cena de celebración, Camilo fue enviado a pasar la noche a la misma habitación en la que dormiría el padre Guerrero. Cuando todos se habían dormido ya, el sacerdote se habría pasado a la cama en la que dormía Camilo, en donde, nos cuenta, empezó con los tocamientos sexuales.

“Me quería besar en la boca y yo me negaba. Me decía ‘ven, abrázame’ y yo no sabía qué hacer. Empezó a abrazarme, a tocarme el trasero, todo, no sé por qué lo hizo. Le dije, ‘¿por qué haces estas cosas conmigo?’. Me puse mal, me puse a llorar”, recuerda.

Luego de que Camilo lo rechazase y le implorase constantemente que se detenga, el sacerdote lo dejó en paz y Camilo se quedó dormido. Sin embargo, se habría despertado al sentir un dolor intenso: Guerrero lo penetró.

“Al día siguiente, estaba muy asustado. Cuando nos regresamos a Lima, yo venía callado. Él también”, relata Camilo entre lágrimas y con las manos temblorosas. Es evidente que algo no está bien en él.

Camilo cuenta que, al regresar al Seminario, Víctor se le acercó para pedirle perdón. Le pidió también que no le contara a nadie lo sucedido. Pero, lo que empezó en esa noche del 25 de diciembre solo fue el principio: tras ese encuentro, empezarían las amenazas y chantajes del padre Guerrero con la finalidad de seguir abusando sexualmente de él.

Poco después, Javier del Río le ofreció a Camilo la posibilidad de trabajar y vivir en el mismo Seminario, además de un almuerzo diario y un salario de S/.200 por las tareas –limpieza y encargos, entre otras– que tendría que cumplir en adelante. En este lugar, Camilo compartía los espacios comunes con Javier del Río -quien también era el rector-, Abel Larrea, Manuel Celestino, Willy Cruz y Víctor Guerrero.

“No lo voy a negar, sentí como un respiro. ‘Por fin voy a tener una casa, acá las cosas van a ser distintas, ya no va a ser igual que antes’. Yo pasaba mi vida en varios lugares, como corriendo del sufrimiento. Dije: ‘por fin voy a estar mejor acá’. Buscaba un consuelo, una luz. Javier del Río me dijo ‘vente al Seminario para estar con más gente”.

Pero una vez instalado en el Seminario, los abusos de Guerrero habrían continuado y se habrían vuelto más frecuentes. Camilo creía que obedeciendo lo iban a querer. Había encontrado un lugar en el que se sentía útil. Tenía dónde comer, dormir y no quería perderlo. “Cedía para ganarme la vida y él se aprovechó de eso. Me dominaba el miedo, me tenía atado. A veces iba a la parroquia, me buscaba, me besaba”, cuenta con la voz entrecortada.

Luego de varios episodios, Camilo se armó de valor y le contó al monseñor Javier del Río sobre los supuestos abusos de Guerrero. Este le dijo que hablaría con quien hoy es obispo del Callao, José Luis del Palacio y le pidió que cuente lo sucedido a sus catequistas, entre ellos Carlos Espinoza –fundador de la cadena evangélica de farmacias Boticas & Salud– Guillermo la Rosa y César Cueto –ambos exfutbolistas y neocatecúmenos–. Según Camilo, estos le habrían respondido que “si (lo) habían tocado era porque dios lo había permitido para (su) salvación”.

Sin embargo, en diálogo con este diario, César Cueto afirmó que, debido a la cantidad de tiempo pasado desde el año 2003, no recordaba haber conocido a Camilo ni haber sido su catequista. Asimismo, el exfutbolista señaló que tampoco recuerda ninguna denuncia de abuso sexual por parte de Guerrero Timaná.

“Que me acuerde, nada que ver. Convérselo con el señor Víctor Guerrero”, señaló. “Dentro de su libertad como personas, estas pueden cometer cosas que no son permitidas y que dios no permite, que son obra del maligno, del demonio”, agregó.

Además, Cueto afirmó que el padre Guerrero “tendrá que ponerse a derecho si es que ha cometido ese delito”, aunque recalcó no saber si la denuncia es cierta. Por último, aclaró que la participación en el Camino Neocatecumenal es totalmente libre y que uno puede entrar o salir cuando guste, por lo que el actuar de alguien sería una responsabilidad personal, no del Camino Neocatecumenal.

Altavoz se comunicó con Guillermo La Rosa, quien señaló no conocer a Camilo. El exfutbolista nos pidió que lo volviéramos a llamar, pero no obtuvimos respuesta. Por otro lado, intentamos comunicarnos con Carlos Espinoza, pero no tuvimos éxito, en tanto Boticas & Salud señaló que no podían facilitarnos su contacto.

Otra medida que habría tomado Del Río fue trasladarlo a la Parroquia María Madre de la Paz, ubicada en Surco.

“Yo no podía estar en la parroquia María Auxiliadora porque Víctor iba ahí. Por eso es que me pasan a la de María Madre de la Paz y ahí le conté a mis hermanos. Fue un error, sí, porque ellos lo tomaron como si yo fuera el problema. Y yo lo contaba porque no podía guardármelo, y ellos lo veían como ‘Ay Camilo, siempre con el mismo tema”, cuenta.

El monseñor del Río decidió también que lo mejor sería que Camilo deje de vivir en el Seminario y le alquiló un cuarto, pero únicamente por dos meses. Pasado este tiempo, se quedó nuevamente sin domicilio. Fue entonces que el padre Víctor Guerrero lo buscó y le ofreció alquilarle un cuarto a cambio de su silencio sobre lo sucedido. “Si no estás conmigo, no podrás vivir en el cuarto”, le decía.

Recuerden este nombre: Víctor Guerrero Timaná

Víctor Guerrero es sacerdote diocesano, incardinado de la Diócesis del Callao, que pertenece a la archidiócesis de la Iglesia Católica en el Perú. Compartió la formación sacerdotal en el Seminario Redemptoris Mater junto a Javier del Río, actual arzobispo de Arequipa.

En 1997, cuando el entonces obispo del Callao nombró a Del Río como rector del Seminario “Corazón de Cristo”, el padre Guerrero se desempeñaba como ecónomo del mismo y, en el año 1999, fue nombrado vicerrector hasta el 2004. Posteriormente se trasladó a la Parroquia María Auxiliadora, en el Callao.

Guerrero se presentó ante Camilo como una suerte de “guía espiritual”. Le ofreció su amistad y la posibilidad de guiarlo en el Camino Neocatecumenal, que comprende una serie de pasos que, según predica el movimiento, se deben seguir para llegar a dios. Pero, tras el primer presunto abuso, la relación de ambos cambió: de acuerdo a Camilo, Guerrero lo chantajeaba con quitarle el lugar en donde vivía si se resistía.

“Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades”

(Proverbios 23:33)

La ansiedad de Camilo lo llevó a consumir cocaína hasta alcanzar altos niveles de adicción. Guerrero habría propiciado y financiado el consumo de esta droga. Según su testimonio, le daba de S/.5 a S/.10 para que comprara una dosis diaria siempre y cuando no contara a nadie sobre los abusos.

Camilo recuerda también que el padre Guerrero lo llevaba a discotecas gay y a un sauna llamado “Olimpus” -también frecuentado por homosexuales- ubicado en el Callao. Un periodista de este diario acudió a este último local y, al consultar sobre el padre Víctor Guerrero, un masajista afirmó que “el curita” asistía al lugar los lunes, martes o miércoles, todas las semanas.

La adicción a la cocaína llevó a Camilo a ingresar, en el 2006, al centro de rehabilitación Virgen de Fátima, ubicado en el distrito de Zapallal. Según relata, el tratamiento habría sido pagado por la comunidad María Madre de la Paz.

Camilo dejó el Camino Neocatecumenal en el 2009, luego de alcanzar el Segundo escrutinio del movimiento, en el que lo exhortaron a vender sus bienes y donar el dinero a la iglesia. Según nos cuenta, todo su patrimonio consistía en un colchón y ropa, que consiguió vender por S/.60. A los neocatecumenales no les pareció suficiente y lo llamaron idólatra. “Me dijeron que no me desprendía de mis bienes. Es ahí que decidí irme”.

El lado oscuro de Javier Del Río, actual arzobispo de Arequipa

Según lo relatado por Camilo, cuando decidió contarle lo que sucedía con el padre Víctor Guerrero Timaná al actual arzobispo de Arequipa, monseñor Javier del Río, este le dijo que el padre Guerrero “era un ser humano y que se podía equivocar”.

“No entiendo por qué Javier [Del Río] nunca hizo nada. De repente suena absurdo, pero yo a Javier lo admiro. Sin embargo, toda esta admiración se nubla porque, ¿cómo puedo admirar a alguien que nunca dijo nada sobre lo que le conté? Eso mata todo. ¡Tengo mucho miedo, mucha rabia! Me siento diferente a mucha gente, yo sí me siento diferente. Me destruyeron la vida. Sí, me han destruido. Me pongo nervioso, lloro a cada rato. Tiemblo, he tenido intentos de suicidios, me siento diferente a los demás”, cuenta hoy.

Este diario se comunicó con el monseñor Javier del Río, quien negó haber recibido alguna vez una denuncia por abuso sexual. Sin embargo, reconoció que, en las épocas en las que él fue nombrado rector del seminario, el padre Guerrero se desempeñaba como ecónomo del mismo. Por otro lado, también admitió que Camilo asistía a María Auxiliadora y “que era llevado más bien por el padre Guerrero”, en referencia a que, por esos años, la parroquia se encontraba a su cargo.

El hoy: José Luis del Palacio

Este diario se comunicó con el actual obispo del Callao, José Luis del Palacio, quien respondió a un cuestionario de preguntas enviadas por correo electrónico. En ellas, afirmó conocer a monseñor Del Río y al padre Víctor Guerrero Timaná (a este último desde el año 1987, aproximadamente).

Por otro lado, el actual encargado del obispado del Callao nos dice que en el 2001 –año en que Camilo le habría contado lo sucedido con Guerrero Timaná– se encontraba de misionero en Lima y demás departamentos del Perú. Negó conocerlo y aseguró ignorar que exista una denuncia de abuso sexual en contra de Guerrero.

Este diario acudió en tres oportunidades al Obispado del Callao en busca de Víctor Guerrero Timaná, pero el personal se negó a brindarnos información sobre su paradero. Asimismo, nos comunicamos en dos oportunidades vía telefónica con él. En ambas, se negó a responder sobre las acusaciones que pesan en su contra. Por otro lado, a la fecha, el Obispado del Callao afirma que -a raíz de nuestra comunicación- ha iniciado el proceso de investigación “que disponen las normas eclesiásticas” en contra de Víctor Guerrero. Así lo afirmó el vicecanciller Carlos E. Echeverría.