Diario de Gipuzkoa (España),  Joseba Imaz, 25.06.2012

«Auténtico vidente africano. Resuelve todo tipo de problemas en tres días, 100% garantizado». Reclamos de éste tipo proliferan en los últimos meses en Gipuzkoa, al tiempo que las preocupaciones sociales y los disgustos personales aumentan como consecuencia de la crisis. Brujos y espiritualistas de diverso pelaje prometen resolver problemas familiares, dar suerte en los negocios, recuperar el amor perdido e incluso fortalecer el ímpetu sexual.

Los expertos en sectas y actividades fraudulentas alertan de los peligros que pueden esconder estos anuncios, repartidos en los buzones de los ciudadanos. Desde pequeñas cantidades de dinero por los servicios prestados, cuya utilidad debería valorar el propio cliente, hasta cuantiosas estafas en toda regla. Lo que comienza como una simple consulta termina a veces como una auténtica pesadilla.

«Se trata de un mercado negro que en España produce pingües beneficios», contextualiza Juantxo Domínguez, presidente de RedUne, una asociación creada para la prevención de la manipulación sectaria en el Estado. Según detalla, las actividades de estos fraudulentos adivinos difieren mucho dependiendo del caso. «Algunos cobran la voluntad, otros unos 50-60 euros por consulta. Hay quien incluso termina robando a los clientes que, con toda la buena fe, acuden a ellos», afirma el experto.

En Donostia. Estafa de una pitonisa

Domínguez alerta de que «las redes sociales» no hacen sino «incrementar» la repercusión y la visibilidad de estos servicios. Sin ir más lejos, hace cuatro años, se publicitó a través de estos medios la llegada a Donostia de una persona que tenía poderes «para limpiar los problemas de la gente». «Iba a establecer su consulta durante unas semanas en un céntrico apartamento de Donostia», narra el presidente de RedUne.

Lo que en un principio podía parecer un anuncio más entre muchos, se tornó en algo mucho más serio. Según relata el experto en prevención de sectas, los clientes se sentían seguros al encontrarse con «una pitonisa» que ofrecía sus servicios en un lugar «elegante» y «bien montado». «A quienes observaba psicológicamente manipulables, les pedía que llevaran una importante suma de dinero o de joyas para poder purificarlas. Lo vendía como una forma de limpiar los problemas».

Tras varias consultas, a estas personas se les decía que podrían disponer de nuevo de sus billetes y alhajas en su última consulta, para lo que se ponía fecha. «Cuando llegaba el día, las víctimas del fraude se encontraban con que el apartamento se hallaba cerrado y la pitonisa había desaparecido», concluye Domínguez. El dinero se había esfumado y lo que verdaderamente se había quedado limpio eran los bolsillos de las personas defraudadas. Más tarde se supo que los estafadores vinieron a la capital guipuzcoana directamente desde Brasil, adonde volvieron sin dejar rastro después de cometer semejante tropelía.

Los representantes de RedUne entroncan este tipo de estafas en la «amalgama de centros de nuevas terapias» que han proliferado en los últimos años. Según enumera Domínguez, al albur del vacío legal existente en el Estado en esta cuestión, se han multiplicado las consultas psicológicas que ofrecen tratamientos «poco tipificados desde el ámbito científico», «sanadores» que dicen poder «curar hasta el cáncer» y terapeutas que «mezclan todo tipo de técnicas». «Se abren centros con diferentes denominaciones: autoayuda, coaching, terapia… Pero no existe ninguna regulación al respecto», saca a relucir.

La ausencia de normativa hace que los ciudadanos que acuden a estas entidades se encuentren «desamparados» ante cualquier «desmán». «En Francia el ámbito de las nuevas terapias está regulado y todos los centros deben estar acreditados», asegura. Algo que, en su opinión, debería hacerse en el Estado español.

No en vano, detalla el presidente de RedUne, el 70% de las quejas que la agrupación recibe corresponden a casos relacionados con este tipo de centros. En Gipuzkoa se calcula que existen un centenar de centros de terapia y otros terapeutas que ejercen desde casa. Los fraudulentos terapeutas echan el ojo a personas vulnerables, a las que se manipula para que rompan sus vínculos con la familia y sus amigos. «Se ven casos muy graves a quienes se genera una dependencia exagerada en esta cuestión».