Heraldo de Aragón (España), Mónica Tragacete, 3.03.2019
Cuando el común de las personas piensa en qué es una secta es muy probable que se le venga a la cabeza una imagen estereotipada vinculada al esoterismo o al satanismo. Estos prejuicios son uno de los grandes males de este fenómeno, que los expertos consideran endémico.
Las estadísticas reflejan que alrededor del 1% de la población española tiene vinculación con algún grupo sectario. Las sectas existen y no se corresponden con fanáticos con túnicas sentados en círculo en una habitación bajo la dominación de un gurú que hace con sus voluntades lo que desea.
«Son una realidad más bien sinuosa», dice el psicólogo Miguel Perlado, que tiene constancia de que unos 40 grupos de este tipo están asentados actualmente en Aragón. «Son de corte sanador y neochamánico y suelen moverse por la zona del Moncayo y también de Pirineos», explica el psicólogo, uno de los mayores expertos de España en este tema. Alejados de las ciudades, los líderes hacen y deshacen a su antojo.
Perlado ha sido uno de los organizadores del V Encuentro Nacional sobre Sectas que se ha celebrado este fin de semana en el Centro de Historias de la capital aragonesa. En el congreso han participado psicólogos, psicoterapeutas, criminólogos y abogados que han analizado, en diferentes mesas redondas y ante decenas de asistentes, los procesos de captación y adoctrinamiento y cómo se puede afrontar la salida de estos círculos, entre otras cuestiones.
«La iniciativa nació con la ayuda de un grupo de ex miembros de sectas hace ya cinco años. El objetivo es visibilizar un problema que continúa estigmatizado, muy asociado al qué dirán, y a la vez dar voz a los afectados en un foro especializado con expertos», afirma.
Como sucede con las propias sectas, las consecuencias de la entrada de una persona en uno de estos grupos tampoco se corresponde con la realidad. El objetivo del líder no siempre es hacerse con el dinero de las personas a las que tiene bajo control, ni tampoco abusar de ellas sexualmente: cada vez hay más gurús cuyo fin es el dominio total de los adeptos.
A costa de anular por completo a las personas del grupo, colman el vacío de su propia existencia. Recuperar la vida normal cuando se logra salir del círculo sectario, si es que se consigue, conlleva años de terapia. Los síntomas que presentan quienes han pasado a formar parte de una secta son el alejamiento del entorno familiar y de amistades, irritabilidad o continuas alusiones al grupo del que se ha empezado a formar parte, al que no identifican como secta.
Ante cuadros de este tipo, lo primero que se debe hacer es «mantener la calma». «Después, hay que pedir ayuda y nunca estigmatizar», explica Perlado. Una de las entidades las que se puede acudir es la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico, organizadora del encuentro de este fin de semana.
Miguel Perlado. Psicólogo especialista en sectas
El psicólogo Miguel Perlado tiene su consulta en Barcelona, pero viaja a menudo a Zaragoza, donde trata a varios ex miembros. Este experto cree que el desconocimiento de las sectas favorece su supervivencia. Estos grupos son de organización compleja, e incluso traspasan las fronteras nacionales. «Nada de cuatro trasnochados conspirando en una habitación», señala el experto.
«No es habitual que un grupo comience a funcionar como una secta, pero pasa el tiempo y devienen en un comportamiento sectario», explica. No captan en las calles, se nutren del boca a boca de sus miembros, quienes invitan a familiares y amigos a supuestos grupos de crecimiento personal, meditación, etc. Esto no significa que todos esas actividades sean sectarias, pero sí que hay algunas que se camuflan como tales, advierte.
Hay que desechar la idea de que en una secta se cae. Perlado apunta que los grupos tienen captadores que, «empleando tácticas mundanas de influencia social», escogen a los miembros. «No eligen a los que hacen muchas preguntas y sí a quienes tienen alguna vulnerabilidad». En Zaragoza se conoce el caso de una mujer que, recomendada por una amiga, visitó a una presunta especialista en relajación porque tenía problemas para dormir. De la primera sesión salió muy satisfecha, pero ya no recuerda si le solucionó el insomnio: de la supuesta consulta salió con otros problemas. Sin saber muy bien cómo, acabó metida durante años en un grupo sectario manejado por una gurú súper controladora que a cualquier hora podía llamar a sus seguidores para que dejaran todo lo que estaban haciendo y acudieran a su vera porque tenía una crisis y necesitaba al grupo alrededor.
El componente carismático y magnético de los líderes existe, según los expertos. «Las sectas institucionalizan el abuso», explica Perlado, «sus líderes ejercen niveles muy elevados de control coercitivo». «Observan que fallas en tu identidad y se ganan tu confianza. Lo primero que te tocan son tus sentimientos para que te sientas halagado», informa.