JULIO M. LÁZARO – El País, Madrid – 23/10/1991

Eduardo González Arenas, Eddie, líder de grupo Edelweiss, ha sido condenado a un total de 168 años de prisión por 28 delitos de corrupción de menores, y sus lugartenientes Carlos de los Ríos e Ignacio de Miguel, a penas que totalizan 65 años de prisión por el mismo número de delitos. Estos tres acusados y otros siete monitores de Edelweiss, condenados a penas de seis meses cada uno, captaron a un grupo de niños y, con el pretexto de ir de acampada, les sometieron a relaciones homosexuales y sodomíticas. El tribunal no considera que Edelweiss fuese propiamente una secta.

En aplicación del Código Penal, las 28 penas quedan automáticamente reducidas al triple de la impuesta a cada procesado. En el caso de Eddie (penas de 6 años) la sentencia se reduce a 18 años de cárcel, en el de Carlos de los Ríos e Iñaki de Miguel, (penas de 2 años, cuatro meses y un día), a 7 años y en el de los otros siete procesados, (penas de seis meses) a año y medio de prisión. De momento, y al no ser firme la sentencia, sólo ha ingresado en prisión el líder de la secta, Eduardo González Arenas. La sentencia aprecia un total de 28 delitos de corrupción de menores, al haber sido 28 los testigos de cargo que declararon ante el tribunal, aunque éste considera válidos los 75 testimonios de menores en el sumario.

El grupo funcionó entre la primavera de 1983 y el 20 de noviembre de 1984. fue fundado por Eduardo González Arenas quien, «con el pretexto de fomentar el deporte y el contacto con la naturaleza aglutinó niños de entre 11 y 14 años a los que inculcó hábitos que les harían proclives a satisfacer sus propias apetencias sexuales», dice la sentencia.

Con Eddie como líder o jefe colaboraron en una segunda escala Carlos de los Ríos e Ignacio de Miguel y bajo la dirección o mando de éstos, y como instructores, Millán Arroyo Menéndez, Milli; Javier Bueno Huertas, Bicho; Eduardo Gómez Ballesteros, Edgar; Antonio Gutiérrez Rodríguez, Toño; José Garrido Gil, Juan Iriarte Arrizabalaga y Javier Marcos Martínez.

Según la sentencia, los procesados fomentaban la imaginación de los niños hablándoles de los planetas Nazar y Delhais. A éste último, «donde el amor tenía una expresión libre y homosexual», serían trasladados si eran escogidos por Eddie antes del cataclismo nuclear que se avecinaba para 1992. Tras esta primera fase de aleccionamiento seguía una segunda de alejamiento familiar, control diario de los niños e imposición de absoluto secreto.

«Para alcanzar la graduación de guardia de hierro, accesible sólo a los «elegidos» en un solemne ritual en el que eran marcados con un alambre candente en el brazo izquierdo, era necesario mantener relaciones homosexuales. «Ello suponía alcanzar esa perfección que les haría merecedores del viaje al otro planeta, donde sólo eran posibles las relaciones entre el mismo sexo».

Engaños y humillaciones

La sentencia individualiza las conductas de cada procesado y relata exhaustivamente las relaciones homosexuales que mantuvieron. En el caso de Eddie, se declaran probadas relaciones con 20 niños «que le creen un ser superior, a los que engañaba y humillaba incitándoles a mantener relaciones homosexuales no sólo con él, sino que una vez había abusado de ellos podía pasárselo a algún otro monitor». Eddie creó los consejos de honor, «en donde se sometía a castigos ejemplarizadores y crueles a los niños». Otra pauta de sus ideas fue «transmitir un concepto de la mujer como ser corrupto y falto de inteligencia que enfrentaba a los niños con sus madres y les alejaba de la heterosexualidad». Carlos de los Ríos, el número 2 de Edelweiss, tuvo «una decisiva actuación en el convencimiento de los menores y desviación de su moral». Instigaba a los niños a aportar dinero y tenía varias «A.P.», amistades particulares en la jerga del grupo. Se le han probado relaciones con seis niños.

Ignacio de Miguel, número 3 en la jerarquía, «era idóneo para dar confianza a los padres» que más resistencia opusieron a las acampadas, «dada su presencia, nivel cultural e inteligencia natural». Este procesado, hijo del sociólogo Amando de Miguel, también «podía escoger entre los niños su amistad particular». Se le han probado cinco relaciones homosexuales y haber intentado otra. Debido a que regresó desde Brasil para presentarse, se le aplica la atenuante de arrepentimiento espontáneo.

El tribunal aplica a los monitores la eximente incompleta de enajenación mental porque aunque no considera que Edelweiss «pudiera calificarse como secta», funcionaba de manera equivalente y los acusados pudieron verse afectados por «indefensión intelectual y secuestro de la voluntad» propios de las sectas. La sentencia impone a todos los procesados 28 penas de inhabilitación especial para toda profesión que tenga relación con niños.