20 Minutos (España), Pablo Rodero, 1.12.2024

Vestido con su ropa ritual y sosteniendo un tambor africano, Ángel Neira, un catalán de 27 años, posa junto al altar que tiene en su propio piso en Barcelona. El altar, a simple vista, es un compendio arbitrario de objetos en una estantería. Una espada de madera, un osito de peluche, dos rosarios colgantes, un arco de madera…

Hasta aquí se desplazan de tanto en tanto los correligionarios de Neira para compartir con él los ritos umbandistas y quimbandistas, cultos nacidos en Brasil y creados por los descendientes de los esclavos negros que fueron llevados por los europeos a América tras la conquista. Neira, sin embargo, no tiene ningún vínculo étnico ni cultural con los afroamericanos, pero decidió profesar su fe.

«Desgraciadamente, estamos en un país y estamos en una sociedad en la que quizás esto no es tan conocido, no está tan aceptado y se estigmatiza por desconocimiento», declara Neira, que trabaja como informático y en la inmobiliaria familiar y afirma que, antes de profesar esta religión, ya tenía una concepción espiritual de la realidad y había tenido experiencias paranormales.

«Experiencias que, a priori, no entiendes. Sueños, sensaciones, visiones, que después pasaban…», asegura Neira, que no cree que su inclinación por un culto sin vínculos culturales directos con España sea excepcional a día de hoy. «En las nuevas generaciones, hay bastante gente que es española y que empieza a curiosear más. Quizás empiezan más con contacto con el tarot o con horóscopos, o con estas cositas, ¿no? Y empiezan a querer embarcarse un poquito e ir resolviendo esas dudas que van apareciendo».

Religiones como el umbandismo, de origen brasileño, la santería cubana, o el vudú haitiano forman parte de una misma familia de creencias conocidas como cultos africanistas. Desarrollados durante siglos en América Latina a partir de los descendientes de los esclavos negros traídos de África, en las últimas décadas han ido llegando a España a través de la migración y están arraigando incluso en españoles que no tienen ningún vínculo cultural con América ni la cultura afro.

Su raíz común es el culto a los espíritus de los antepasados y la creencia en un plano de la existencia que no se puede percibir con los sentidos. La parte más polémica de su ritual es el sacrificio animal a modo de ofrenda para estos espíritus.

«A nivel histórico, esas ofrendas que se hacían, que para nosotros se llama inmolación, se han seguido manteniendo, pero es cierto que no es algo que sea imprescindible. Es una parte ínfima de lo que hacemos», defiende Neira, que asegura no haber tenido nunca que llevar a cabo una inmolación en su práctica religiosa, aunque sí la ha presenciado. «Es cierto que forma parte de la cultura y de esa religión, de la historia… pero, igualmente, es un tema que se ha tenido que ir adaptando con el tiempo por esa imagen que tiene y que es complicado que se siga manteniendo. La finalidad de la religión no es conseguir que eso se mantenga, es hacer un mundo un poco mejor».

Espíritus que se convirtieron en santos

Desarrollados en muchos casos de forma clandestina entre los esclavos negros en América, estos cultos tienen un origen animista, basados en las religiones que se profesaban culturas como los yoruba o los bantúes que, posteriormente, se mezclaron con el catolicismo llevado a América por españoles, portugueses y franceses.

«Se mezclaron con el cristianismo durante la época en la que el cristianismo era obligatorio, primero, para pasar desapercibidos, pero también porque realmente la gente lo pensaba. Pensaban que Yemayá era la Virgen o, concretamente, la Virgen del Carmen, porque es la Virgen del mar», declara Mónica Cornejo, profesora de antropología de las religiones de la Universidad Complutense de Madrid. Los orishas africanos se convirtieron así en santos y vírgenes y los ancestros a los que se rendía culto se convirtieron incluso en personajes históricos como Simón Bolívar, al que rinden culto algunos africanistas venezolanos.

Como ocurrió con muchas otras religiones minoritarias, los cultos africanistas vivieron un impulso en los años 70, de la mano del movimiento por los derechos civiles de los de las poblaciones afrodescendientes. A esa primera oleada, le ha seguido la caída de fieles del catolicismo y la difusión a través de internet de todo tipo de cultos que aunque, aún muy minoritarios, están ganando poco a poco adeptos.

«La gente no se va a convertir a la santería porque la santería es como un servicio. Una cosa es que te compres una vela o un jabón y otra cosa es que te hagas santero. Casi nadie se hace santero a tiempo completo, es algo más bien que está ahí a mano», explica la profesora con un curioso símil que explica la combinación de varios cultos religiosos en estos tiempos postmodernos: «No es como ser del Atleti, es más como ser de Carrefour o de Alkosto. Tú puedes ir al Mercadona, pero puedes no ir también. Puede aumentar el uso de elementos de santería, pero de ahí a que crezca el número de santeros… eso ya me parece mucho decir».

Un templo en Carabanchel

La puerta metálica de un garaje, en una calle estrecha del popular barrio madrileño de San Isidro, en Carabanchel, no anticipa en absoluto lo que puede haber al otro lado. El templo, en realidad una larga nave con suelo de parqué y paredes blancas, está sorprendentemente iluminado y lleno de vegetación. Al fondo, está el altar. Una ecléctica colección de elementos que van desde un reloj de escritorio vintage, a una espada medieval pegada enmarcada madera y flanqueada por dos herraduras, pasando por un osito de peluche y una imagen de Jesucristo.

Frente al altar, una mesa, y junto a la mesa, una mujer que acaba de entrar en el templo se ha tumbado boca abajo y mueve los brazos mientras susurra unas palabras en portugués. Está saludando a los espíritus. Es una fiel afroumbandista y este es su templo. En la mesa se sienta su «pai de santo», una suerte de sacerdote y guía espiritual: Benjamín Maldonado, nacido hace 35 años en Corrientes, Argentina, en la frontera con Brasil y Paraguay. Es también el pai de Ángel Neira y de tantos otros hijos repartidos por todo el país.

«En realidad todos tenemos una ascendencia afro. Nosotros cultuamos ancestros, a los que llamamos santos, y todos, cercanos o lejanos, tenemos un ancestro afro, en nuestro árbol genealógico, allá muy lejos, en alguna ramita perdida, hay algún ancestro afro», declara el Maldonado. Es de piel clara y pelo negrísimo, que está afeitado por los lados y peinado hacia detrás desde el tupé. Su barba y bigote, del mismo color, están perfectamente perfilados. Viste con una camisa y unos vaqueros, porta pendientes de aro y grandes anillos de plata en las manos y bebe mate. De vez en cuando, sostiene un colorido rosario que posa después sobre la mesa.

«Los cultos africanistas acogieron a todos aquellos que eran excluidos de la fe cristiana y se hicieron grandes inevitablemente. Y se sigue multiplicando en América. Aquí no se nota tanto, pero en América salen de debajo de las baldosas como si fueran cucarachas, nos multiplicamos de una manera tremenda», asegura el sacerdote umbandista.

El largo viaje de Benjamín Maldonando

El pai Benjamín Maldonado entró en contacto con estos cultos por primera vez en Cuba siendo aún un niño que viajó durante varias temporadas a la isla caribeña para estudiar música. Una vez de vuelta en su país, entró en contacto con el afroumbandismo, la versión brasileña de la santería cubana que ha encontrado muchos adeptos también en Argentina. En Buenos Aires conoció a su mai de santo, la sacerdotisa que le introdujo definitivamente en el culto.

«Tanto el sacerdote hombre como como la sacerdotisa mujer tienen la misma jerarquía, no se hace diferencia ni de género, ni de raza, ni de sexo, ni de orientación sexual ni de nada. Eso es algo que a mí me enamora del batuque y de la umbanda», declara Maldonado, que en Argentina trabajaba como militar y ahora compagina su actividad como pai de santo con la docencia y la música. «Todos aquellos que eran excluidos de la fe cristiana encontraban a Dios dentro de un templo umbandista. Yo mismo soy homosexual y mi pareja está tan religioso como yo».

Una fiel umbandista saluda a los dioses junto al altar del templo del pai Benjamín Maldonado.Una fiel umbandista saluda a los dioses junto al altar del templo del pai Benjamín Maldonado.Sergio García
A su llegada a España, Maldonado fundó el templo del que ahora es sacerdote. Primero en su propia vivienda y, desde hace nueve años, en este local a medida que iba ganando adeptos. Hoy le acompañan algunos de sus 198 «hijos», los fieles adscritos a su templo: su pareja, que es ruso, una mujer brasileña, un hombre venezolano y una joven argentina. A todos ellos, salvo a su pareja, la práctica de los cultos africanistas les viene de familia, pero Maldonado afirma que muchos españoles también están incorporándose al templo en los últimos tiempos.

«Todo el africanismo cree en un solo dios, en el mismo dios en el que cree cualquier religión. Lo que hay son diferentes interpretaciones según cultura, según idioma, según situación geográfica, pero dios es uno solo y las religiones todas son caminos que te llevan al mismo dios», afirma Maldonado. «Tengo hijos españoles que son incluso, hasta me arriesgaría a decir, más devotos que yo. El catolicismo está solucionando ese tema de la lejanía con el pueblo, pero, en general, la exclusión que hacen en las otras religiones hace que la gente venga a buscar a dios aquí. Aquí no se discrimina a nadie. Tú puedes ser negro, blanco, chino, da igual. Hombre, mujer, perro, gato, da igual. Nosotros no miramos a la gente cómo se viste o qué color de ojos o pelo tiene. Miramos almas».

Sacrificios, estafas y víctimas de la santería

El sacerdote lamenta la mala prensa que tienen que contrarrestar de forma continua, especialmente en lo referente a la realización de sacrificios animales que son ilegales en España. Él y un pequeño grupo de fieles o afines a su religión están tratando de sacar adelante una propuesta legal para que los sacrificios rituales de su religión sean permitidos como los son, por ejemplo, los que se realizan en la religión islámica -Eid al-Adha- o judía -Pesaj-. «Hay gente que piensa que nosotros matamos gatos, perros. No. El animal que se utiliza es el animal de granja que luego se come», aclara Maldonado que subraya que «no existe africanismo sin sangre».

Algunos de los rituales en los que se realizan estos sacrificios son las «limpiezas de almas» un proceso que, en palabras del sacerdote, «consiste en poner un montón de ofrendas, las que correspondan, dentro de de paquetes o de bolsas, y eso se pasa por el cuerpo de la persona. Algunas limpiezas se hacen sin animal, otras limpiezas se hacen con animal. En este país está prohibida la inmolación, se considera maltrato animal, entonces cuando utilizamos animales tiene que ser fuera del territorio español para evitar problemas».

Ángel Neira es uno de tantos españoles de tradición católica que nunca se ha definido como tal aunque sí ha participado en muchos de sus ritos. Sentada junto a Neira está su madre, que prefiere no dar su apellido y ser citada simplemente como Fina para proteger su identidad. Como él, también profesa el culto afroumbandista desde hace una década. Ambos entraron en contacto con la religión afrobrasileña a través de una tarotista que, a su vez, les puso en contacto con una uruguaya practicante de este culto. Un tiempo después, conocieron a Benjamín, que acabó adoptándolos en su templo como «pai».

«Hay mucho desconocimiento, la gente confunde todo con la magia negra, el demonio, no es nada de todo eso. Necesitarías muchísimo tiempo para explicar realmente qué es todo lo que hacemos o lo que nosotros cultuamos», explica Fina. «Hay mucha gente que, desgraciadamente, como en toda religión, ha utilizado el nombre de la religión y ha hecho verdaderas barbaridades. Entonces, el hecho de poder expresarlo de cara hacia la gente de tu alrededor, pues quizás es un poco de inicio complicado. Pero lo acabamos haciendo», añade su hijo, que define su religión como «una filosofía de vida».

Los dos elementos más controvertidos de estos cultos de cara a los no practicantes son los ya mencionados sacrificios animales y los casos de flagrantes estafas que algunos sacerdotes han llevado a cabo aprovechándose de la desesperación de personas en busca de soluciones mágicas a problemas terrenales. Algunos de los que han caído en estos engaños se han agrupado en la Asociación de Víctimas y Familiares de la Santería, que se ha dedicado sistemáticamente a denunciar estafas por parte de santeros.

«Ha habido religiosos, los cuales, pues, por su modus operandi es aprovecharse del dolor ajeno, el hacer negocio de esto, el infundir ese miedo, y, entonces, acaba salpicando a todos los religiosos», lamenta Neira. «En nombre de todas estas religiones hay, pues como en todo, gente que hace lo que hace. Y eso se oye mucho más que cuando hacen el bien», subraya Fina.

En el templo que ambos comparten con decenas de fieles, la mayoría españoles como ellos, no se paga ninguna cuota ni nadie obtiene un beneficio económico, según afirman ambos. Las únicas aportaciones se hacen para un bote destinado a los gastos comunes generados por el culto. «En la casa somos abogados, policías, informáticos, prácticamente todos somos con carrera. O sea, no es un tema de desconocimiento, de no tener cultura, cada vez se va normalizando más», declara Fina.

De vuelta a Madrid, el pai Benjamín tampoco es ajeno al estigma que arrastra su religión por las estafas que se han producido. Él, por su parte, trata de mantener las puertas de su templo abiertas para todo aquel que quiera conocerlo. «Pecamos de tener las puertas cerradas. Entonces, el silencio da pie al mito», declara el sacerdote argentino.

«No es ningún secreto que la gente entra en estos cultos para enriquecerse o para obtener beneficios vanos. Yo soy consciente del poder que da esto. Pero la sabiduría está en no utilizarlo. Y si uno lo va a utilizar, utilizarlo para buenas causas», defiende el sacerdote argentino. «A un templo cualquiera, sea católico, evangelista, o lo que sea va gente rota. Y si a esa gente rota tú le alimentas con promesas falsas, si prendes esta velita, tal santito te va a dar cierto beneficio… eso empeora. Esto no tiene que ver con el misticismo. Nadie te va a leer el futuro, aunque te digan que sí. En una consulta te van a dar las herramientas para que tú te manejes, pero no te van a decir qué hacer. A los vendedores de ilusiones les tengo miedo. Las puertas en España se abren para este culto. Espero que España no los cierre por los vendedores de ilusiones».

El pai se despide y cierra la puerta metálica de su templo que, de pronto, vuelve a parecer un simple garaje en una pequeña calle de Carabanchel. Un poco más adelante, la calle General Ricardos es un hervidero de viandantes y de tráfico denso. Un hombre reparte panfletos a todos los viandantes. Es un anuncio de un vidente que ofrece sus servicios por un módico precio prometiendo arreglar casos muy desesperados con rapidez, eficacia y resultado 100% garantizados: «Máxima discreción. Deja de sufrir». El pai Benjamin tiene un largo trabajo para que voces como la suya sean las que prevalezcan en el mundo de los cultos africanistas frente a las de los estafadores.