Diario SUR (España), Irene Quirante, 25.02.2024

Se hacía pasar por santero, pero sus únicos poderes eran la mentira y la manipulación. Esas eran sus armas para convencer a mujeres en una «situación desesperada» y con fe en la santería de que él sería su salvación. A varias de ellas las conoció en Marbella, según ha podido saber SUR, y, tras ganarse su confianza, les hizo creer que les había conseguido un trabajo en Almería.

El falso santero sería, según los investigadores, un proxeneta especializado en captar a mujeres extremadamente vulnerables: jóvenes que se encontraban en territorio nacional en situación administrativa irregular y sin apenas recursos tras haber migrado desde distintos países de Sudamérica.

El sospechoso, de origen cubano, fingía preocupación y empatía por sus potenciales víctimas, a las que acababa ofreciendo como posible salida un trabajo en un club de ocio nocturno en Almería. Al menos trece de ellas cayeron en su trampa, de la que únicamente fueron conscientes cuando llegaron a la provincia almeriense.

Una vez allí eran encerradas en un piso que funcionaba como burdel, donde serían forzadas a prostituirse a destajo, pese a que en sus puertas hubieran carteles con el eslogan institucional que reza ‘Solo sí es sí’. Según los investigadores, vivían en una especie de prisión en la que tenían que permanecer prácticamente las 24 horas, siempre disponibles para los hombres que quisieran pagar por acostarse con ellas.

De lo contrario, el supuesto chamán las amenazaba con hacerles daño a ellas o a sus familias a través de rituales esotéricos. Este hombre y una mujer han sido detenidos en El Ejido (Almería) en el marco de una operación denominada ‘Zodiaco’, que ha sido coordinada entre las Brigadas de Extranjería y Fronteras de El Ejido y Marbella, y el Grupo III de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales de Valencia. Se les atribuyen delitos relativos a la prostitución y contra los derechos de ciudadanos extranjeros.

Al parecer, la arrestada era la encargada de gestionar la rutina del prostíbulo. Según los investigadores, sometía a las perjudicadas a un férreo control que, directamente, resultaba incompatible con sus derechos humanos. Tanto era así que contaba con un circuito cerrado de televisión desde el que las vigilaba, usando incluso el audio del sistema para darles instrucciones cuando salía del local.

Según las pesquisas policiales, los dos investigados imponían a las mujeres un sistema de multas con el que las presionaban para que prestaran servicios sexuales sin descanso, teniendo que estar disponibles todos los días del año y a todas horas.

Las víctimas tampoco tenían derecho a decidir si aceptaban o no a los hombres que querían pagar por tener relaciones sexuales con ellas, ni podían negarse a someterse a determinadas prácticas. De acuerdo con los investigadores, si les pedían tener sexo sin medidas protección, ellas tenían que obedecer. Si les ofrecían sustancias, también tenían que aceptar para complacerlos.

En caso de decir no o de superar el tiempo establecido para el servicio, además de ser amenazadas con rituales esotéricos, los supuestos proxenetas las castigaban dejándolas sin su recaudación o con la repentina expulsión de aquel piso, a sabiendas de que no tenían sin ningún recurso para subsistir.

La detenida, según la policía, había aleccionado a las chicas para controlar lo que respondían a la policía en caso de una inspección y que así pareciese que estaban allí por elección propia. La mujer, al parecer, había colocado en las puertas de la casa carteles de sensibilización institucional con el eslogan ‘Solo sí es sí’ en un amago de fingir respeto por los derechos de las jóvenes a las que sometería a esclavitud sexual.

Las trece mujeres que llegaron a ejercer en esa casa debían turnarse para dormir en un par de sofás mientras las habitaciones se reservaban para dar servicio a hombres que, en muchos casos, desconocían las condiciones infrahumanas en las que se encontraban las víctimas.

En los pertinentes registros, los policías hicieron acopio de cuadernos de cuentas donde quedaba acreditado que la detenida se quedaba con cantidades que oscilaban entre el 40 y 50% de los servicios, y además les restaban los gastos en higiene, alimentos, consumiciones, o preservativos, llegando incluso a extender préstamos con intereses que rozaban la usura.

Una de las víctimas declaró que aguantaba esta situación con tal de no volver a su país, donde era perseguida por razón de su orientación sexual. Otras estaban tan desesperadas por salir de ese infierno que se planteaban aceptar «ofertas» de clientes que les ofrecían alojamiento a cambio de que se convirtieran en sus esclavas sexuales.

Aquel infierno quedó atrás con la detención de la pareja por parte de la Policía Nacional y el cierre del burdel. Las perjudicadas han sido incluidas en distintos servicios de protección institucional para que empiecen una nueva vida.