SISPE (Perú), 24.05.2025
La figura de León XIV, elegido Papa tras una trayectoria marcada por la firmeza ante el abuso clerical, despierta fuertes reacciones. Se ganó enemigos poderosos al colaborar en la disolución de un influyente movimiento católico cuyos líderes incurrieron en abusos físicos, sexuales, espirituales y psicológicos.
Paradójicamente, sus principales defensores no son altos prelados, sino las víctimas del Sodalicio de Vida Cristiana, quienes lo consideran un aliado clave en su lucha por justicia.
En 2018, cuando aún era obispo en Perú, Robert Prevost —actual Papa León XIV— se reunió con algunos de estos sobrevivientes. Fue uno de los primeros en tomar en serio sus denuncias, cuando muchos otros las desestimaban. Involucró al Vaticano, gestionó compensaciones económicas y contribuyó decisivamente a que, en 2022, se concretara una audiencia con el Papa Francisco. Aquella reunión desencadenó una investigación oficial que culminó con la disolución del Sodalicio a inicios de este año.
“¿Qué puedo decir de él? Que me escuchó”, resume José Rey de Castro, maestro y exmiembro del Sodalicio, donde sirvió durante 18 años como cocinero personal del fundador, Luis Fernando Figari. “Parece una cuestión evidente en un cura, en un sacerdote, pero no es así. Más aún porque el Sodalicio tenía muchísimo poder”.
Fundado en 1971 por el laico peruano Luis Fernando Figari, el Sodalicio nació como una respuesta ultraconservadora a la teología de la liberación, movimiento progresista que floreció en América Latina en los años 60.
En su apogeo, llegó a tener mil miembros principales y varias veces esa cifra en sus otras ramas distribuidas por América del Sur y Estados Unidos. Su sede internacional está en Denver.
A partir del año 2000 comenzaron a surgir denuncias, primero a través de artículos en la revista Gente. En 2011 se presentó una queja formal ante la arquidiócesis de Lima, pero las autoridades eclesiásticas tanto locales como del Vaticano no actuaron hasta que, en 2015, los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz publicaron el libro Mitad Monjes, Mitad Soldados, que detallaba los abusos sistemáticos dentro del grupo.
Un informe de 2017, encargado por el nuevo liderazgo del Sodalicio, reveló un perfil perturbador de Figari: narcisista, manipulador, racista, sexista y obsesionado con el control sexual y psicológico de sus seguidores. Las denuncias incluían sodomización de reclutas, humillaciones públicas y la creación de un ambiente de temor permanente.
A pesar de estas evidencias, las víctimas se toparon con décadas de silencio institucional. La jerarquía católica peruana y el Vaticano tardaron en actuar contra un movimiento aprobado formalmente por Juan Pablo II y favorecido, como la Legión de Cristo en México, por su perfil conservador y su poder económico.
La actitud de Robert Prevost fue distinta desde el principio. Nombrado obispo de Chiclayo en 2014 y luego vicepresidente de la conferencia episcopal peruana, lideró la comisión encargada de escuchar a las víctimas, convirtiéndose en un puente entre ellas y la jerarquía, y fue clave en la articulación de respuestas concretas.
En 2021, Rey de Castro acudió a Prevost tras años de escepticismo frente al programa de reparaciones lanzado por el Sodalicio en 2016, que afirmaba haber destinado 6,5 millones de dólares en apoyo a unas cien víctimas. Tras su reunión, Prevost facilitó un acuerdo confidencial con el grupo y dejó clara su posición: “Para mí, el Sodalicio no tiene carisma”.
Además de escuchar a las víctimas, Prevost defendió públicamente a los periodistas que investigaban al Sodalicio. En 2018, cuando el arzobispo sodálite José Eguren demandó por difamación a Pedro Salinas, Prevost y el nuncio apostólico redactaron una declaración de apoyo desde la conferencia episcopal. Fue la primera postura oficial contra el grupo.
“Y no sólo habían hecho esta declaración, sino que ellos se comunicaron con Francisco, le contaron lo que nos había pasado. Y Francisco se enojó”, recuerda Paola Ugaz.
Las acciones de Prevost no fueron aisladas. Durante años mantuvo contacto con víctimas, periodistas y defensores, incluso después de haber sido elevado a cargos más altos. En noviembre de 2022, coordinó la reunión entre Ugaz y el Papa Francisco en el Vaticano.
La periodista presentó nuevas pruebas, lo que impulsó una investigación en 2023 por parte de expertos en delitos sexuales enviados por la Santa Sede. El informe resultante fue contundente: documentó abusos físicos con rasgos sádicos, manipulación espiritual, control sectario, malversación económica y hasta vigilancia ilegal a críticos como Ugaz. También reveló campañas de difamación organizadas desde dentro del movimiento.
Las consecuencias no se hicieron esperar. En abril de 2024, Francisco aceptó la renuncia de Eguren, gestionada por Prevost. Luego siguieron la expulsión de Figari y otros líderes, y finalmente, la supresión formal del Sodalicio, decretada poco antes del fallecimiento del pontífice.
Hoy, el Sodalicio ha reconocido su disolución y ha pedido perdón públicamente “por los maltratos y abusos cometidos” y el daño causado a toda la Iglesia.