Caretas (Perú), 22.10.2015

Nadie da razón sobre el paradero del huésped de la casa de la calle La Pinta 130, a media cuadra de El Olivar de San Isidro. Luis Fernando Figari, fundador del Sodalitium Christianae Vitae, está ‘no habido’. El hombre que ha sido acusado de abuso sexual por varios ex miembros de la organización se ha esfumado. Se dice que está en Roma.

Pedro Salinas, sodálite durante los ochenta, publicará Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), una investigación que remecerá los cimientos del movimiento peruano de inspiración falangista. “Hay testimonios de abusos, algunos de ellos sexuales, contra sodálites durante los últimos 40 años”, anuncia. Y dispara contra Figari. “Es un hombre cruel, perverso, maquiavélico y abusivo”.

El libro –preparado con la colaboración de la periodista Paola Ugaz– se presentará el 22 de octubre en el Lugar de la Memoria.

Durante la investigación, Salinas solicitó varias veces una cita con Figari para que este explique las acusaciones. En el 2011, un exsodálite denunció que, 30 años atrás, el Superior General del Sodalicio lo obligó a sentarse sobre un palo que él sostenía. “Abatido y humillado, fui forzado a mirar al crucifijo y pensar sobre mis pecados”, refirió entonces a Diario16.

Pero esa solo fue la punta del iceberg. En el 2007, Daniel Murguía fue detenido en el momento en que estaba fotografiando a un niño desnudo en un hotel del centro de Lima. Un año después, CARETAS hizo públicas las denuncias por “inconducta sexual” contra Germán Doig, número 2 del Sodalicio.

“En el año 2011 se presentaron tres denuncias contra Figari ante el Tribunal Eclesiástico. Y aparentemente no ha pasado nada porque, en el 2014, el vocero del Sodalicio salió a decir que ni la institución ni ninguno de sus miembros había recibido alguna notificación por parte de alguna autoridad eclesiástica o civil”, señala Salinas.

COFRADÍA DEL TERROR
El peruano Luis Fernando Figari, el chileno Fernando Karadima y el mexicano Marcial Maciel tienen algo en común. Los tres religiosos han sido acusados de cometer vejámenes en contra de menores aprovechando su autoridad eclesiástica. “Cuando lees sobre cada uno de estos casos pareciera que existiera un manual”, opina Salinas.
Maciel, fundador de la Legión de Cristo, fue acusado de abuso sexual en 1997 por ocho exmiembros de la congregación. “La sanción del Vaticano fue que se aleje de la dirección y se retire a una vida de penitencia y oración”, explica Martín Scheuch, alejado del Sodalicio.

El final para el párroco chileno Fernando Karadima no fue muy diferente. Luego de ser acusado en el 2004 de abuso sexual contra feligreses de la parroquia El Bosque, Karadima fue hallado culpable de los cargos por el Vaticano en el 2011. La condena fue igual de benigna que en el caso de Maciel. Resta saber si las acusaciones contra Figari tendrán la misma suerte.

VIENTOS DE RENOVACIÓN
Aunque la influencia de Figari sobre el Sodalicio es innegable, la jefatura del movimiento ahora recae en Alessandro Moroni. “Es un hombre de buen corazón”, dice Salinas, quien espera sin mucha esperanza que la publicación de su libro sea un granito de arena para reformar la institución. “Tendrían que expulsar a la manzana podrida (Figari) y eso es muy difícil”.
“No creo que el Sodalicio ni la Familia Sodálite tengan actualmente posiciones más moderadas. Lo que pueden haber moderado son sus tácticas para captar y reclutar jóvenes, pero parece que los siguen formando dentro de un patrón conservador y autoritario”, afirma Scheuch. “El que obedece no se equivoca”, solía decir Figari. Y sus exdiscípulos le responden que prefieren vivir equivocados.

Contradicciones en la Catedral

Quienes conocieron a Luis Fernando Figari coinciden en tildarlo como un manipulador. José Enrique Escardó, exsodálite y activista en contra de la orden desde hace quince años, recuerda que la vez que quiso renunciar al Sodalicio, Figari lo llamó para encomendarle una misión trascendental: fundar el movimiento en Roma.
“Era como el padre que te llama la atención y luego te premia con un caramelo”, dice quien también ha sufrido represalias por hacer públicas sus denuncias contra el Sodalicio. “Alguna vez llegaron a amenazarme: dijeron que me iban a llevar a un parque y me iban a meter un fierro al rojo vivo por el ano”, recuerda el exdirector de la revista Gente.

Al igual que Salinas, Escardó conoce de casos de abuso físico, psicológico y hasta sexual. Casos que no se han hecho públicos. “Hace 12 o 13 años una señora denunció a Figari por el secuestro de su hija, pero el tema no prosperó”, precisa. El periodista guarda una serie de documentos que solo revelará frente a un juez.

En la misma línea, el actor Jason Day advierte. “Si algo le asusta a la cúpula sodálite es la atención pública: que se hable de ellos, ponerlos en las portadas, en los espacios periodísticos de mayor audiencia”, refiere el actor, víctima de tocamientos indebidos y conocido militante contra el movimiento Sodalitium Christianae Vitae. “Tras mi testimonio hubo una virulenta reacción en cadena que buscaba humillar, culpar y silenciar a la víctima”, dice. Se refiere a la avalancha de críticas que recibió por parte de ACI Prensa, medio ultraconservador propiedad del sodálite Alejandro Bermúdez.

Quizás por eso el movimiento se apresuró en emitir un comunicado para calmar el maretazo causado por la publicación de Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), libro del periodista Pedro Salinas. Pero en lugar de ello, la misiva ha dejado cabos sueltos que pueden comprometer aún más a su fundador.

ANALES DEL SODALICIO
El aire mesiánico que algunos exsodálites atribuyen a Luis Fernando Figari comenzó a forjarse en la adolescencia. Como diera a conocer CARETAS 1763, Figari perteneció, estando en el colegio Santa María, a un grupo falangista llamado Escalones Juveniles Nacionalistas entre 1967-1968. El excanciller Francisco Tudela habría sido otro de sus connotados miembros.

“Pinocho” o “Caballo Loco”, apelativos de Figari según Salinas, pasaría después a estudiar Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Allí fundaría un movimiento de extrema derecha llamado “Dios y Patria” junto a sus compañeros Pedro Benvenutto y Jorge Cáceres. Corría el año 1971.

El ahora acusado de abuso sexual mostraba ya desde esa época una inclinación por la vida religiosa y el contacto con los jóvenes. En 1974 Figari ingresó a su excolegio como profesor de Religión y Doctrina Social de la Iglesia. Desde allí, arrastrando consigo a chicos de cuarto y quinto de secundaria, engendraría el movimiento que hoy está en el ojo de la tormenta.

ESCALADA LEGAL
El comunicado del Sodalicio de Vida Cristiana, además de falsear información sobre el paradero de Figari, podría ser considerado como una prueba de encubrimiento. “Aceptan y piden perdón por los actos cometidos y explican que por ello Figari fue enviado a Roma”, afirma Escardó. “Es claro que lo están encubriendo”.

“Los religiosos no tienen ningún trato especial frente a delitos comunes como el de la violación”, dice por su parte Walter Gutiérrez, exdecano del Colegio de Abogados. El letrado refiere que el Ministerio Público tendría que haber actuado de oficio en este caso ante la falta de iniciativa por parte del Arzobispado de Lima.

Debido al tiempo transcurrido, los delitos pueden haber prescrito, tal y como pasó con las víctimas de José Karadima. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en el Perú, la justicia chilena mantiene abierto un proceso contra el clero de ese país por encubrir al párroco de El Bosque. ¿Ocurrirá lo mismo por estas costas? Más vale que algunos se pongan a rezar.