Crónica (Argentina), Belén Corvalán, 25.11.2022

«Viví cuatro años en un lugar llamado ´El Pueblo de Dios´, una secta donde te encierran, te manipulan, y maltratan psicológicamente utilizando las creencias y necesidades de las personas», reveló una mujer en diálogo con cronica.com.ar, quien por temor prefiere mantener su identidad bajo anonimato.

Ella, a quien llamaremos Yamilia, aseguró que «eso es solo una mínima parte de la película de terror que vivió en esa secta disfrazada de refugio para personas en situación de calle», situado en la ciudad de Ricardo Rojas, partido bonaerense de Tigre, que está liderado por un pastor, «que se hace llamar el hijo de Dios», su esposa, «y el Apóstol Juan». Los tres denunciados por «violencia y amenazas» en la fiscalía de la ciudad de Los Troncos. No sería la única acusación que habría en su contra.

Yamila es una de las «fieles» que según contó «estaba enseguecida por la manipulación que ejercían sobre ella», pero que en febrero de este años, «logró abrir los ojos y salir de la secta en la que era sometida». Su historia es como la del resto de los integrantes de la organización supuestamente religiosa. Se acercó al «templo», hace cuatro años en medio de una situación de extrema vulnerabilidad, pero poco a poco descubrió la realidad. «Uno entra creyendo que te van a ayudar, pero después te encierran y te hacen creer que tu vida termina ahí», sostuvo.

El templo es liderado por el pastor, su esposa, y uno que hacen llamar «El Apóstol». Ahí también viven otras personas que sufren problemáticas como depresión, abuso o adicciones. «Cuando ingresas, ellos te dicen que vos aceptas ser el diezmo de los tuyos».

En el lugar funciona una carpintería, un buffet y una feria americana, aunque según sostuvo Yamila, la mayoría de los que viven allí «cobran planes sociales».

Yamila también denunció a los presuntos religiosos en la Asociación de Pastores de Zona Norte de la provincia de Buenos Aires, donde le dijeron «que ´El Pueblo de Dios´ no está respaldado por ninguna religión de Tigre».

«Yo estaba en estado de depresión, me acababa de separar, y me había querido quitar la vida, por lo que estaba muy vulnerable», contó Yamila, quien en ese entonces tenía 23 años.

Según sostuvo, llegó al pastor por recomendación de su mamá, quien lo había conocido en un viaje a Misiones, donde ayudó al primo de Yamila. «En el primer momento yo estaba muy mal, había sufrido un abuso sexual cuando tenía 14 años, y tomé pastillas para suicidarme, entonces en él (pastor) sentí esa contención que yo necesitaba. En ese entonce, yo me sentí bien con él y su entorno», relató la entrevistada que «inconscientemente» se entregó a las manos del pastor. Pero poco a poco, el tiempo fue develando «el monstruo que había detrás», de ese líder espiritual que se hacía llamar, «el nuevo Cristo», contó la víctima.

En una primera instancia, la «curación» consistía en «hacerles una oración» y transmitirles «las revelaciones que le enviaba Dios». «Así te van convenciendo que el único propósito es servir a Dios y ser un santo», expresó Yamila.

Una forma mediante la que «la manipulaban» era a través de los sueños que ella contaba que tenían. «Me decían que si no hacía lo que ellos decían, me iba a pasar algo peor», expresó.

Además, manifestó: «Me decían que tenía que alejarme de mi familia y las amistades, y así te van convenciendo que todo está mal, menos ellos».

«Yo fui accediendo, me iban generando tal miedo que me hicieron dejar el trabajo que tenía como empleada», agregó. De acuerdo, a su acusación, el paso siguiente fue «manipularla» para que ella y su hija, que en ese entonces tenía seis años, se fueran a vivir al refugio con ellos, y el resto de los fieles. «Ellos me dijeron que yo tenía que ir con ellos porque sino iban a abusar en mi hija, y me decían que iba a terminar siendo una prostituta», remarcó Yamila, quien inmovilizada por el pánico, una vez más, accedió al pedido del pastor y su séquito.

Cómo funciona por dentro la secta el Pueblo de Dios

«Yo accedí porque estaba en depresión», contó Yamila. Así fue que en febrero de 2018 se mudó al «templo», con su hija de por entonces seis años, a donde «se tenía que someter a una serie de reglas, sin reclamar nada». El encierro y el aislamientos, es parte de la premisa fundamental que tienen que cumplir. «No te permiten salir porque sino te dicen que te vas a contaminar». Para eso hay un guardia en la puerta. Tampoco les permiten tener artefactos de tecnología como celulares, o computadoras.

«El pastor es como un rey al que todos veneran, come comida especial y no podes contestarle porque te tratan de inútil y pecador», sostuvo Yamila.

Según contó Yamila, ella estuvo encerrada durante cuatro años, en los que todos los días tenía que orar arrodillada por el transcurso de más de una hora. Además de hacer ayunos por días completos en los que no podían ingerir agua ni comida. Asimismo, estaban obligados a usar la vestimenta que les ordenaban que consistía en ropa holgada para ocultar las curvas, y el uso de un velo «para taparnos el pelo, porque no se podía ver», explicó y agregó: «Tampoco nos dejaban que nos lo cortemos».

Además, expresó que en el lugar la separaban de su pequeña hija, «con la excusa que si estaban juntas, la atrasaba espiritualmente».

Al segundo mes de vivir en el «templo», Yamila confesó, en diálogo con este medio, que se quiso ir, pero según expresó, parecía una misión imposible de llevar adelante. «Cada vez que intentaba, me decían que se iba a morir mi hermana o algún familiar. También me decían que no me podía ir porque sino el Diablo me iba a hacer cosas. Te llenan la cabeza y yo me resignaba», dijo.

Yamila puso un punto final cuando «comenzó una amistad» con otro «fiel», que sufría depresión igual que ella, pero que no vivía en el refugio. «Un día me decidí y como ellos no aceptaban que yo esté con él, pese a que tenía mucho miedo, me animé y me fui con mi hija. Cuando salí con los bolsos, la mujer del pastor no me la quería dar a mi nena porque me decía «que la iba a llevar a la muerte», relató. En ese contexto, su hija comenzó a llorar desconsoladamente hasta que se la entregó, ambas se fueron y nunca más regresaron, sin embargo, de tanto en tanto las secuelas psicológicas se manifiestan en Yamila, quien lucha a diario por dejarlas atrás y centrar toda su voluntad en pedir Justicia.