La Nación (Argentina), Laura Marajofsky, 17.02.2019

La masividad de esta clase de misticismos tiene sentido si se piensa cómo se superponen los intereses de las mujeres millennial: es en definitiva la religión perfecta para aquellas chicas liberales, que ya asumen de una u otra manera algunas de estas prácticas de la espiritualidad new age», explican desde la revista Quartz sobre el explosivo crecimiento en el interés por… las brujas. Al menos un millón de personas en los Estados Unidos practica alguna forma de paganismo y, con la subcultura del wicca en auge (en forma de comunidades organizadas, centros de estudio y celebraciones varias), ya se habla de un fenómeno, de nicho, pero muy significativo.

Todo esto sin contar los guiños recurrentes de la cultura pop y su posterior viralización en redes, ni las series (con el hit de Netflix Las escalofriantes aventuras de Sabrina a la cabeza), las cuentas de Instagram con millones de seguidores, marcas de ropa y cosméticos que se inspiran en la temática, libros y otros productos que se encargan en tiendas especializadas y online desde puntos remotos del globo. Ser bruja nunca fue tan bien recibido como en esta época. Ahora, ¿quiénes son estas brujas modernas, y qué nuevos significados adquiere esta figura en la actualidad? «Bruja es la que se valora, se escucha, interroga, investiga, aprende y habla. No se calla, crece y se empodera. Es libre y vuela con sus propios sueños. Las mujeres de esas épocas practicaban de forma oculta sus poderes porque no estaba bien visto que una mujer use su inteligencia. Se las llamaban brujas con una connotación negativa», dice Natasha Cano (25), barista de día, autoproclamada bruja el resto de sus horas libres. «Practico técnicas ancestrales como el chamanismo o el armado del tambor Dakota (quien me pasó el conocimiento lo heredó de otra persona), y uso la astrología como objeto de autoestudio e interpreto cartas natales. También soy vitki, es así como le dicen a los consagrados para realizar lectura de runas, un oráculo que utilizaban en la antigüedad los vikingos como método de adivinación», detalla.

Relatos como estos pueden escucharse cada vez más seguido, en particular en mujeres jóvenes, urbanas y millennial. Victoria Ghiglione (31) comenzó «una búsqueda por reconectarse con ella» que desembocó en la astrología y prácticas alternativas que ahora realiza sobre ella y otros (incluyendo reiki usui, chamanismo, sanación de cristales y terapia sonora). «La mayoría de mis consultantes son mujeres jóvenes que en esta búsqueda del despertar y del empoderamiento femenino, sienten el llamado a conectar con su interior, elevar la autoestima, valorarse, encontrar un equilibrio de cuerpo, mente y espíritu, y sobre todo, de sanar un linaje familiar que viene de una época patriarcal donde quedaron grabadas en nuestra genética memorias dolorosas y limitantes».

La vuelta a ciertas creencias y prácticas, que podrían agruparse en este llamado New Age 2.0, está también atravesada por dos procesos característicos de época: el feminismo y la web. En muchos sentidos, el paganismo funciona como la mayoría de las religiones organizadas, pero con la suficiente cintura -o marketing- como para adaptarse a los tiempos que corren. El wicca, por ejemplo, y otros sistemas de creencias similares no son punitivos de la sexualidad y el cuerpo de la mujer, a quien se le concede otro rol (sabia, curadora, líder espiritual), y tampoco cuestiona otras identidades sexuales. «Tener tu propia religión te emancipa de creencias castigadoras y que se basan en el premio y la penitencia, y te empodera. Además de formar aquelarre con otras, formar equipo, tener un grupo de amigas para juntarse, hacer rituales, pasarse la data, es algo que es una sabiduría ancestral, lo que pasa es que estaba prohibido», apunta Dalia Walker (34), exrealizadora audiovisual y actual dueña de Tienda Fe. Ella acaba de publicar el libro Bruja moderna, «un manual de magia y cocina ATP».

Walker cree que el fenómeno siempre estuvo latente, solo que no había lugares donde acceder a la información de modo estético, cool y moderno. «La web vincula a gente que está aislada y lo transforma en una red, facilita info y te une con otros. Y en ese sentido hace que te sientas menos una minoría y más conectado con miles de personas a las que les interesan las mismas cosas». Cuentas de Instagram como @wicca_botanics, @somosamuleto, @thehoodwitch y @everyday__magic son citadas como fuentes por estas chicas de 25 a 35 años, en lo que se conoce como mysticore, mientras que etiquetas como #witchesofinstagram continúan acumulando postales de brujas urbanas siglo XXI.

Ante la pregunta de por qué estas prácticas y creencias atraen más a mujeres que a hombres, las respuestas son variadas, pero una hipótesis se vincula con el hecho de que los canales por los que se difunden hoy suelen estar copados por ellas, por ejemplo, Instagram: el 40% de las mujeres la usan en Estados Unidos y solo el 21% de los hombres.

Misticismo y crisis

Para los analistas, estas brujas modernas están retomando donde los Boomers abandonaron, en los 60 y 70, al tiempo que iniciaba la segunda ola de feminismo y liberación sexual. En la actualidad, ayudados tanto por el alcance de los movimientos de género contemporáneos como por las redes, la tendencia y el comercio, el terreno no podría ser más fértil para un resurgimiento. Sin olvidar que vivimos un contexto de quiebre de paradigmas (crisis de valores tradicionales y caída de instituciones históricas) que solo parece echar más leña al fuego. Por algo persiste la máxima de que en momentos inciertos, el hombre recurre a la religión para generar sentido.

Wicca es un sistema de creencias precristiano originado en Irlanda, Escocia y Gales que promueve la libertad de pensamiento y voluntad del individuo, el aprendizaje y comprensión de la Tierra y la naturaleza

Y si hablamos de incertidumbre laboral o proyectual, nadie mejor que los millennials, acaso una de las generaciones más vapuleadas y más estresadas. De acuerdo con la American Psychological Association, los millennials son las generación más propensa a sufrir estrés desde 2010 y en comparación con otras generaciones. Tal vez por esto también se teoriza desde The Atlantic que los tiempos de crisis económica o política es cuando más se recurre a la astrología, basándose en estudios que correlacionan el nivel de estrés con la pulsión a recurrir a este tipo de explicaciones de la realidad. Otros, en especial las minorías LGBT, consideran estas prácticas un refugio intelectual, según el sitio Mashable, sirviendo a aquellas minorías a las que usualmente se les niega una vida espiritual y que bajo ciertos regímenes políticos son perseguidos y estigmatizados.

Para Paige Nichols (32), una expat viviendo en la Argentina, que trabaja en marketing y comunicación, estas prácticas son más una distracción del ajetreo diario y el estrés de la realidad. «Vivimos en una realidad que da terror, cuesta cada vez más encontrar buenas noticias y momentos placenteros, tranquilos, seguros. Todo gira en torno a ‘data’, las métricas y cosas ‘duras’ o concretas, blanco y negro. Hay que dejar un lugar para lo que no se puede explicar científicamente, los grises. Si es meterme un poco en un mundo de ‘fantasía’ para conectarme con mi interior y así obtener un mayor grado de confianza y estabilidad, que así sea».

Pero en verdad no parece tratarse solo de negro o blanco, sino más bien de un cada vez más amplio espectro de grises en el medio representado por jóvenes que creen sin dejar de entender el rol más lúdico o metafórico que fáctico que estas prácticas tienen. «Nos tomamos la astrología muy en serio, pero también no necesariamente creemos en ella», dice Annabel Gat, la astróloga del popular e irreverente sitio Broadly.

«Siento que este tipo de prácticas sirven cuando una necesita un tipo de guía para tomar decisiones o para justificar una decisión que una ya tomó. Para mí, es como entretenimiento. Este año me hice la carta natal y fue una experiencia reveladora. Fueron dos horas de charla que grabé en mi celular, aunque no la volví a escuchar. Me sorprendió encontrar respuestas a ciertos modos de comportarme en la vida, es como que todo está justificado. Lo sentí como una terapia alternativa, salí muy relajada de la sesión», admite Lucía Levy, productora de moda quien se inspiró en el boom reciente para un evento temático en el que la gente podía tirarse las cartas, y que confiesa que no suele chequear los horóscopos diariamente, solo si se cruza una revista.

¿Una lectura sexista?

«La figura de bruja hoy volvió para quedarse, nuestro rol es traer de vuelta a esas mujeres llenas de conocimiento que murieron por la ignorancia y el miedo de una sociedad medieval y cerrada, que aún hoy en occidente es cerrada. Cada vez somos más y estamos perdiendo el miedo a ser señalados y sentirnos mal al respecto. Para mí todo es cuestión de límites y respeto y ese es el valor que tiene, el de una forma más en el mundo de generar otro tipo de conocimiento. Si no me protejo bien energéticamente puedo terminar supermal los días por cosas que probablemente no sean mías», señala la colombiana Laura Duque (23), gastronómica y practicante del tarot que también emplea por las demandas de su trabajo que le hacen estar en contacto constante con gente, cristales y limpieza de ambientes.

Más allá de las lecturas reivindicatorias de la figura clásica de las brujas, alineadas con una coyuntura actual de lucha de géneros, ¿hay algo más que podemos inferir de este renacimiento místico? Nichols, por su parte, tiene una actitud pragmática al respecto, ser y dejar ser. «Nadie está diciendo que estas prácticas van a reemplazar años y años de investigación, pero si una persona lo utiliza para su interés o bienestar personal, no veo el problema. Lo que sí veo problemático son las personas que aprovechan de esta búsqueda o necesidad en la gente y los engaña o estafa».

¿Pero es posible encontrar en estos discursos algo más que los peligros de lucrar con la buena fe ajena? Es sabido que somos seres narrativos que necesitamos contarnos historias (preferentemente cíclicas), ¿pero pueden estas prácticas estar ocluyendo otras lecturas más urgentes o inclusive generar desinformación? Algunos proponen que el funcionamiento de estas ideas es similar al del efecto placebo y algo inofensivo. Otros, que contribuyen con cierto escapismo en épocas tecnificadas como esta: este tipo de reacción cultural pendular ya se ha visto en la era del Iluminismo, con el surgimiento del Romanticismo que buscaba dirigirse hacia la intuición, la naturaleza y lo sobrenatural.

Sobre esta paradoja reflexiona Valentín Muro, periodista y filósofo. «Nunca fue más sencillo acceder a la ciencia y conocer su detrás de escena, y sin embargo, se da este discurso anticientífico que desconoce su funcionamiento. Se le atribuye dogmatismo a la ciencia cuando la situación es directamente opuesta. Creo que se volvió cool oponerse a la ciencia como algo monolítico que representa al establishment. Lo más preocupante es que renegar de la ciencia no puede darnos ningún beneficio. Todo lo contrario, nos hace menos libres y empeora la calidad de nuestras discusiones. Fomentar cualquier tipo de razonamiento que confunde la ciencia y la pseudociencia es un peligro para el discurso público».

Mistycore

El misty es una manera de llamar al nuevo esoterismo cool en las redes, mientras que el normcore prometía libertad al pasar desapercibido o ser normal, esta nueva tendencia propone tener respuestas muy personales en términos de moda, cultura y política.

Para Danila Suárez Tomé, docente, filósofa y parte del colectivo Economía Feminista, la figura de las brujas es muy importante en la genealogía feminista justamente porque estas mujeres libres además producían y reproducían saberes sobre distintas cuestiones desde la herboristería a la medicina, y fueron las primeras científicas. Pero es en este contexto que advierte sobre las implicancias de estos discursos. «Somos una generación muy del meme, y estas ideas son muy memeables, se transmiten y se van dispersando, pero quizás quedan un poco en la superficie. A su vez, todos estos consumos espirituales están orientados a las mujeres y disidencias, y no tanto al varón masculino (a diferencia de los consumos de ciencia y tecnología orientados al varón cisheterosexual). Esto me parece problemático, sobre todo en un momento en donde estamos tratando de generar conciencia e inclusión de las niñas en las ciencias y las humanidades, y el desarrollo tecnológico».

Suárez Tomé y Muro también coinciden en que no es casual que mientras que a las chicas se les sigue ofreciendo este clase de contenidos espiritistas con sesgo supuestamente feminista, son los varones los que están desarrollando ciencia y tecnología. «El marketing de este fenómeno encuentra su raíz en la historia de cómo han sido asignados los géneros en las cosas, cómo nuestra cultura ha asignado históricamente géneros, con la ciencia del lado de lo masculino y todo lo demás del lado femenino», aclara Suárez Tomé. «Ir a buscar explicaciones mágicas trae determinismo sobre nuestras conductas y acciones, y obtura el cambio y el camino de la acción».