El Mercantil Valenciano, 21.03.2011
Fidelidad al líder espiritual fallecido. Ocho años después del accidente que costó la vida al autoproclamado Padre Leonardo, un vidente que llegó a congregar a miles de personas en su santuario de El Rebollar, sus discípulos y seguidores mantienen vivos los rituales y renuevan cada semana su fe en el autoproclamado mesías.
«Tierra Santa» es un pedazo de terreno de la pedanía de El Rebollar, en Requena, que sigue congregando todos los domingos a las 11 de la mañana a decenas de personas que buscan curación para sus dolencias, o simplemente paz espiritual, amparándose en la figura del padre Leonardo, un santón que durante 18 años consiguió reunir, en ocasiones, a miles de adeptos en este lugar. Tras su muerte en un accidente de tráfico en marzo de 2004, son ahora sus discípulos los que se encargan de continuar con lo que su mentor bautizó como «Obra del Espíritu Santo». Aunque lejos de esas celebraciones multitudinarias de finales de los años 80 y principios de los 90, los hombres y mujeres que el padre Leonardo eligió cuidadosamente de entre sus seguidores repiten hoy los mismos rituales que realizó su maestro.
Llegados de Valencia y Albacete
Diversos grupos de personas llegan todos los domingos desde diferentes poblaciones de Valencia, y preferentemente de Albacete para recibir en ese paraje requenense la «gracia» del padre Leonardo por medio de la imposición de manos de sus apóstoles. La celebración comienza con una plegaria. A continuación, uno a uno, los fieles que lo desean entran en un pequeño cercado, presidido por un altar, donde los discípulos los tocan en la zona afectada por su dolencia. De esa forma permanecen durante minutos, hasta que termina la liturgia.
Otros, los menos, solo buscan consuelo o apoyo espiritual.La ceremonia termina con una bendición, en la que toman protagonismo decenas de recipientes llenos de agua que traen los asistentes cargados en sus vehículos. El agua bendecida se debe beber o dejar que contacte con la piel en el lugar del cuerpo que sufra la dolencia. El encargado de realizar el rito pide quitar los tapones a las botellas y garrafas para que la supuesta mediación divina se haga efectiva.
Predicar las enseñanzas
«Hermanos míos, haced de mis instrucciones la regla de vuestra conducta». En esta frase de Leonardo Gómez se resume la actividad de los discípulos que nombró. Santiago es una de las personas que fueron distinguidas con esa categoría. No se consideran curanderos. Tampoco les interesan las curaciones. Aseveran que, por encima de todo, buscan curar almas. Para ellos eso es lo más importante, tal como les encargó expresamente su maestro. Dicen que la gente se cura en función de la fe que tiene cada uno, «por eso unos sanan y otros no», precisan. Y que el maestro se manifiesta a través de ellos cuando tocan a cualquiera de los asistentes a los rituales.
Durante la semana predican las enseñanzas del maestro por los pueblos, tal y como les pidió. Aspiran a que el mensaje cale entre los jóvenes para que la obra tenga continuidad. Esperan la llegada de un nuevo Mesías, la reencarnación de Jesucristo, la vuelta del maestro: «Cuando vuelva me reconoceréis; aunque lo haga con otro aspecto físico», dejó dicho el maestro. Creen en la reencarnación y no en la resurrección.
Santiago no se cansa de recalcar que no engañan a nadie, que tampoco fuerzan a nadie y que no hay negocio en lo que hacen. Y se desvincula de la Asociación de amigos del Padre Leonardo y de la pagina web desde la que se distribuyen videos, libros y discos compactos relacionados con la vida y enseñanzas del santón.
La muerte de una seguidora empañó su trayectoria hasta que falleció en un accidente
Leonardo Gómez, como se llamaba en realidad, llegó a El Rebollar en agosto de 1986 para alquilar un terreno que decía era sagrado. Allí gestó su fama en torno a supuestas curaciones y milagros. En 1987 ya tenía establecida una sólida estructura pseudoreligiosa que le llevó a concentrar, un domingo de cada mes, a miles de personas. Concedió el título de apóstol a hombres y mujeres de su confianza, a los que encomendó la labor de predicar sus enseñanzas. Crearon estructuras sociales muy sólidas en Valencia, Albacete y la comarca del Baix Ebre. Durante más de 10 años vivió envuelto en la polémica. Mientras se le tachaba de charlatán, sus adeptos subían al altar para dar testimonio de curaciones increíbles, convirtiendo las reuniones en episodios de catarsis colectiva. Entre los suyos llegó a ser considerado como la reencarnación de Jesucristo. A sus celebraciones acudía gente sencilla, personas desahuciadas por la medicina que buscaban un milagro. Hasta que a principios de los años 90 inició una gira de evangelización por Ecuador, de donde tuvo que marcharse precipitadamente tras fallecer una seguidora en un acto al que asistieron miles de personas. Tras su vuelta a España en 1992 ya no contó con la notoriedad de la que gozó en años anteriores. Hasta que falleció el 31 de marzo de 2004 en un accidente de automóvil en la V-30 en Valencia. En el siniestro también pereció Palmira Llinares, su mano derecha, que escribió el libro «Sólo Dios es Santo» en el que narró la vida de Leonardo Gómez.