Perfil (Argentina), Rodrigo Loret, 12.07.2016

“No hay más voceros, en la Argentina o en cualquier otro país, que los voceros oficiales del Papa”, advirtió recientemente en un extenso reportaje el propioFrancisco. “¿Es necesario repetirlo? Lo repito entonces: la oficina de prensa del Vaticano es el único vocero del Papa”, completó Jorge Mario Bergoglio. Pues bien, desde agosto solo una persona en todo el mundo podrá hablar en nombre de Francisco: se trata del estadounidense Greg Burke, un miembro del Opus Dei, que reemplazará al obispo jesuita Federico Lombardi. La influyente Orden dará así un nuevo paso para sumar poder en la Santa Sede, controlando el monopolio de la palabra del Papa.

Las intrigas palaciegas y los escándalos de espías, sexo y corrupción dentro del Vaticano convirtieron a El código Da Vinci en best seller mundial. Sin embargo, Dan Brown nunca imaginó que su novela –una feroz conspiración dirigida por miembros del Opus Dei para amenazar el poder de la Iglesia Católica–, tendría con el correr de los años tantas similitudes con la realidad.Pero algo de eso ocurrió esta semana, cuando se confirmó que Burke, de 56 años y miembro numerario del Opus, será el nuevo portavoz de la Santa Sede, en reemplazo del padre jesuita Federico Lombardi. Nunca antes un miembro de la Orden había tenido tanto poder detrás de Francisco.

Burke recorre los pasillos vaticanos desde 2012, cuando Benedicto XVI lo nombró asesor de comunicación. En diciembre pasado, fue Francisco el que lo ascendió hasta el cargo de viceportavoz. Nacido en Misuri, en el seno de una familia católica de derecha, el nuevo jefe de la voz del Papa es un periodista con dilatada experiencia profesional. Formado en la televisión, trabajó durante muchos años como corresponsal en Roma de la cadena conservadora Fox News. También colaboró con la revista Time y otras publicaciones estadounidenses religiosas.

Con Burke, el Opus Dei recupera un lugar que había alcanzado de la mano del español Joaquín Navarro-Valls, el poderoso director de la Comunicación de Juan Pablo II durante 22 años, que se convirtió en el primer laico y no italiano en asumir esa privilegiada tarea.

Los integrantes de la institución creada por Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928 han logrado mover sus influencias desde que Bergoglio asumió su papado tras la mayor crisis en la historia moderna del Vaticano, cuando una megafiltración de documentos hizo tambalear el poder de la curia romana. En medio de ese tsunami político-religioso, Benedicto XVI ordenó una profunda investigación interna para revelar quiénes habían sido las gargantas profundas cristianas que habían ventilado información secreta.

Curiosamente, la delicada tarea de “limpiar la Iglesia” recayó en el cardenal español de 82 años Julián Herranz Casado, un histórico miembro del Opus Dei.

El trabajo de Herranz Casado se materializó en dos expedientes que conforman un ultrasecreto dossier que fue entregado a Francisco. La Santa Sede nunca difundió ese documento: la explosiva información fue reservada sólo para conocimiento del Papa. Y del Opus Dei, claro.

La institución, que fue erigida prelatura en 1982 por Juan Pablo II, también tuvo entre sus atribuciones la difícil tarea de auditar las cuentas vaticanas, acusadas de lavado de dinero y corrupción. La responsabilidad de controlar el muy cuestionado banco vaticano había recaído en otro miembro del Opus, Ettore Gotti Tedeschi, nombrado hace unos años como presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR). Tedeschi luego fue destituido pero la Obra salió intacta: las licitaciones del Estado de la Ciudad del Vaticano quedaron más tarde bajo responsabilidad de Rafael García de la Serrana Villalobos, otro servidor del Opus Dei.

Nacido en Madrid en 1932, Javier Echeverría Rodríguez es el más poderoso miembro de La Orden. Colaborador de Escrivá de Balaguer durante varias décadas, el obispo español es actual el prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei. “La noticia la acogimos con profunda alegría –dijo tras la sorpresiva designación de Bergoglio–. Y en mi oración pedí para el papa Francisco la intercesión de san Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, cuyos frutos apostólicos son un tesoro para la Iglesia. Fue un santo muy apreciado por el fundador del Opus Dei, que en uno de sus libros, Camino, se refiere a él seis veces, en ocasiones utilizando su nombre familiar: Íñigo”.

Pero, lo cierto, es que no fluye tanta bondad entre jesuitas y miembros de la Orden. EnLa prodigiosa aventura del Opus Dei, Jesús Ynfante, biógrafo de Balaguer, explica que “la causa de tan agresiva competencia se debe a los puntos comunes entre ambos aparatos en sus campos de acción”. Ynfante sostiene que el Opus aprovechó “la experiencia de la Compañía de Jesús tras cuatro siglos de existencia” y “ha tomado su relevo en la segunda mitad del siglo XX”.

En los últimos años, la tensión aumentó, ya que la conservadora Orden no aprueba la apertura progresista que inició Bergoglio en la Iglesia. Quizá para que esas reformas no se multipliquen, varios influyentes miembros del Opus han logrado escalar posiciones y algunos rodean a Francisco en las sombras del Vaticano.