ALEX RODRÍGUEZ, El País,  Madrid – 24/05/1992

La política vaticana bajo el pontificado de Juan Pablo II acentúa la privacidad de la práctica religiosa y contribuye a engrosar las filas de sectas religiosas como el Opus Dei. Así lo ha entendido el profesor José Luis L. Aranguren, quien ha pronunciado recientemente una conferencia sobre La religión hoy.

«Los fieles incapaces de convivir cuestionando los dogmas buscan refugio y amparo en la seguridad que proporcionan las sectas, porque, afirma también, «es mejor instalarse en la duda del dogma que en la certeza del ateísmo». También sostiene que la época del agnosticismo ha quedado superada. «La religión está hoy sumamente disponible», asegura. El profesor Aranguren, que se define como un «cristiano heterodoxo» y utiliza el término secta en sentido neutro, comparte la opinión de que la línea política del actual pontífice y de su jerarquía católica orienta a un importante número de fieles a desarrollar una práctica privada de su fe. «Hay un individualismo de los creyentes que distinguen entre fe y religión y rechazan la palabra religión precisamente por ese carácter que tiene más bien de colectivo y amparado en la colectividad y retienen solamente la fe», declaró el profesor a este diario tras pronunciar el pasado viernes por la noche una conferencia titulada La religión hoy, organizada por el Instituto de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense de Madrid. Este colectivo, según Aranguren, sigue la línea de los teólogos alemanes o suizos.

No obstante, Aranguren indica «que hay un peligro en nuestra época de individualismo religloso. Que cada cual», añade, II se componga con sus creencias y éstas no tengan nada que ver con las de los demás. Yo no soy partidario del individualismo en general». Según su opinión, es necesario «engranar individualidad y colectividad a través del intradiálogo. Es decir que yo, en cierto modo, soy los otros también, porque yo me hecho en la relación con los otros. Yo no sería yo sin lo s otros. Esos otros permanecen incorporados en mí y el diálogo, por tanto, está siempre dentro de mí. Y quiero decir con eso que un individualismo puro no puede haber, salvo que una persona se quede completamente cerrada sobre sí misma. Esa persona no existe».

Ateísmo y dogma

Aranguren sostiene además que les mejor instalarse en la duda de los dogmas que en la certeza del ateísmo». El ateísmo es una seguridad total «que, yo diría, el dogma no suministra, porque con el dogma creemos absolutamente en lo que se nos dice, pero yo no puedo practicarlo, verlo, vivirlo en mí mismo de una manera racional». «En cambio», añade, «el ateo no. El ateo está seguro, está absolutamente seguro por sí mismo de que no hay nada. Por eso me parece mejor instalarse en la duda del dogma».La política vaticana contribuVe asimismo a orientar hacia las sectas a los creyentes incapaces de convivir con la duda sobre los dogmas de la Iglesia. Para evitar esta circunstancia, la Iglesia tendría que cambiar mucho. Debería ser menos eclesiástica y, más eclesial, más abierta como comunidad y no simplemente como esta especie de ministerio que es el Vaticano».

Aranguren no observa indicios de un posible cambio, más bien al contrario. «Me temo que el sucesor del actual Pontífice va a ser parecido a Juan Pablo II, porque están nombrando a una porción de cardenales muy adictos a su línea. Si esto fuera así», vaticina, «la Iglesia dejaría de ser católica, sería absolutamente sectaria. La misma preponderancia del Opus Dei me parece gravísima».