El Espectador (Colombia), Javier González Penagos, 15.02.2022

No se puede hablar de Regina 11 sin hacer una referencia, casi que obligada, al esoterismo, la ritualidad y hasta el ocultismo. Sin embargo, alrededor de su figura concentra también escepticismo e incredulidad. La dualidad entre esos que la veneran y le rinden culto como si se tratara de un ser divino y entre aquellos que no dejan de verla con sospecha y desconfianza está atravesada por un factor decisivo en plena temporada electoral: los votos.

De “mamá Regina” -como le dicen sus seguidores- se puede decir que es considerada una maestra de la saurología, una doctrina, explica, orientada al “bienestar físico, mental y espiritual” a partir del conocimiento propio. Que puede ver y leer las auras de las personas. Que tiene la capacidad de entrar en trances para detectar la “energía humana y cósmica” o “recorrer el espacio” viajando entre el pasado, el presente y el futuro para hacer sus predicciones.

No obstante, lo que no deja de ser un hecho, para seguidores e incrédulos, es que a partir de ese culto que gestó alrededor de su personalidad, Regina Betancourt de Liska logró hacerse entre los años 80 y 90 a un lugar en la siempre esquiva política colombiana. Hoy, a los 85 años, se jacta de tener movimiento propio, de mover masas y de contar con seguidores que la hicieron concejal, diputada, senadora y hasta candidata a la Presidencia.

“Si hubiera querido de verdad ser presidenta lo habría sido. No quería porque no tenía los asesores suficientes e idóneos para hacer las cosas. O voy a servirle a Colombia o no. Lo que me interesa es que Colombia cambie”, explica desde el tercer piso de su enorme casona en Teusaquillo, en Bogotá, engalanada con decenas de fotografías suyas y con enormes ventanales en forma de pirámide. Ese lugar, que le sirve como cuartel de su movimiento, donde da sus cursos y comercializa sus productos, hace las veces también por estos días de sede de campaña. Allí confluyen mayoritariamente personas de la tercera edad, quizá “fieles” de antaño, que aún acuden a ella en búsqueda de prosperidad y bienestar o, como ella lo llama, “evolución”.

Hoy, después de años de permanecer marginada de la política, de superar un secuestro a manos del M-19 y de incluso haber tenido que sobrevivir a la cárcel, señalada de pedirles dinero a sus colaboradores en el Senado, Regina 11 decidió volver al ruedo y aunque no aspira a ningún cargo, lanzó una lista al Senado con 11 de sus ungidos. “Son mis alumnos y son de los más avanzados. Son seis mujeres y cinco hombres, porque fui yo la que promoví la paridad administrativa. Algunos son maestros y llevan décadas conmigo. Son personas honestas, inteligentes y sagaces. No van a ir a gritar y patalear al Congreso, sino que harán que se cumplan los proyectos”, asegura. ¿Por qué no se lanzó usted?, le preguntó. “Tengo 85 años. Para qué me voy a sentar allá como una imbécil, dejemos esa bobada”, responde.

Regina cuenta que de niña su mamá quiso hacerle un exorcismo y que le decían que estaba endemoniada. También que otros le decían que era una hija de Dios.

Para avalar a los suyos -la “madrecita” o la “maestra”, como también le dicen- se dio a la tarea de recoger firmas y, sin mayor dificultad, dice, logró 80.000. “Yo tengo mucha gente”, asegura entre risas. “Cuando a todos les pido el favor, lo hacen con toda el alma. Los que me siguen es porque me quieren, me idolatran”, agrega. Así, Regina 11 le dio un nuevo impulso a su colectividad, otrora Movimiento Unitario Reginista, hoy Movimiento Unitario Metapolítico. “Es movimiento porque todo lo mueve. Unitario, porque todo lo une. Y metapolítico, porque va más allá de la política”, señala.

Las propuestas de la organización se resumen en un pequeño cuadernillo de no más de 8 páginas con 20 propuestas enfocadas en la lucha contra la inseguridad y la protección del campesinado. En ese sentido, se proponen cárceles “en lo más recóndito de las montañas” para llevar a los presos “más peligrosos”, que no tendrían acceso a celulares ni dinero, y que recibirían tratamiento psicológico y psiquiátrico “para que no vuelvan a incurrir en esos terribles delitos”. Además, las cárceles dentro de las ciudades funcionarían como fábricas para los reclusos. Por otro lado, albergues para habitantes de calles donde recibirían tratamiento “para convertirlos en ciudadanos de bien” y que se “curen”. En esa línea, se prohíben las limosnas y se castigaría a quien la entregue.

Frente al campesinado, el Movimiento Unitario Metapolítico aboga por “llevar agua, luz, teléfono y carreteras” a quienes trabajan la tierra y asistirlos en caso de daño de su cosecha por inverno o verano. “Me interesa el campesino, que es la mano bendita que siembra el pan nuestro de cada día. Las universidades con carreras de agronomía y veterinaria se deben llevar a los pueblos. Amo, adoro e idolatro al campesino. Sin él, ¿qué comemos?”, indica Regina 11.

Las propuestas del movimiento reginista no paran ahí. Buscan que el servicio militar sea en los barrios y se asemeje a un servicio social: “Tendrán ocho horas para cuidar su calle. Ocho horas para dormir. Y ocho horas para estudiar”. También que todas las confesiones paguen impuestos, que no haya “limpiadores de parabrisas ni comediantes en los semáforos” y que los “drogadictos y asesinos” sean sometidos a tratamientos para que “no puedan engendrar o tener hijos”. Incluso, se propone reformar la Cámara de Representantes y bajar el número de senadores para pagar la deuda externa con el dinero que se ahorraría el Estado. “Que los representantes estén directamente en cada departamento y que solo se reúnan dos veces al año, porque no más eso de pagarles viáticos y hasta los amantes”, precisa Regina 11.

Regina, quien aún conserva el humor y el ingenio paisa, dice que optó por meterse en política luego de que el expresidente Alfonso López Michelsen, a finales de los 70, le cerró su espacio radial y casi que censuró sus actuaciones en castigo por una multitudinaria misa de la que participó en la Catedral Primada y a la que, sostiene, asistieron más de un millón de personas. Dice que no es de “derecha, izquierda o centro” y que solo es una colombiana al servicio del pueblo.

En ese sentido, declara que ayudó al presidente Iván Duque a llegar al poder, pero que una vez en la Casa de Nariño, no volvió a atenderla y hasta la ignoró cuando ella quiso advertirle de la pandemia. “Hasta el día anterior a su ganancia me llamaba. Cuando lo llamé siendo presidente me mandó con otra señora. Yo sabía que llegaba la pandemia y cómo se podía evitar todo esto, pero no se le dio la gana de recibirme”. Con miras a las elecciones de 2022 manifiesta que está concentrada en las legislativas, que no tiene un candidato presidencial decidido, pero que pensó en que podría ser el exgobernador Luis Pérez. Según Regina 11, pese a que no tiene claro por quién votar y que se dará a la tarea de revisar el aura de cada uno, sí tiene definido que no se la jugará por Gustavo Petro: “Ni por el diablo. Él es muy inteligente, pero para matar y extorsionar”.

Hoy, reivindicando que es “símbolo de buena suerte” y que a todo al que le “hace algo le pasa algo terrible”, Regina 11 se declara confiada de que un día “el mundo entero va a emular lo que se va a hacer en Colombia”. Recalca que, aunque fue criada en un hogar ultracatólico y que muchas de sus referencias tienen que ver con la religión, es respetuosa de todas las creencias y dice ser una convencida de que hay vida en otros planetas, unos más evolucionados que otros, a donde van “partículas divinas y partículas diabólicas”, dependiendo de sus actos en la Tierra. “No morimos, simplemente cambiamos de casa, de cuerpo, porque el espíritu siempre sigue y sigue evolucionando hasta que nos convertimos en Dios”.

No se atreve a llamar a sus actos milagros, pero sí reconoce que la humanidad es en sí misma una. En ese sentido, explica que todos los seres humanos tienen capacidades mentales como las suyas, “pero no las desarrollamos por miedo a que nos digan brujos, locos, estúpidos o ignorantes”. Mientras repite “a mí que me importa” lo que piensen los escépticos sobre su oficio, y declara, una y otra vez, que no se va a vacunar contra el covid-19 porque no es “ningún animal” para que estén experimentando con ella, Regina 11 defiende que busca recobrar su lugar en la política “porque no tiene los grandes pecados” de los dirigentes y porque busca organizar a Colombia. Con el humor que la caracteriza y la gracia que conserva contesta a la pregunta de para dónde va con todo este trasegar: “Para el cementerio. Ya con 85 años se sabe para dónde vamos”.