Brigitte, nº 12, 14.03.1998 [Traducción de Miguel Perlado]
Sólo han pasado ocho años desde que el Maestro abandonó su cuerpo. Esto no significa que esté muerto, todo el contrario: su espíritu y alma siempre estarán presentes, son eternos intuyen sus sannyasin, sobre todo aquí en Poona. Aquí están particularmente próximos a él: “Osho, sweet Osho, we love you so.”
Quien pensó que los sannyasin desvanecerían después de la muerte de Bhagwan se equivocó. El Ashram, que actualmente se llama ‘Osho Commune International’, es después del Tai Mahal la mayor atracción turística de la India en términos de números de visitantes. Solamente en diciembre, cuando se celebró el aniversario del nacimiento de Osho, ya vinieron entre 4.000 y 5.000 personas de 101 países, y hasta 10.000 en enero para recordar el aniversario de su muerte. Más mujeres que hombres. Una tercera parte de los visitantes son alemanes. La edad media es de 35 años. El “inner circle” (circulo interior), los 21 más estrechos colaboradores de Bhagwan, continúa su labor.
Muchos se quedan unas semanas, otros unos meses, muchos cogen el avión a Poona después de sus vacaciones en las playas de Goa. Muchos de ellos son sannyasin, muchos no lo son. El mayor atractivo del lugar es la mezcla de espiritualidad y campamento de vacaciones.
Algunas cosas son muy peculiares. Por ejemplo, la prueba de SIDA. Cada visitante debe someterse a una prueba de sangre en el Welcome-Center. Sólo él que se demuestre negativo del virus HIV puede entrar al recinto. Y otra cosa peculiar, los niños. Prácticamente no hay niños. Claro que no todos entre 20 y 40 años deben tener hijos, pero que de los miles personas de 20 a 40 años aquí presentes prácticamente nadie tuviera un hijo es difícil de creer. Las aclaraciones son insuficientes: “los padres se organizan para que les cuiden fuera, y al mediodía, de doce a una pueden visitar a sus padres en el ashram”. Y: “Sólo interrumpiría el silencio de la meditación”. Probablemente hay que buscar la explicación en otra parte. En efecto, muchos sannyasins no tienen hijos. Tener hijos implica obligación y Osho dijo que uno debía librarse de todas las obligaciones para encontrar el camino hacia su interior.
Los sannyasin no tienen casa, no tienen hogar, ni patria. Sólo tienen sitios. “En mi sitio” quiere decir “en mi casa”. “En Hawai hay un sitio bonito” significa “allí viven sannyasin”. Muchos de ellos tienen biografías donde apenas salen patrias, corren desde hace años por la historia universal, de un “sitio” a otro, trabajan un poco aquí, ganan otro poco dinero allá.
Las siete de la tarde. 5.000 personas se encuentran sentadas e inmersos en la meditación en el salón Buddha-Hall. Todos están vestidos de blanco. Empieza el clímax de cada día, el “Whiterobe Brotherhood” (hermandad de vestimenta blanca). Bhagwan siempre les dirigía un discurso a esta hora. Ponen un sillón blanco en el escenario, en el antaño se sentaba el Maestro. No hay nadie que se mueva, o que tosa. Hay 15 músicos que empiezan a tocar sitares índicos o violines occidentales, muy bajo y lentamente. Los primeros se levantan y empiezan a bailar extasiados. Las guitarras eléctricas y la percusión entran en acción; el ritmo se hace más duro y la música más alta. Muy pronto bailan todos, estiran su caras hacia arriba y extienden sus brazos hacia cielo. Muchos se remecen en estado de trance. La música suena aún más alta; el ritmo atiza aún más, y los movimientos se van acelerando durante media hora.
De repente la música se detiene. Ahora todos los 10.000 manos están estiradas hacia el cielo y 5.000 gargantas gritan “Osho, Osho, Osho”. Tal vez haya que ser sannyasin para apreciarlo y no encontrarlo surrealista. Un visitante que no esté preparado antes oprimiría la garganta, en vez de abrirla para emitir el grito sagrado. No le produciría el relajamiento total y feliz como a la mayor parte de los 5.000 presentes, sino más bien dudas. No es justo éste el momento en él que aun un gurú la mitad de hábil que el Bhagwan, pudiera desear todo de sus discípulos y también ver estos deseos cumplidos.
Todos se sientan. Entonces se baja una pantalla. Osho habla a través del vídeo. Todos sus discursos están grabados. Habla con inteligencia, entretenimiento y gracia durante 45 minutos. Sobre el amor, la vida, la aventura de ser sannyasin. A menudo cuenta chistes y los sannyasin se ríen. Al fin todos se van y vuelve el silencio.
Este ritual se repite a diario y se vuelve a sentir la misma angustia, menos los sannyasin, claro. Todo el contrario.