La Nación (Argentina), Jorge Urien Berri, 4.10.1996
«La ira de Dios caerá sobre ese juzgado», dijo la voz anónima y llorosa en el teléfono. Por si eso no alcanzaba, agregó: «Y también explotará una bomba.» Pero ya era tarde. En una decisión histórica que choca con la voluntad del Vaticano y atañe a la Iglesia uruguaya y a la argentina, el juez penal de Montevideo, José Balcaldi, procesó el miércoles al sacerdote salesiano Adolfo Antelo por «un delito continuado de violencia privada y un delito de lesiones graves».
En 1982 Antelo fundó en Montevideo la asociación privada de fieles Comunidad Jerusalén. Luego de que jóvenes ex integrantes de uno y otro sexo denunciaran en 1993 que el cura los golpeaba con ferocidad, los sometía a abusos sexuales y los dominaba psicológicamente, la comunidad se rebautizó Misioneras de Cristo Resucitado.
Prohibida por la Iglesia uruguaya en 1995 tras un confuso y polémico juicio eclesiástico, la comunidad está presente en las diócesis argentinas de San Isidro (desde antes de su prohibición en Uruguay), San Miguel y Viedma. La integran fieles de sectores sociales medios y altos del Río de la Plata y también opera en San Leopoldo (Brasil) y La Serena (Chile).
En mayo, una investigación de La Nacion recogió en Uruguay numerosos testimonios de ex miembros que narraban el clima de horror que se vivía en el círculo de jóvenes más cercano al cura. Entre las chicas «consagradas» (por haber hecho votos privados), a las favoritas de Antelo se las conocía como «reinas» o «princesas». Según los denunciantes, eran las más castigadas, pero ellas también golpeaban.
Algunos de los peores castigos ocurrieron en la sede de la comunidad en Olivos, diócesis de San Isidro a cargo de Jorge Casaretto.
Los castigos y abusos denunciados sólo se producían entre los preferidos de Antelo. A esta realidad eran ajenos el resto de los fieles y las ramas de matrimonios que también componen la comunidad.
«MIENTE»
En un escrito de 70 páginas, el juez Balcaldi accedió al pedido de la fiscal Cristina González y procesó al cura con prisión. También dispuso hacerle pericias psiquiátricas. Antelo escuchó el procesamiento con serenidad. La estrategia de su defensa, a cargo de Darío Corgatelli, ex jefe de la policía montevideana, consistió en acusar a los denunciantes de orquestar un complot.
Sin embargo, según el semanario Búsqueda, que obtuvo el auto de procesamiento, el juez sostuvo que «las argumentaciones del propio Antelo dejan la clara impresión de que miente para ocultar lo ocurrido. Otros indicios, como cartas suyas y aún sus dichos analizados con profundidad» demuestran la veracidad de las denuncias.
Por padecer un cáncer de pulmón con metástasis totalmente controlada, Antelo cumplirá la prisión en la casa de salud salesiana Mamá Margarita, de Montevideo, donde se encuentra alojado hace meses.
Balcaldi hizo expresa mención del «terror psicológico implantado por Antelo» y citó a testigos que vieron al cura tocar vaginas y pechos «para sacarle el demonio» a las chicas.
Balcaldi reprodujo el relato de Alvaro Vázquez, hijo del ex intendente montevideano Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, quien «lo vio manosear a las chicas» y dijo que a una de ellas «le indicó que exhibiera un seno luego de un interrogatorio y como prueba de conversión y arrepentimiento».
Mientras Antelo escuchaba la decisión del juez, en un pasillo rezaban el Ave María sosteniendo una Biblia dos de sus más cercanos seguidores: el jesuita Pablo Touyá y el ingeniero Diego O´Neill.
APOYO DEL VATICANO
«Estos temas ya fueron analizados en el juicio eclesiástico. El juicio penal seguramente llegará a las mismas conclusiones», expresó a La Nación un directivo argentino de la comunidad. El juicio eclesiástico no encontró culpable a Antelo, pero el arzobispo de Montevideo, José Gottardi, lo separó de la comunidad y, apoyado por el episcopado uruguayo, prohibió al grupo en Montevideo. A esa medida adhirió Luis Schmidt, vicario salesiano. Como es de estilo, el Vaticano respetó la decisión, pero en una clara señal de apoyo a la obra de Antelo le permitió instalarse allí donde los obispos la acogieran. Eso hicieron los de Viedma y San Miguel, Marcelo Melani y Francisco Silva.
Con el paso del tiempo, según los relatos recogidos por La Nacion, la religiosidad del cura reveló ribetes autoritarios, obsesiones sexuales y la convicción de que él y su obra -la comunidad- eran quienes otorgaban la salvación eterna.
Para los especialistas, este último aspecto es un típico rasgo de secta. Otro, la búsqueda de grandes sumas de dinero, no fue investigado. «Poco a poco cortás con tus amigos. Te hacen sentir que la comunidad es una unión con Dios y que en ella está la salvación», había narrado Ana Coutinho a La Nacion. A los denunciantes les costó escapar delas casas de la comunidad. Luego, el cura o las consagradas los llamaban para que volvieran. Muchos aún sueñan que Antelo los reclama.
Fuentes uruguayas aseguran que, mientras espera el juicio penal, es muy probable que Antelo deba comparecer como testigo en la causa de la muerte del joven Rodolfo Granja, que investiga la jueza de Maldonado Fanny Canessa.
Granja, estudiante de periodismo y hermano de una consagrada que luego logró escapar, realizaba una investigación sobre la comunidad cuando murió en Punta del Este en circunstancias extrañas.
EL VIAJE DE GOTTARDI AL VATICANO
«Dios está contigo», dijo el arzobispo de Montevideo, José Gottardi, abrazando al ex fiel de Antelo que acababa de contarle los golpes y fracturas que sufrió a manos del cura. A partir de ése y otros relatos, Gottardi tomó cartas en el asunto e incluso viajó al Vaticano, donde Antelo tiene apoyos, a defender su postura contraria al sacerdote. .