El Mundo (España), Jorge Loser, 23.06.2024

Si algo nos han enseñado las redes sociales es que la popularidad no es un concurso de méritos y la influencia no es un premio por defender valores como el honor y la justicia. Pero lo que quizá no esperábamos es que se hayan convertido en un verdadero vivero de personajes como el protagonista de Yo soy Andrew Tate, un nuevo documental estrenado en Filmin el pasado viernes. El director de la polémica miniserie sobre Michael Jackson Leaving Neverland produce este recorrido por la vida de Andrew Tate, al que se ha le ha bautizado «influencer de los incels» -acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate-, un altavoz de la extrema derecha que presume de ser misógino, se ganó la vida como proxeneta y llegó a acumular millones de seguidores en redes sociales enseñando cómo ganarse la vida explotando sexualmente a las mujeres.

Aunque ahora mismo vive en libertad bajo arresto domiciliario, tras haber sido acusado de tráfico sexual dentro de una organización criminal, de todos sus delitos solo ha trascendido el caso más llamativo ya que, presuntamente, secuestró a dos menores, las violó y las grabó en vídeos pornográficos. Dirigido por Marguerite Gaudin, este recorrido expone la vida de este atleta transformado en criminal, que de cara al público parecía tan solo un influencer, explorando las circunstancias y el marco que han permitido que alguien homófobo, narcisista, violento, manipulador y peligroso resulte tan carismático, divertido y seguro de sí mismo para tantos hombres. Un modelo de éxito pernicioso que eleva a alguien que cree que las mujeres deben de permanecer encerradas en casa calladas, tener hijos y limitarse a preparar la comida a sus parejas.

Pero la historia del documental no es el clásico acercamiento a posteriori a un suceso true crime, sino que fue el propio Tate quien en 2022 se dirigió a Amos Pictures, la productora de Dan Reed, para proponer la producción de un documental sobre su vida. El productor y la directora se reunieron con él en Dubai para dejarle claro que no iban a hacer un trabajo de propaganda y que él no tendría control editorial. Lo aceptó con la condición de que no se rodaran nunca las pantallas de su ordenador o teléfono. El destino quiso que, a los pocos días de empezar el rodaje, Tate fuera detenido en Rumanía acusado de trata, por lo que su presencia en la película ya era imposible, lo que no evitaba que Reed y Gaudin pudieran reenfocar todo el trabajo con la misma premisa, que fuera Tate el que contara su historia, sin restricciones y con sus propias palabras.

Con 400 horas de material de video, contenido en la red de los últimos 15 años y decenas de entrevistas, no hizo falta dar muchas vueltas a las declaraciones de Tate para que, además de su vida, quedaran expuestos sus negocios, su visión del sexo, la violencia, el control y todos los temas candentes que han agitado a la opinión pública en su periplo por la fama mundial. Pero lo que el influencer seguramente no esperaba es que sus palabras fueran intercaladas con el relato de sus presuntas víctimas, la opinión experta de abogados y la torpe defensa de sus discípulos, que solo ilustran el impacto dañino de su influencia. Con imágenes nunca vistas y datos sorprendentes de su pasado, se traza un itinerario de su vida, desde su nacimiento en Estados Unidos, donde su padre, maestro internacional de ajedrez, le enseñó el juego en el que competiría con adultos a la edad de ocho años.

Sin embargo, según él, la lección más importante que recibió de su progenitor es que un hombre no se debe dejar dominar por una mujer (sic).»Me criaron de forma en la que realmente veía a mi padre como un superhéroe, pero sobre todo por el hecho de que no se sometía a la voluntad de mi madre, nunca la vi decirle a mi padre que limpiara los platos. Nunca le vi aceptar una mierda de mi madre, nunca». A los 11 años, su madre inglesa se hartó y huyó a Luton, criando a sus hijos en la pobreza, lo que creó el ambiente perfecto para la evolución de un chaval enfadado que culpaba a su madre por su situación y seguía adorando a su padre ausente, que viajaba por el mundo «bebiendo y follando con chicas». Tate se convirtió allí en un destacado luchador de kickboxing que llegó a proclamarse campeón del mundo de la ISKA en dos ocasiones.

Pero la verdadera vocación de Tate sería el proxenetismo. Él y su hermano llegarían a construir un imperio de webcams a costa de mujeres que reclutaban para realizar actos pornográficos sin gastar mucho dinero. Tate atraía a chicas con promesas de amor y matrimonio antes de prepararlas y manipularlas para asegurarse de que no pusieran pegas a entregarle todos sus ingresos como cam girls. Los testimonios más terroríficos de algunas víctimas revelan los métodos sexualmente violentos que Tate utilizaba para controlarlas, incluida la violación y el estrangulamiento. Algo que impacta al contraponer algunas enseñanzas en las redes sociales del propio Tate: «Estrangúlala hasta que apenas pueda respirar, dile que es tuya para siempre. Se lo van a creer. Puedes programarlas».

Lo que no esperaban sus víctimas es que, mientras la policía se demoraba en la investigación de sus denuncias, llegarían a ver a su violador hacerse popular en la temporada 17 del Gran Hermano británico. Aunque no duró mucho, ya que tuvo que abandonar la casa después de filtrarse un vídeo en el que agredía a una mujer con un cinturón, aunque alegó que era «consentido». Algo que no impidió que su popularidad siguiera subiendo hasta llegar a construir todo un imperio en Internet gracias a sus cursos de motivación y autoayuda en los que explicaba cómo hacerse millonario en poco tiempo y «la forma de tratar a las mujeres». Una influencia tóxica que ha ido manipulando y explotando a una generación de jóvenes maleables, sacando provecho de vulnerabilidades que él mismo tuvo, canalizándolas de forma venenosa con una mezcla de misoginia violenta y capitalismo feroz.

Mostrando su estilo de vida de viajes internacionales, relojes caros, Bugattis, «Lambos» y puros, hizo sus propios tutoriales para usar a las mujeres como esclavas sexuales y, a pesar de que el comportamiento controlador y coercitivo en las relaciones es ilegal, Tate concibió un manual de formación para venderlo a otros hombres a través de cursos que incluían un «doctorado de chulo de putas». Sus propios alumnos defienden algunas de sus declaraciones más brutales, como «golpear con el machete en la cara a la mujer y agarrarla por el cuello» para controlarlas, como bromas sacadas de contexto, por lo que no sorprende ver su impacto en adolescentes, capaces de compartir opiniones misóginas en sus colegios, reclamando la propiedad sobre las compañeras de clase e intentando subyugar a sus profesoras.

Un ejemplo nefasto que se explica por los mismos algoritmos de redes sociales que auparon a los movimientos alt-right y la cultura incel, en donde suenan conceptos comunes, como la teoría de la conspiración Matrix que podemos rastrear hasta en las lecciones de Amaeo Lladós, la narrativa de la ultraderecha, la política populista y los clásicos gurús que explican cualquier intento de desenmascararlos como parte de un complot para silenciar a los que suponen una amenaza para el sistema.

Un mártir de la lucha contra la cultura de la cancelación que está a la espera de un juicio penal junto a su hermano que se prolongará durante años y podría dar lugar a una condena de una década. Mientras tanto, su ejemplo inspira a los activistas por los derechos de los hombres (MRA) que han perdido el miedo a mostrar la cara para promover valores misóginos y radicalizar a niños influenciables mientras los padres no se enteran de lo que ven en internet.