El País (España), Manuel Ansede, 5.10.2023

Una persona anónima envió un mensaje de alerta a unos 40 editores de revistas científicas de todo el mundo el 12 de abril de 2022. Una española recibió este e-mail a las 4.40 de la madrugada. Arrancaba así: “Queridos profesores, buenos días. Si estáis recibiendo este mensaje, es un asunto importante”.

Esta persona denunciante afirmaba que un investigador indio, Gunasekaran Manogaran, había montado una megafábrica de estudios científicos fraudulentos, que se producían en serie. La trama presuntamente vendía la autoría de estos cientos de estudios falsos a investigadores asiáticos, sobre todo indios y chinos, ávidos por publicar rápidamente para lograr una plaza o un ascenso. La red lograba entonces colar esos pseudoestudios en revistas especializadas de las principales editoriales científicas, como Elsevier, Springer Nature, Wiley y MDPI. Más que aprovechar las grietas del sistema, estaban paseando por una alfombra roja para los tramposos.

Al ingeniero informático Rubén González Crespo, vicerrector de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), ya le han retractado cuatro estudios vinculados a esta trama, incluido un trabajo sobre fertilizantes en viñedos firmado junto a seis coautores chinos a los que no conoce de nada. González Crespo asegura que no sabe cómo acabó ahí su nombre. Él y tres de sus colaboradores más cercanos suman al menos 16 estudios retractados, eliminados para siempre por las editoriales tras constatar malas prácticas.

El segundo mensaje que mandó la persona denunciante finalizaba con un llamamiento desesperado a los editores: “Por favor, haced justicia”. El vicerrector y sus tres colegas sostienen que han sido víctimas de un engaño. González Crespo cuenta que Manogaran contactó con él a principios de 2020, porque el español dirige una revista especializada en inteligencia artificial, llamada International Journal of Interactive Multimedia and Artificial Intelligence (IJIMAI). El indio se presentó entonces como un prestigioso investigador de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos) y empezaron a colaborar. Incluso se nombró a Manogaran como editor asociado de esa revista española, publicada por la UNIR, una institución privada de educación online creada en 2008, que tiene más de 50.000 alumnos en España y América Latina.

El propietario de la UNIR, Miguel Arrufat, ya es una de las 50 personas más ricas de España, con una fortuna de 600 millones de euros, según la revista Forbes. La persona denunciante, que aseguró ser una extrabajadora del investigador indio, explicó el modus operandi de la trama. Las editoriales científicas han creado en los últimos años un nuevo modelo de negocio. Ya no son los lectores los que pagan para leer las revistas, sino que son los propios autores de las investigaciones los que pagan —entre 2.000 y 6.000 euros, habitualmente— para que sus estudios sean publicados en acceso abierto a todo el mundo. Es un incentivo perverso. Para multiplicar los beneficios, algunas revistas, antaño semanales o mensuales, sacan ahora números especiales cada pocos días o incluso varios al día.

La revista en la que más han firmado los científicos españoles en los últimos cinco años, International Journal of Environmental Research and Public Health (editorial MDPI), publicó el año pasado 17.000 estudios, 13 veces más que en el ejercicio anterior. A comienzos de 2023, esta revista tenía más de 3.000 números especiales abiertos, según los cálculos del economista italiano Paolo Crosetto. Ocho para cada día del año. La editorial MDPI, fundada por el químico chino Shu-Kun Lin, publicaba menos de 400 números especiales anuales hace una década. Este año va camino de 56.000. Una vez al mando de esos especiales, el equipo de Manogaran colaba estudios fraudulentos o irrelevantes, que además citaban otros trabajos previos de la trama. En ciencia, que un estudio anterior sea muy mencionado es un indicador de calidad, pero este sistema está corrompido por las trampas.

En la red de Manogaran se citan unos a otros para despuntar artificialmente. González Crespo y sus colegas también participaron en varios de esos números especiales contaminados, como editores invitados o como coautores de trabajos concretos. “La editorial que retractó mis artículos [Springer Nature le ha retractado tres y Elsevier le ha retirado otro] no lo hizo por ningún fallo en su contenido científico, sino por una actuación incorrecta de Manogaran, de la cual hemos sido víctimas. Ni yo ni los demás participantes en los artículos éramos conocedores en lo más mínimo de los procedimientos inadecuados de este señor”, explica González Crespo a EL PAÍS.

Gunasekaran Manogaran, especializado en inteligencia de datos en el Instituto de Tecnología de Vellore (India), es un personaje escurridizo. En la foto que suele enviar a los congresos científicos aparece con perilla, una media sonrisa, chaleco de vestir y corbata morada. Sin embargo, es como si nadie lo hubiese visto en persona. Las llamadas a su teléfono móvil indio se cortan abruptamente con una voz enlatada: “El número al que intenta llamar no está disponible”. Tampoco contesta a los mensajes de este periódico en ninguna de sus tres direcciones habituales de correo electrónico. Una portavoz de la Universidad de California en Davis sí confirma que Manogaran fue un investigador postdoctoral allí durante un par de años, hasta junio de 2020.

El científico indio también se presentaba como investigador visitante en la UNIR, pero Rubén González Crespo afirma que simplemente le ofrecieron dar una conferencia online que nunca se produjo. La denunciante acusó en su primer mensaje a otros ocho científicos de colaborar con la trama de Manogaran; entre ellos, los españoles Óscar Sanjuán y Vicente García Díaz y el colombiano Carlos Enrique Montenegro, según la documentación facilitada a EL PAÍS por el ingeniero británico Nick Wise, que investiga fraudes científicos. Los tres señalados son colaboradores habituales del vicerrector Rubén González Crespo y todos tienen o han tenido cargos en la revista de la UNIR. Los cuatro amigos, que colaboran desde hace años, niegan rotundamente haber participado voluntariamente en la trama de Manogaran.

Este diario habló por primera vez con el ingeniero informático Vicente García Díaz, profesor de la Universidad de Oviedo, el 4 de septiembre, por teléfono. García Díaz reconoció entonces que había firmado algunos estudios con coautores asiáticos desconocidos sin haber hecho nada en ellos. “Un amigo mío de otra universidad me dijo que tenía un colega, que era este Gunasekaran, que buscaba a más colaboradores. Me dijo que necesitaban a gente de Occidente para firmar los estudios, porque las revistas rechazan los artículos si todos los coautores son de países como India, Pakistán e Irán. Pensé que yo no perdía nada y le hacía un favor”, contó García Díaz.

El investigador español asegura que no cobraba por ceder su nombre. Ya le han retractado cinco estudios, incluido uno sobre la programación de operaciones industriales, firmado junto a un coautor de Papúa Nueva Guinea y otro del Instituto de Tecnología de Vellore, el centro en el que estudió Manogaran. La denunciante anónima afirmó que el indio montó su fábrica de estudios con jóvenes investigadores de Vellore, que recibían a cambio la posibilidad de publicar algún trabajo en revistas científicas internacionales.

García Díaz respondió así a las preguntas de este periódico:
—¿Usted conoce a alguno de los coautores de los cuatro estudios que le han retractado?
—Yo diría que no, porque creo que son estudios en los que [Manogaran] me puso como coautor, no los conozco.
—¿Y usted llegó a leer estos estudios antes de que se publicaran? ¿O ponían su nombre directamente?
—Ponían mi nombre directamente. Y yo la verdad es que me fie, porque no sabía que la gente podía hacer esas cosas de comprar un estudio o fabricar un estudio. Como vi que Manogaran tenía buen currículum, pensé automáticamente que sus artículos eran buenos.
—Está feo poner el nombre en un estudio en el que no se ha hecho nada.
—Sí, toda la razón, pero, sinceramente, no le di ninguna importancia. Sé que es feo, pero en teoría era simplemente para facilitar que las revistas tuvieran en cuenta los estudios, para que no fueran indios todos los coautores. Tampoco le di mucha importancia, porque no tenía tiempo para dedicarme a esos artículos y estaba con otros que de verdad sí son míos.

La versión de García Díaz no encajaba con la de sus tres colegas, que prefirieron contestar por escrito y tras unos días de reflexión. El vicerrector de la UNIR aseguró el 20 de septiembre: “Nunca permito que se añada mi nombre en un trabajo donde no he participado”. El ingeniero Óscar Sanjuán, profesor en la UNIR, respondió el 23 de septiembre: “Nunca aceptaría colaborar en un estudio fraudulento. […] Esto es una fuente de ruido de la que soy víctima”. El 26 de septiembre, García Díaz cambió su versión, alegando que no se había “expresado correctamente”. Ahora asegura que sí participó superficialmente en sus cuatro estudios eliminados, y afirma que en un principio mintió porque le daba vergüenza que le retractaran investigaciones propias. “Mi conciencia está muy tranquila, porque no he hecho nada malo. Yo solo soy una víctima en esta historia”, declara.

El vicerrector de la UNIR presume de ser uno de los científicos más citados del mundo, según la clasificación de la Universidad de Stanford (EE UU). Una de las razones de su aparente éxito es que es muy productivo. En 2021 llegó a publicar un nuevo estudio casi cada semana, con temáticas muy diversas, como los genes asociados al alzhéimer, los sistemas de detección de accidentes de tráfico y las redes de sensores subacuáticos. González Crespo y Manogaran firmaron juntos tres trabajos, relacionados con el vídeo digital, las tecnologías 6G de telefonía móvil y la inteligencia artificial. Una persona que ha trabajado con el vicerrector considera “sospechoso” que sea uno de los más citados del mundo, a la vista de sus modestos resultados científicos. Otro antiguo compañero lo resume así: “Es como si has nacido en un barrio obrero y de repente te plantas un día en casa con un Jaguar y un Rolex”.

El directivo de la UNIR es tajante. “Ningún estudio que yo firmo es fraudulento. Tampoco lo deberían ser los estudios de otros muchos científicos que hayan firmado de buena fe junto a Manogaran. No se puede confundir a las víctimas con su victimario”, recalca González Crespo. Manogaran también es uno de los científicos más citados del mundo, según el listado de la empresa Clarivate, en el que se han colado multitud de investigadores mediocres que simplemente explotan las fisuras del sistema. Al autor indio ya le han retractado —según la base de datos del portal especializado Retraction Watch— 14 estudios firmados por él mismo, incluidos trabajos sobre enfermedades del corazón y tratamientos del coronavirus.

Su nombre aparece en el comité técnico de unas conferencias que se impartirán en la ciudad china de Nanchang a finales de noviembre. Se presenta ahora como miembro de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, en Bogotá. Es la institución de su colaborador colombiano, el ingeniero informático Carlos Enrique Montenegro, al que ya le han retractado ocho estudios con coautores asiáticos, con temáticas muy variadas, como la depresión infantil, las plataformas de comercio electrónico y la influencia de la política en las emociones en la oficina. Montenegro asegura que Gunasekaran Manogaran “no trabajó ni trabaja” en la Universidad Distrital. “En todo lo que sale mi nombre y en los artículos en los cuales aparezco son porque siempre he trabajado en ellos y he aportado”, afirma.

El ingeniero colombiano y el vicerrector Rubén González Crespo han colaborado en más de 20 estudios, incluido un trabajo sobre sensores inalámbricos en las ciudades, encabezado por la investigadora china Xintian Lei, de la Escuela de Literatura y Economía de Fujian. El estudio, publicado en una revista de Springer Nature, fue retractado a finales de 2022. Otro trabajo firmado por los dos y Vicente García Díaz, sobre la internet de las cosas, fue retractado el 14 de junio, sin que la editorial pudiese localizar al primer autor, Qin Xin. El quinto coautor, Mamoun Alazab, de la universidad australiana Charles Darwin, declaró que ignoraba que ese estudio se hubiese publicado. Montenegro, doctorado en la Universidad de Oviedo, es además directivo de la UNIR en Colombia.

La entidad de La Rioja presumió el año pasado de haber entrado en una de las principales clasificaciones universitarias del mundo, la de la revista británica Times Higher Education, que exige haber publicado al menos 1.000 estudios científicos. La psicóloga Izabela Zych, de la Universidad de Córdoba, fue la profesora española que recibió el mensaje anónimo a las 04.40 de la noche. Zych era, desde apenas dos meses antes, editora jefa de una revista especializada en el estudio de los comportamientos violentos, Aggression and Violent Behavior, de la editorial Elsevier. La persona denunciante la avisó de que había dos números especiales corrompidos por la trama de Manogaran, previos a la llegada de Zych. Uno de los editores invitados era el ingeniero informático Vicente García Díaz, que asegura que dio permiso a Manogaran para que gestionara el número especial en su nombre. Tras recibir el chivatazo, Elsevier retiró 69 estudios publicados en Aggression and Violent Behavior, incluido un trabajo sobre la influencia de la inteligencia emocional en la innovación empresarial, firmado por Rubén González Crespo, Óscar Sanjuán y una investigadora china. Sanjuán también era coautor de un estudio sobre psicología cognitiva aplicada al entrenamiento de los deportistas aficionados, junto a un colega chino y otro indio. En el número especial, supuestamente coordinado por Vicente García Díaz, se coló incluso un estudio chino sobre la enseñanza universitaria del inglés, siendo una revista dedicada a la violencia.

El comité de ética de Elsevier determinó que “el número de pruebas de malas conductas excedió el umbral requerido para actuar”, según explica Andrew Davis, vicepresidente de comunicación de Elsevier. “Las fábricas de estudios son una amenaza para la integridad de la investigación”, advierte.

El ingeniero Nick Wise, de la Universidad de Cambridge, no recibió el mensaje anónimo aquella noche de abril de 2022, pero él ya sabía que algo olía mal. Wise, de 31 años, toca el trombón en sus ratos libres en la banda Colonel Spanky’s Love Ensemble, pero también se entretiene investigando fraudes en la ciencia como un detective aficionado. El ingeniero comenzó inspeccionado estudios muy toscos sobre inteligencia artificial que, sin embargo, eran citados en otros cientos de trabajos. Tirando del hilo se topó con las peculiares investigaciones de la revista Aggression and Violent Behavior. “Bastaba leer el título para saber que eran basura o, al menos, irrelevantes”, recuerda. Wise ha compartido los resultados de sus pesquisas con EL PAÍS y la revista estadounidense Undark, que en junio adelantó la existencia de una parte de la trama de Manogaran. El británico calcula que el grupo del indio ha logrado dirigir al menos 67 números especiales en casi medio centenar de revistas diferentes, con más de 1.250 estudios y unos 70 científicos participando como editores invitados. Wise ha detectado la venta de coautorías en un número especial gestionado por Vicente García Díaz y colegas indios en la revista Healthcare Analytics, de la editorial Elsevier. “Es un negocio extremadamente lucrativo. Se llega a pagar 1.000 euros por la autoría de un estudio. Y 1.000 euros por 1.000 estudios es un millón de euros. Es muy fácil que hayan ganado varios millones a lo largo de los años”, apunta Wise. “Manogaran es el fundador y está al mando. Respecto a los demás, no sé si reciben dinero, pero está claro que obtienen una gran cantidad de publicaciones y de citas”, añade.

El químico Chris Graf, director de integridad de Springer Nature, urge a cambiar los actuales métodos de evaluación de la ciencia, que recompensan a los investigadores —con ascensos, aumentos de sueldo o más financiación— en función de su producción medida al peso, no por su calidad. Este sistema se conoce popularmente como “publica o muere”. “Los editores se enfrentan a un adversario intrépido: las fábricas de estudios científicos. Estas organizaciones están generando ingresos significativos y tratan de encontrar formas de eludir los controles de los editores. En esta carrera armamentística, seguiremos invirtiendo más recursos”, afirma Graf. Su editorial ya ha retractado una quincena de estudios de Manogaran y sus colaboradores españoles. Nick Wise advierte de que el misterioso científico indio prepara publicaciones en otras revistas científicas, como Intelligent Data Analysis (editorial IOS Press).