La Vanguardia (España), José L Micó, 12.09.2023

La inteligencia artificial está mejorando —e incluso sustituyendo— a las personas en numerosas tareas, ámbitos y sectores. Los avances de la cuarta y la quinta revoluciones industriales permiten resolver más problemas, con mayor fiabilidad y menos tiempo. Ni siquiera los analistas más pesimistas se atreven a plantear un reemplazo total y absoluto de los seres humanos por parte de las máquinas.

Sin embargo, tecnólogos como Felipe Pulecio sí se preguntan qué sucederá con Dios. En su opinión, las personas “buscarán el consejo y la guía de una entidad superior, perfectamente informada, con más sabiduría y conocimiento que todos nosotros”. Por esta razón, él predice la proliferación de “guías espirituales virtuales”, y los compara a los actuales asistentes, como Alexa, Cortana o Siri.

También la experta Samarpita Chakraborty se refiere a esta confluencia entre lo espiritual y lo digital. A su juicio, “la inteligencia artificial está dejando su huella en la religión”, dado que, como añade, la tecnología “nos lleva a formularnos preguntas acerca de su impacto en la naturaleza divina y los fundamentos de las experiencias religiosas”. En cualquier caso, desde el principio, esta especialista admite las “limitaciones inherentes” a los sistemas virtuales.

Nuevas fórmulas

El tecnólogo Felipe Pulecio cree que las personas “buscarán el consejo y la guía de una entidad superior, perfectamente informada, con más sabiduría y conocimiento que todos nosotros”.

Ya existen sermones generados por ChatGPT. E igualmente se han instaurado religiones centradas en la inteligencia artificial, como la fallida Way of the Future, impulsada por el ingeniero Anthony Levandowski, cofundador del programa de vehículos sin conductor de Google y responsable de muchas otras iniciativas de gran alcance en la industria 5.0.

Ahora, el debate ha ganado complejidad. De hecho, se trata de averiguar si un Dios de inteligencia artificial puede realmente “encarnar lo divino” y “satisfacer nuestras necesidades espirituales”, explica Chakraborty. Para justificar su escepticismo a propósito de esta cuestión, alude al arte, que, según su criterio, solo puede “evocar emociones” y desencadenar “una profunda contemplación” cuando ha sido creado por individuos de carne y hueso.

Las obras de la inteligencia artificial “carecen de la esencia del alma”, matiza. De forma análoga afirma que la “transmisión de tradiciones religiosas de una persona a otra asegura la preservación de la chispa divina que resuena dentro de la conciencia humana”. El teólogo John Henry Newman decía que la conciencia “es una voz autorizada que nos guía en nuestras acciones e interpretaciones de la fe”. Pues bien, Samarpita Chakraborty concluye que la tecnología está “desprovista de este atributo”.