Cine54 (España), Valeria Martínez, 6.09.2023

Me encanta seguir a Glenn Close en redes sociales. Además de ser una de mis actrices favoritas de todos los tiempos, dueña de un talento camaleónico que no deja de sorprendernos, adoro la naturalidad que desprende en Instagram. No solo hace gala de su apego a la vida natural, con sus perros, entre bosques y montañas, sino que comparte opiniones, recuerdos y activismo sin adornarse de glamur hollywoodense. Es natural y real como la vida misma. Sin embargo, esta estrella nominada ocho veces al Oscar (es increíble que todavía no lo haya ganado), aclamada por la industria, público y crítica, guarda un lamento del que no se despega.

Y es que la actriz de 76 años lamenta no haber encontrado a un compañero de vida permanente con el que compartir una conexión natural por el resto de sus días. Es decir, la estrella de Atracción fatal habrá creado un legado cinematográfico único, pero reconoce haber fallado en ese aspecto de su vida con un halo de tristeza que atraviesa la pantalla. Así lo hizo en la serie de Oprah Winfrey sobre salud mental The me you can’t see (disponible en Apple TV+), en donde reconoce que su soledad amorosa se debe al trauma infantil que acarrea tras haber crecido dentro de un culto.

Además del príncipe Harry, Lady Gaga y varios anónimos, Glenn Close es una de las figuras que participó en la serie documental estrenada en 2021, que pretende romper tabúes en torno a la salud mental, a través de historias que pueden servir para que muchas personas se sientan identificadas y sepan que no están solas. Que siempre hay esperanza.

En el caso de Glenn Close, su historia aparece en el último de los cinco episodios, dividiendo su relato entre la enfermedad mental que habita en el seno familiar y el propio trauma personal que no le permitió desarrollar relaciones amorosas duraderas. Y es que además de ser una leyenda viviente del mundo del cine, Glenn Close contrajo matrimonio y se divorció en tres ocasiones, mantuvo diferentes relaciones y tuvo una hija con un hombre de negocios llamado John Starke -la también actriz Annie Starke- sin embargo, ni la fama, el reconocimiento y los aplausos son su compañía vital.

A su edad, Glenn ha descubierto que su lugar ya no está en Hollywood, sino junto a su familia y su relación con todos ellos. Y si bien continúa trabajando en diferentes proyectos, la estrella de La buena esposa abandonó el brillo ficticio y el sol de California para volver a Montana, a vivir en un pequeño pueblo de montaña junto a sus hermanas y perros.

Sin embargo, la sincera y dolorosa confesión que hace la actriz en la serie documental sorprende a todos aquellos que estamos acostumbrados a verla siendo el alma de la fiesta ante las cámaras, o publicando vídeos divertidos en su perfil de Instagram. Y es que Glenn lamenta que lo vivido siendo una niña le haya imposibilitado formar la relación que tanto le hubiera gustado tener.

Glenn cuenta que formó parte de un culto llamado MRA (Moral Re-Armament) de los 7 a los 22 años con su familia. «Era básicamente un culto, todos debíamos hacer lo mismo, había muchas normas y mucho control” cuenta la actriz en el episodio en cuestión. «Por cómo fuimos criados, cualquier cosa que pensaras hacer para ti mismo estaba considerado egoísta. Nunca fuimos de vacaciones ni tenemos recuerdos colectivos más allá de lo que estábamos viviendo. Fue realmente horrible».

A su vez, explica que ella y sus hermanas «estaban rotas» y que todavía le sorprende que una experiencia vivida en los primeros años de su vida tenga «tanto potencial para ser destructivo». Para ella, el formar parte del MRA fue su propio «trauma infantil» porque debido a «la devastación emocional y psicológica del culto no he tenido éxito en mis relaciones y en encontrar un compañero permanente».

«Y lo lamento», sentencia con una tristeza que traspasa la pantalla. «Creo que es nuestro estado natural estar conectado [a alguien] de esa manera».

El MRA fue un movimiento espiritual fundado en 1938 por Frank Buchman, un sacerdote luterano líder de otra organización llamada Oxford Group. Él creía que las naciones debían «rearmarse» moralmente a través de cuatro verdades absolutas (honestidad, amor, pureza y nada de egoísmo), recurriendo a normas estrictas para sus participantes. Los padres de Glenn Close convivieron en diferentes comunidades del grupo, dictaminando cómo vestirse, qué decir, etc. hasta que abandonó la organización a los 22 años gracias a su anhelo de ser actriz. Ella misma ha reconocido en entrevistas del pasado que su pasión por la interpretación le ayudó a desligarse del culto. Por ejemplo, en 2017 dijo a The New York Times que había perdonado a sus padres aunque la experiencia «tuvo efectos terribles en sus hijos».

En la serie de Oprah, la actriz confiesa que «nunca se cambian los puntos que reactivan [el trauma], sino que se puede ser consciente de ellos y evitar situaciones que te hagan vulnerable, sobre todo en relaciones», dando a entender la gran influencia que el trauma de su pasado tuvo a la hora de afianzar sus relaciones personales. «Probablemente por eso tenemos nuestros perros», asegura entre risas en referencia a ella misma y sus hermanas.

Y es que el perro de Glenn suele ser una constante en sus redes sociales. En camerinos, rodajes, alfombras rojas, aviones y un largo etcétera. Es, sin dudas, el personaje más habitual de sus publicaciones.

La actriz admite que 45 años después de marcharse para forjar una carrera como actriz, ha vuelto a obtener confort y compañía diaria en su propia familia. Volvió a las montañas y a estar con ellos porque «psicológicamente» son quienes le ayudan a tener los pies en la tierra. Y precisamente a una de sus hermanas, Jessie, la diagnosticaron con trastorno bipolar 1 y tendencias psicóticas a los 50 años tras llevar mucho tiempo de su vida sufriendo brotes psicóticos y pensamientos suicidas. Su lucha se ha convertido en la lucha de Glenn, quien la apoya en la creación de unidades de psiquiatría en la zona donde viven.

Juntas se ríen, abrazan y divierten, mientras se apoyan mutuamente. Glenn en su soledad, Jessie en la lucha contra su enfermedad y la de su hijo, que sufre de esquizofrenia.

Después de años conviviendo bajo los focos de Hollywood, recibiendo aplausos y elogios, la actriz ha descubierto que «su vida está completa cuando está con su familia», mientras lamenta que los traumas del pasado hayan bloqueado sus intentos de felicidad junto a otra persona.