Diario de Barcelona (España), Aida Cuenca, Georgina Largo y Albert Postils, 28.05.2021

Capítulo 1: “Hoy es un buen día para un exorcismo”. Regan (El Exorcista)

Cuando en 1973 se estrenó la película El exorcista, la gente rezaba arrodillada porque creía que el demonio estaba dentro de las salas de cine. Casi 50 años después, la oración religiosa «vade retrum Satanas» se ha convertido en un tópico cinematográfico del género de terror que busca poner en cuestión la estabilidad racional de la sociedad. Los exorcismos llegan a un abismo desconocido por el mismo espectador al que se le lleva a plantearse que, en cualquier momento, se puede perder a si mismo y ser controlado por un ser sobrenatural. Un miedo muy primitivo que no depende de la fe y de las creencias religiosas personales porque está arraigada a la cultura de las sociedades.

El director de cine William Friedkin estableció el canon de las películas de exorcismos con la célebre posesión demoníaca de Regan, pero desde entonces el relato se ha mantenido en una constante segura y sin cambios arriesgados. El crítico de cine de terror Antonio José Navarro apunta que “hay títulos con pequeñas evoluciones, pero la dramaturgia del cine de exorcismos y posesiones es muy limitada porque luchar contra el demonio no tiene ningún secreto”.

Añade que es un tema que acostumbra a provocar rechazo, puesto que “su juego maniqueista se ve muy rápidamente”, es decir, no se cuestiona la existencia ni del demonio ni de Dios. Por eso, la clave del éxito de estas películas se busca en la espectacularización  y en el uso de recursos visuales como la transformación física. Documentales como The Devil and Father Amorth han demostrado que un exorcismo real es más prosaico.

Ángel Sala, director del Festival de Cine de Sitges, señala al personaje del sacerdote como un elemento central dentro del canon cinematográfico. Generalmente, son héroes porque se enfrentan directamente con el demonio, pero también son hombres que están en crisis con su propia fe, tienen imperfecciones y son mártires que no siempre tienen un buen final.

Aun así, Sala afirma que este papel genera críticas por parte de la Iglesia y lo ejemplifica con el caso de El exorcista. Para él, es “una película en cierta manera confesional” y que deja claro que el demonio y todo aquello en que cree la Iglesia existe. Pero “la falta de fe del sacerdote” y la sanación de la poseída a través “de una acción de violencia personal” hicieron  que fuera considerada anticatólica.

El otro de los personajes fundamentales en el relato de un exorcismo es la persona poseída. Ésta acostumbra a ser una chica preadolescente o adolescente, simbolizando una “perturbación de la inocencia y de la virginidad”, explica el director. En este sentido, Navarro también añade que el cine de terror “recoge la tradición de la novela gótica de «la damisela en peligro» y la presenta como “la grieta de la sociedad por la cual puede entrar el demonio”.

El último elemento dentro del canon es el espacio. Generalmente, se trata de la habitación de la persona poseída porque “da mucho juego dramático”, como bien argumenta el crítico de cine. Aun así, el escenario no acostumbra a ser tan fijo como el papel de los personajes. Es entonces cuando entran en escena otras opciones, como lugares sagrados y sillas, entre otras.

Capítulo 2: «Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno». Marcos 9:29 (La Biblia)

Un tema que se acerca al ámbito sobrenatural suscita el interés de muchos. Aun así, la Iglesia gestiona los exorcismos con mucha discreción. Es por eso que contactar con exorcistas para den su punto de vista sobre sus prácticas no es un trabajo fácil. El padre Joan Antoni Mateo García abrió las puertas de su iglesia en Tremp al Diario de Barcelona, para dar su opinión como teólogo sobre este ministerio.

“La gente es mucho amante del sensacionalismo y del espectáculo y por eso estos asuntos se gestionan con suma cautela”, afirma el padre. Al preguntarle si es porque los exorcismos pueden dañar la imagen de la institución, responde que la Iglesia “no se tiene que preocupar tanto de su imagen como de hacer las cosas correctamente de acuerdo con la Revelación de Dios en Jesucristo”.

Los exorcismos “oficiales” solo pueden ser practicados por un sacerdote y con el permiso del obispo. Actualmente, es normal que cada diócesis disponga de uno o más sacerdotes especializados en exorcismos. Son conocidos los cursos que se hacen a Roma para formar a nuevos exorcistas, pero no se necesita una formación como tal; hace falta que el Obispo confíe en alguien capaz y sensato.

Suele empezar con la preocupación de una persona próxima a la poseída. Desesperada por los cambios de actitud de su familiar o amigo, acuden a la iglesia en la busca de alguien que pueda hacer que la mala energía abandone el cuerpo y el alma de la persona afectada. Pero, ¿qué criterio se sigue para saber si una persona está poseída o no? Hay síntomas de tener el demonio adentro.

Los cambios en la personalidad pueden ser un síntoma en común con algunos trastornos mentales. Es por eso que, antes de celebrar el exorcismo, es importante cerciorarse que el poseído esté sano mentalmente. Para este propósito, el sacerdote busca la opinión de un psicólogo, que sea creyente o que, al menos, tenga unas mínimas nociones sobre la fe.

Fortea, un conocido exorcista, en su libro Exorcística: Cuestiones relativas al demonio, la posesión y lo exorcismo, apuesta para saber si la posesión es verdadera o no después de haber realizado el exorcismo. Esta disparidad de opiniones se debe, según el padre, a que cada exorcista modela sus prácticas según sus experiencias.

Aun así, ambos coinciden en que las posesiones son más frecuentes en lugares donde la palabra de Dios no tiene tanta influencia. Así pues, los lugares donde la superstición, los adivinos y los magos tienen más presencia, se enfrentan a un mayor número de posesiones. Y es que, aprovechándose de la fe, muchas personas han hecho del exorcismo todo un negocio. Gente sin formación teológica promociona sus servicios a plataformas como Milanuncios.

Casos como estos son la causa de que la Iglesia esté totalmente en contra del esoterismo. “Nunca se tiene que buscar la solución en la influencia demoníaca en brujos, videntes, adivinos o personas con supuestos dones. Si usted va al sacerdote y a aquellas personas, nunca encontrará la solución. O uno busca la solución por la Iglesia o la busca por la magia y los brujos. Pero nunca se pueden mezclar”, sentencia Fortea. Es más, el padre también asegura que “muchos acabarán ellos mismos sufriendo una posesión diabólica”, puesto que “nadie que ejerza este ministerio por dinero tendrá la ayuda de Dios”.

Capítulo 3: “Como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se lo puede forzar para que no crea” (Sigmund Freud)

Cuando la desesperación controla la vida de una persona, esta busca explicaciones sobrenaturales para sus desgracias, independientemente de si estas están regidas por la fe o por la magia. Es por eso que los exorcismos han encontrado en la pandemia un terreno fértil por su desarrollo a causa del sufrimiento y de la angustia que se derivan.

A pesar de que se pueda considerar una práctica arcaica, sobre todo en un contexto de secularización de la sociedad, el exorcismo está experimentando “cierto resurgimiento” en los últimos años. Esto mismo sostiene el psicólogo experto en sectas, Miguel Perlado, que desarrolla esta paradoja: “Globalmente se observa el descenso de la presencia de las instituciones religiosas más clásicas y asentadas, un descenso de la fe y su práctica. Pero debido al incremento del sufrimiento y la angustia, aparecen nuevamente ciertas interpretaciones de enfermedades o trastornos que se pueden englobar bajo el rótulo de una supuesta entidad que habría poseído a la persona”. De este modo, determinados trastornos psicológicos son interpretados de una “manera errónea”, como si fuera atribuible a una posesión diabólica.

Sin embargo, este “resurgimiento” se produce en un contexto caracterizado por la carencia de transparencia. “Es un fenómeno difícil de cuantificar. Primero, porque no hay una estadística precisa. Segundo, porque todavía mantiene esta aureola de misterio que también hace sentir una gran vergüenza a las personas que han usado este tipo de servicios”. Por este motivo, los individuos sometidos a esta práctica acostumbran a mantenerlo en secreto: “Muchas veces no lo comunican porque lo viven con miedo, pensando que están locos, que han tirado el dinero o que han perdido el tiempo para ir a hacer un exorcismo”.

De todos modos, Perlado reconoce que fuentes vinculadas a entidades religiosas emiten sus propias “estadísticas” sobre este fenómeno. Algunas apuntan que un 10% de las personas tratadas probablemente no están poseídas, sino que sufren algún trastorno mental. Otros, reducen este porcentaje a solo un 1%. Sea como fuere, desde la psicología no hay ningún tipo de duda en que esta posesión no tiene base científica.

Sin embargo, existen algunos estudios que difuminan la línea entre la ciencia y el exorcismo. En el texto La psicología del inconsciente y el ritual del exorcismo (2007), del Instituto Catholique de Paris, se concluye que es “prácticamente imposible” distinguir una posesión demoníaca de una enfermedad mental, puesto que la primera acostumbra a acompañar la segunda.

El testimonio de Perlado tiene un valor especial por el hecho que ha tratado con algunos pacientes que han pasado antes por un proceso de exorcismo. Especialmente se ha encontrado con casos de personas que habían sufrido trastornos asociados en la pertenencia de una secta (de cualquier tipo). “Los mismos comportamientos de una persona que acaba adentrada en una secta pueden ser interpretados por algunas familias como una posesión”. Pero más que una coincidencia, es una confusión: “Lo que aparece es el secuestro de la voluntad y un colapso vital, pero dista mucho de la posesión que aseguran los exorcistas”.

Más allá de la práctica específica del exorcismo, el psicólogo matiza que la religión, en un sentido amplio, puede ser útil para ciertas personas. “No se tiene que dudar de que la intervención de determinados enfoques religiosos pueden ayudar las personas a madurar, crecer y tener una vivencia de su espiritualidad más profunda”. Unos beneficios de los que, afirma, se desmarca la práctica del exorcismo.

El citado estudio también habla de desmarcarse, pero en su caso se refiere en la Iglesia. Se apunta que la institución se tiene que “reabrir” a los fenómenos sobrenaturales, como el exorcismo, de forma que se puedan realizar nuevas interpretaciones de la Biblia. Todo ello, para llegar a un equilibrio entre el “fundamentalismo” y “el exceso de razón”.

Pero la ciencia, según Perlado, no tiene que servir para “combatir” el exorcismo, sino para explorar alternativas. “Tenemos que ayudar a fomentar el espíritu crítico, adquirir herramientas por saber cómo funcionar ante estas situaciones y no fomentar ningún tipo de intervención que, lejos de conectar la persona con su realidad, puede acabar desconectándola todavía más”.