El Salto (España), Layla Martínez, 26.05.2020

El primer ataque se produjo el 2 de abril. Los servicios de emergencias recibieron una llamada que alertaba de un incendio en una antena de telefonía móvil de Birmingham. Al día siguiente fue Liverpool. Después hubo muchos más: en total 50 ataques a antenas en Reino Unido en solo un mes. La patronal de las empresas del sector, Mobile UK, ha denunciado que sus ingenieros y de mantenimiento se han visto sometidos a acoso y agresiones en 80 ocasiones. Estas cifras han convertido al país en el centro del fenómeno, pero también se han producido ataques en Bélgica, Irlanda, Chipre y Países Bajos.

Aunque las autoridades creen que se trata de individuos aislados que han actuado por su cuenta, todos los ataques responden a una misma motivación: la creencia de que la tecnología 5G está relacionada con la propagación del coronavirus. Esta, surgida como una teoría de la conspiración en foros y redes sociales, lleva extendiéndose por la red desde enero, pero no atrajo la atención de los medios hasta principios de abril, cuando el ataque en Birmingham dejó sin cobertura de red móvil a uno de los hospitales de la ciudad. La atención alimentó el fenómeno e impulsó su propagación por grupos contrarios a la tecnología 5G. Además, encontró eco en grupos antivacunas y contrarios a las ondas electromagnéticas, que replicaban los vídeos y post a medida que Facebook, YouTube y Twitter los eliminaban. La teoría de la conspiración crecía.

5G y coronavirus

Una investigación de la agencia de verificación NewsGuard encontró el origen de la teoría en una web francesa llamada Les moutons enragés, dedicada a la propagación de conspiraciones. El 20 de enero, un post aparecido en la página afirmaba que la enfermedad estaba relacionada con el espectro de onda utilizado por la tecnología 5G y señalaba que en Wuhan se habían instalado las antenas justo antes de la propagación de la pandemia. Dos días después, un periódico belga llamado Het Laatste Nieuws publicaba una entrevista con un médico local que se había eco de estas mismas afirmaciones. Aunque la entrevista fue eliminada solo unas horas después, el texto ya circulaba por Facebook en varios idiomas.

Sin embargo, el salto cualitativo en la expansión de la teoría se produjo sobre todo a partir de la publicación de un vídeo de Thomas Cowan, un médico estadounidense que afirmaba que las antenas 5G producían una “intoxicación” en las células. Esta intoxicación provocaba que segregasen una sustancia nociva para el cuerpo que generaba la enfermedad del covid-19. Para sostener su argumentación, Cowan continuaba diciendo que este tipo de pandemias se producen cada vez que se da un “salto cuántico” en la “electrificación de la Tierra”. El ejemplo era la gripe española de 1918, que se habría producido un año después de que se instalasen las antenas para la radio comercial. La pandemia actual habría comenzado en Wuhan porque era la primera ciudad en la que habrían comenzado a funcionar las antenas 5G.

A pesar de la formación académica y el supuesto aire científico que Cowan daba a sus explicaciones, nada de lo que contenía el vídeo era cierto. Los virus no son el producto de una excreción de las células y las pandemias no tienen nada que ver con la colocación de antenas.

Las peores pandemias que ha sufrido la humanidad se produjeron mucho antes de que estas existieran, como la viruela durante la colonización de América o las diferentes oleadas de peste por todo el mundo. Además, en 1918 las antenas de radio ni siquiera funcionaban: las primeras emisiones de radio comercial no se produjeron hasta 1920. Tampoco es cierto que Wuhan fuese la primera ciudad con antenas 5G, ni siquiera la primera de China: en noviembre de 2019 ya se instalaron en ciudades como Pekín o Sanghai.

Por supuesto, tampoco hay nada de cierto en el uso del término “cuántico”, que se ha convertido en el adjetivo preferido de todos los charlatanes y conspiranoicos que quieren darle un barniz científico a sus teorías. El propio Cowan lo es: en su web, ahora caída, afirmaba basarse en prácticas como la antroposofía y la homeopatía, desde hace varios años es un referente para los antivacunas y actualmente está siendo investigado por el comité médico de California, que está valorando la retirada de la licencia después de que en 2017 administrase medicamentos no probados a una paciente con cáncer de mama.

Subido a YouTube el 12 de marzo, el vídeo de Cowan se hizo viral enseguida: en una semana había alcanzado ya las 400.000 visitas y había sido compartido 16.000 veces. Su impulso se produjo sobre todo gracias a personajes conocidos que lo compartieron en sus cuentas en redes sociales, como la cantante Keri Hilson, que lo tuiteó a sus 2,3 millones de seguidores, o el actor Woody Harrelson, que lo compartió en su cuenta de Intagram, también con dos millones de seguidores. Aunque las críticas hicieron que ambos borraran las publicaciones y el vídeo fuese retirado de YouTube, siguió circulando en Facebook, Twitter e Intagram.

Las noticias sobre los ataques contra antenas a principios de abril dispararon la atención por la teoría, y otros personajes conocidos la alimentaron también en sus redes sociales, como el actor John Cusack, celebridades de la televisión británica como Amanda Holden o raperos como M.I.A y Wiz Khalifa. Aunque desde la última semana Facebook ha hecho un intento de controlar la extensión de la teoría eliminando este tipo de publicaciones, los post han seguido circulando por foros y redes sociales uniéndose a otras teorías que también especulaban sobre la tecnología 5G y el origen del virus.

Conspiranoia y guerra comercial

Una de las causas que explican la rápida difusión de esta teoría es que se ha extendido por terreno abonado. Las teorías conspiranoicas sobre el 5G llevan circulando desde 2016, cuando los medios comenzaron a cubrir las noticias del desarrollo de esta quinta generación de tecnología móvil por empresas como Ericsson y Huawei. Sin embargo, su extensión se produjo sobre todo en 2019, cuando se anunciaron los planes para extender esta red de forma masiva en las principales ciudades del mundo y lograr así que estuviera operativa en 2020. A partir de entonces, se notó un incremento de los post y tuits que vinculaban estas antenas con riesgos para la salud y con la muerte de animales y plantas en los lugares donde se instalaban.

Según estas teorías, la causa sería la radiación electromagnética, que provocaría enfermedades como cáncer y migrañas, además de la muerte de pájaros y árboles en las inmediaciones de las antenas. Cuando estalló la crisis del covid-19, muchos de los partidarios de estas teorías creyeron ver confirmadas sus sospechas: el virus era la prueba de que las antenas eran nocivas.

Además de la teoría de Cowan sobre el 5G como causa del coronavirus, surgió otra que afirmaba que las antenas aceleraban la propagación de la pandemia al debilitar al sistema inmunitario, lo que impediría al cuerpo combatir la enfermedad. También una tercera que afirmaba que los virus pueden viajar por las ondas electromagnéticas. Esta última se basaba en un estudio de 2011 que sugería que las bacterias podrían producir este tipo de ondas para comunicarse. Los resultados del estudio han sido muy discutidos y en cualquier caso se refieren a bacterias, muy diferentes de los virus, pero eso no ha impedido que la teoría circule. Como las otras, ignoraba el hecho de que la enfermedad también se ha propagado por lugares que no tienen todavía cobertura 5G, como Irán.

Pero las teorías en torno al 5G y el coronavirus no han estado centradas únicamente en los problemas de salud, sino también en cuestiones políticas. Se han extendido teorías como que Bill Gates estaría detrás de la propagación del virus o que el encierro masivo durante la pandemia era una conspiración de los gobiernos para instalar las antenas de 5G sin que la gente pudiese oponerse a ello.

De nuevo, estas teorías de corte político se han encontrado con terreno abonado: en el contexto de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la administración Trump ha acusado a las compañías chinas de telefonía móvil que operaban en su territorio, ZET y Huawei, de servir como espías para el gobierno de su país. Esta guerra contra las compañías chinas, que ha tenido episodios escabrosos como la detención en Canadá de Meng Wanzhou, hija del fundador de Huawei y directiva de la compañía, o las presiones a otros países, como la visita que recibimos en España de Robert Strayer, subsecretario de Estado, acabó en un veto en mayo del año pasado que prohibió que operasen en Estados Unidos y que las empresas estadounidenses colaboren con ellas o compren su material.

Aunque este veto tuvo que levantarse parcialmente después por los problemas que suponía de cobertura en algunas zonas del país y por los problemas para empresas como Google o Apple, la guerra tecnológica contra China ha seguido su curso en medio de un clima de paranoia alentado por el propio gobierno.

Lo cierto es que no hay ninguna prueba de que los dispositivos o las antenas de Huawei espíen para el gobierno chino, y las investigaciones de Holanda y Reino Unido no han arrojado evidencias. Por otro lado, si hay un país que ha espiado de forma masiva dentro y fuera de sus fronteras ha sido Estados Unidos, como demostraron las filtraciones de Snowden.

Pero lo cierto es que todo eso importa poco: lo que hay detrás de las acusaciones de espionaje es un intento de frenar el liderazgo de China en la tecnología 5G, en la que Estados Unidos ha quedado rezagado. Si unimos a esto el crecimiento del PIB chino en 2019, el doble que el estadounidense, y el cada vez más probable desplazamiento del eje geopolítico mundial a Asia, podremos completar el puzle del clima de paranoia anti China que trata de crear la administración Trump.

Esta paranoia ha sido alimentada con acusaciones por parte del propio presidente de que el país asiático habría creado el virus en un laboratorio de Wuhan o de estar ocultando información sobre su origen y las cifras reales de muertes por parte del secretario de Estado Mike Pompeo.

Aunque las consecuencias de la crisis del covid-19 todavía son difíciles de predecir, no parece que Estados Unidos vaya a salir más reforzado que el país asiático de la pandemia, por lo que es de esperar que estas acusaciones continúen y tengan efectos dispares. La difusión de noticias falsas y teorías de la conspiración en la red responde a diferentes causas, como el miedo o la falta de información, pero crece en un contexto político donde la propagación de bulos se ha convertido en un arma política habitual, especialmente en la extrema derecha.