La Capital (Argentina), Héctor Walter Navarro, 10.12.2012
Soy investigador de las sectas destructivas porque siempre me interesó ayudar a las personas a quienes se les viola sus derechos humanos. Durante la última dictadura militar defendí a los perseguidos y hasta llegué a ser apercibido por el Tribunal de Ética del Colegio de Abogados de Rosario por «intentar desprestigiar al gobierno nacional» con la presentación de recursos de amparo. Esa única sanción que recibí en 35 años de ejercicio profesional es el mayor orgullo que tengo en mi carrera de abogado. Finalmente el 23 de marzo del año pasado, en vísperas de un nuevo aniversario del golpe que impuso la dictadura del Proceso militar, el rector de la Universidad de Rosario me otorgó en presencia de las Madres de Plaza de Mayo un diploma de reconocimiento por mi lucha durante esos años infames.
En relación con las sectas tuve que actuar como perito judicial en casos muy importantes, como el gran juicio que se le hizo a la secta Los Niños de Dios. La difusión pública de la literatura secreta de la secta que descubrimos en Rosario determinó su disolución en el mundo. Entre otras aberraciones esa secta promovía la prostitución infantil con el argumento de que los niños tienen derecho a disfrutar del sexo.
También conseguí con mis denuncias que el juez federal de San Nicolás procesara por falso testimonio a Víctor Oscar Martínez, quien para cobrar una indemnización que no le correspondía pretendió hacer pasar como homicidio el accidente en el que murió el obispo Ponce de León. Ese personaje simula ser rabino judío, con el nombre de Víctor Naím, monje budista y dirigente hindú con el nombre de Su Santidad Haripada Acharya.
A fin de ayudar a las víctimas de las sectas destructivas en marzo de este año tuve que viajar a México donde un español, Ignacio González de Arriba, pretende ser Jesucristo reencarnado. Cobra cien mil dólares para ser su apóstol y las mujeres deben prostituirse para pagarle. En abril presenté una denuncia en Uruguay contra una secta dueña de un hotel donde adoran a una diosa humana, Isha. Sus seguidores pagan para trabajar allí como cocineros y mucamos. En mayo, luego de denunciar en la feria del libro a Claudio María Domínguez por su promoción del «Maestro Amor» y de los falsos cirujanos psíquicos filipinos, tuve que ir a Ecuador para ayudar a los damnificados por una secta que se encubre como academia de música y en julio tuve que asistir en Colombia a las víctimas de la «Iglesia Salem», donde un presunto «apóstol ungido» abusaba sexualmente de las mujeres de su secta, habiendo llegado a tener 28 «esposas» en la ciudad de Pasto. Denuncié a ese líder y actualmente está prófugo, pero antes tirotearon la casa donde me alojaba. En Colombia, en especial, he investigado a varias sectas que se han extendido a nuestro país. La «Iglesia Salem», por ejemplo, tiene una sucursal en Argentina, atendida por una de las «esposas» del «apóstol». Asimismo la secta «G12». En Bogotá y en Ibagué, Colombia, detecté una secta, «Taller del Corazón» que se extendió a la localidad de Alcorta y otros pueblos de nuestra provincia. Se enmascara como grupo catequista católico pero en realidad propaga doctrinas que no lo son, como el llamado «evangelio de la prosperidad» y falsos milagros. Su dirigente dice ser «la esposa de Dios» e irrumpe en la misa durante la homilía del sacerdote disfrazada de payasa, reclamando protagonismo. Si el sacerdote no está de acuerdo con esa práctica los de la secta lo rechazan y dejan de ir a sus misas. En todas las sectas destructivas los dirigentes recurren a técnicas para someter a los adeptos que ya hemos conocido y estudiado muy bien. Consiguen que sus seguidores les confiesen sus pecados, algo que luego utilizan para someterlos. Usan técnicas del psicodrama provocando catarsis emocionales. Humillan y ensalzan a sus seguidores, provocándoles confusión, porque algo que ayer mereció una felicitación mañana provoca su furia. O la famosa «explosión de amor», que es una verdadera farsa teatral donde los adeptos reclutados le manifiestan obligatoriamente mucho afecto al que recién ingresa para reclutarlo. Luego, por supuesto, vienen las cargas y las obligaciones. Estas sectas tratan de romper las familias, haciendo creer que todos los problemas fueron causados por ellas. La familia, si no se incorpora a la secta, es considerada automáticamente como enemiga.
La Red de Apoyo a Víctimas de Sectas (Ravics) es una organización sin fines de lucro que se dedica a dar apoyo y orientación a toda persona afectada por algún grupo que practica la utilización de técnicas de persuasión coercitiva. No somos un grupo antisectas, somos una organización filantrópica que pretende proteger a las víctimas de maltrato y abuso ocurrido como consecuencia de su pertenencia a alguna secta. Perseguimos un fin humanista. Queremos educar acerca de las técnicas de persuasión coercitiva, que podrían ser usadas para someter la voluntad de cualquier individuo, sin que se dé cuenta; violando de esta manera todos sus derechos humanos. Defendemos a las víctimas de grupos supuestamente benéficos, pero que practican el fraude, transmiten información falsa, destruyen familias y provocan conflictos traumáticos generadores de confusión y de un estado mental de indefensión e inconsciencia sobre los daños recibidos. Ravics fue fundada hace siete años en Puerto Rico por Myrna García, nuestra asesora psicológica y administradora. Desde hace un año soy el presidente. Nuestra sede central se encuentra en New Jersey (EEUU).