La Vanguardia (España), Alexis Racionero, 8.02.2025

Vivimos tiempos convulsos, entre eclipses múltiples y planetas retrógrados. André Malraux decía que el siglo XXI será religioso o no será. Ciertamente, después de Nietzsche y la muerte de Dios, el hombre moderno quedó desubicado ante la falta de espiritualidad. La apología de la razón y el antropocentrismo narcisista reinaron hasta que la naturaleza pareció decir basta. Hoy volvemos a mirar a ella y desde ahí, contemplamos el retorno de arquetipos como el chamán que nos vinculan a ella y a esas mal llamadas culturas primitivas de las que tanto tenemos que aprender.

Mircea Eliade definió al chamán como el hombre que emplea técnicas arcaicas de éxtasis para salir de uno mismo. Figura omnipresente desde el Amazonas hasta Australia, con mucho arraigo en Siberia, Mongolia y toda Sudamérica. ­Curandero y profeta que se sale de su cuerpo para ver desde una profunda comunión con la naturaleza y sus espíritus. Así es Davi Kopenawa que nos habla desde su libro La caída del cielo (Capitán Swing) coescrito con el antropólogo ­Bruce Albert. Son las palabras de un chamán yanomami cuyo nombre fue otorgado por los espíritus xapiri, aquellos que juegan en la selva sin descanso. Los blancos creen que estos espacios están muertos, pero tal vez es que no saben nada de esta naturaleza salvaje ni de la vía del chamán. La suya es una de las profesiones más antiguas del planeta. Seres individuales, al margen de ortodoxias que ven mediante sueños y alucinaciones, recurriendo a espíritus o a substancias psicotrópicas. La alteración de los sentidos lleva a la conexión con las fuerzas sobrenaturales, esas que no existen en los mapas de la razón o en los circuitos de la inteligencia artificial. Como escribió Carl Jung, el chamán es un intermediario entre las fuerzas superiores y la sociedad. Como médicos del alma, los chamanes sanan y piden buenas cosechas o protección contra todo tipo de desastres naturales.

En un mundo cada vez más distópico y materialista son muchos quienes sienten la llamada de la naturaleza y el retorno del chamán. Diversas novedades editoriales así lo atestiguan. Anagrama acaba de publicar El planeta de los hongos, una historia cultural de los hongos psicodélicos. Kairós presenta Conocimiento sagrado sobre psicodélicos y experiencia religiosa, engrosando un catálogo rico en referencias chamánicas. Entre ellas están El viaje del chamán (1989), una compilación de varios autores, con Michael Harner al frente, que va por su sexta edición. Errata Naturae rentabiliza con una tercera edición La serpiente cósmica, la alucinante historia del ayahuasca, el adn y el origen del conocimiento (2021) de Jeremy Narby. Mientras editoriales más pequeñas como Gaia, acaban de publicar La rueda de la sabiduría, de Alberto Villoldo, sobre el viaje chamánico del héroe.

Clásicos chamánicos

La difusión del chamanismo en la cultura popular se debe a Carlos Castaneda y sus Enseñanzas de Don Juan, ese personaje que nadie sabe si realmente llegó a existir. Publicado en 1968, se convirtió en uno de los primeros best sellers espirituales. En él, Castaneda da con un brujo nagual del desierto de Sonora en México. Consumen peyote y psilocybe para salir de esta realidad ordinaria y comprender la importancia que debemos dar a hallar nuestro lugar en el mundo. Así el viaje chamánico es una forma de encontrarse y ubicarse bajo nuevas coordenadas. Esta saga literaria, probablemente se agota en su segundo volumen, pese a tener once más.

El más noble precedente de Castaneda fue Mircea Eliade, que en 1964 escribió Chamanismo. En su obra, además de constatar que el chamán era el mediador entre dos mundos, el nuestro y el inframundo, lo definió como el encargado de velar por el equilibrio psíquico y ecológico del grupo y de sus miembros. Eso que hoy en día es tan necesario. El chamán, para este prestigioso antropólogo rumano, era el señor de los espíritus, el intermediario entre lo visible e invisible.

Michael Harner es uno de los mayores expertos en chamanismo de la actualidad. Desde 1961 ha trabajado y practicado la sanación chamánica. Dirige la Fundación para los Estudios Chamánicos de Mill Valley y su obra La senda del chamán (Kairós) es una de las obras fundamentales de la moderna investigación. A finales del siglo XX el chamanismo estaba desapareciendo, pero el nuevo milenio lo hizo renacer. En el prólogo de la tercera edición (2016), Harner da tres razones que explican este retorno. La primera es que muchos que han dejado atrás la era de la fe y ya no confían en que los dogmas y la autoridad eclesiástica, se abrazan al chamanismo como reino del espíritu. La segunda es el avance de la visión holística de la salud. La tercera se debe a la crisis medioambiental. El chamanismo enseña a respetar el planeta.

De alguna forma, el chamanismo proporciona una cartografía secreta y la capacidad de hablar con toda la naturaleza, incluyendo plantas, árboles, arroyos o rocas. Todo está vivo y no hay fronteras espacio-tiempo. El chamán es alguien que se sacrifica por la curación de los demás, en un proceso que a veces exige una muerte y resurrección. Ayudado por sustancias alucinógenas, ve a través del cuerpo del paciente como si tuviera rayos X. Así, el chamán entra en una realidad desconocida para ayudar a las personas. Ve en la oscuridad y conoce los mundos subterráneos. En este viaje el chamán no está solo. Le acompaña un espíritu guardián, lo que en México o Guatemala llaman nagual y en Australia o Norteamérica, tótem. Como animal de poder, se convierte en su alter ego. Las mujeres también son chamanas, pero nuestra tradición occidental las tachó de brujas desde la Europa medieval y el Renacimiento.

Hongos y psicodelia

El chamán siempre ha acompañado el trance con la ingesta de substancias naturales que abren la puerta a la otra dimensión. Desde la ayahuasca a la amanita muscaria, que pudo ser la milenaria soma de la civilización indo-aria, al peyote o el psilocybe. Su historia cultural está perfectamente narrada en El planeta de los hongos (Anagrama) de Naief Yehya. En un principio nuestro Dios, sus frailes y exploradores dieron un origen satánico a las setas mágicas. Años después, intelectuales como Lewis Carroll, Charles Baudelaire o Antonin Artaud cayeron presos de sus encantos. A nivel científico, fueron Robert Gordon Wasson y Albert Hoffman los grandes protagonistas del origen del movimiento psicodélico. El primero era un ejecutivo de Wall Street casado con una doctora rusa, Valentina Pavlovna, fascinada con los hongos alucinógenos de Siberia. En su luna de miel comieron hongos y su vida cambió. Fueron a conocer a la legendaria chamana mexicana María Sabina. Allí pudieron participar de su ritual secreto. En la ceremonia son los hongos quienes hablan a través el chamán. La experiencia quedó recogida en un artículo (Seeking the Magic Mushroom , 1957) para la revista Life que causó sensación. Luego llegaron libros como Soma, divine mushroom of inmortality (1968) o The road to Eleusis (1978). Al parecer, el kykeon griego podía proceder del ergot, con características similares al ácido lisérgico (LSD) que sintetizó el químico Albert Hofmann en los laboratorios Sandoz en 1938. Ya en plena contracultura americana, apareció Timothy Leary como líder de la psicodelia mística new age y obras como The Psychedelic Experience (1964) o The Politics of ­ Ecstasy (1968).

En otro contexto, Conocimiento sagrado se enfoca en la experiencia religiosa, buscando extender el campo de la psicodelia más allá del postureo new age. Desde una óptica contemporánea, William Richards, psicólogo clínico y teólogo, defiende el valor sagrado de las substancias psicodélicas. Si se hace un uso ­inteligente, pueden contribuir a una mayor calidad de vida. Explorar la conciencia lleva a resolver el misterio que somos. En la experiencia psicodélica, como ya apuntaba Aldous Huxley, trascendemos el tiempo y el espacio, adentrándonos en un territorio místico y de comunión con lo absoluto.

Viaje sagrado

Por último, entre las novedades que apuntan al retorno del chamán, Alberto Villoldo, escribe de sanación, como psicólogo y antropólogo médico, especializado en las prácticas curativas del Amazonas. La rueda de la sabiduría (Gaia) se enfoca en el viaje chamánico como ciclo del héroe curativo y de transformación personal. Norte, este, oeste y sur, se vinculan con cuatro arquetipos o animales totémicos que nos conducen a un viaje sagrado.

La serpiente cósmica es un libro erudito de Jeremy Narby que mezcla bioquímica y neurología con chamanismo y mitología. Este antropólogo convivió con poblaciones indígenas de la Amazonia y pudo comprobar el conocimiento que los chamanes poseen de las interacciones bioquímicas o moleculares que las plantas tienen sobre nosotros. Todo ello sin saber de ciencia.

El libro de Bruce Albert, La caída del cielo, atiende a casi toda una vida compartida con un chamán llamado Davi Kopenawa, el protagonista absoluto del libro que se lee como si fuera una larga entrevista. Los yanomamis habitan el extremo norte de Brasil con Venezuela y han perdido a muchos de los suyos por la ambición del hombre blanco. No obstante, su comunión con la naturaleza sigue siendo ancestral. Ellos siguen escuchando la voz de los espíritus de la selva. Omama es su dios creador y protector. Lo único que temen Kopenawa y los suyos es que el cielo se caiga algún día. A lo largo de las más de seiscientas páginas, asistimos al alumbramiento del chamán que empezó a ser otro desde su adolescencia. Los espíritus venían a verle en sueños y al final, se convirtió en un sanador capaz de hacer renacer a cualquiera. Sabiduría ancestral que no se mide y sabias palabras que provienen de otros tiempos. Así es la voz del chamán. Probablemente, como plantea Bruce Albert, el retorno del chamán va mucho más allá de aquel movimiento New Age y de las prácticas lúdico-místicas que todavía hoy se realizan. La senda del chamán es aquella que nos lleva directamente a la esencia primigenia de la Tierra y a la experiencia ritual más pura, para sanar y complementar los delirios de una mente cada vez más engreída y narcisista.

Entrevista a Bruce Albert, antropólogo

Bruce Albert nació en Marruecos, se licenció en París y ha vivido media vida en la Amazonia. Pocas palabras, mirada azul y estilo directo. Su vida y obra están dedicadas a la defensa de un pueblo y en especial a una manera de contemplar el mundo. Los yanomamis presentan toda una cosmogonía de la que podemos aprender. Como antropólogo es uno de los principales investigadores del Institut de Recherche pour le Développement.¿Cuál es la función del chamán? Los chamanes son, ante todo, diplomáticos, pero también guerreros cosmológicos que protegen y cuidan a los seres humanos, la tierra del bosque (urihi a) y el cosmos. Para ello, deben negociar o luchar con todo tipo de entidades invisibles, poderosas y a menudo, malvadas. Éstas son el origen de fenómenos visibles naturales como las enfermedades o los desastres meteorológicos o ecológicos entre otros. ¿Qué son los espíritus xapiri y por qué son precisos los estados de trance?Para adquirir poder y desempeñar su papel, los chamanes recurren a las drogas psicotrópicas que inhalan (el polvo yãkoana). Estas les hacen bailar con los espíritus auxiliares hasta identificarse con ellos. Los xapiri son seres-imágenes de los ancestros animales de la primera humanidad, los yarori pë. Esta humanidad primigenia era de hecho una humanimalidad en la que los seres humanos y los animales eran todavía indistintos. La mitología yanomami cuenta las desventuras de estos primeros antepasados que llevaron a la creación de los animales de la selva y luego, a la de los humanos actuales que desde entonces han sido separados.¿El chamanismo es una forma de sanación desde la conexión con lo más profundo y ancestral?Los chamanes deben ser capaces de sumergirse en este tiempo de los orígenes para identificarse con los seres-imágenes de la primera humanimalidad con el fin de extraer de ellos el poder de ver y sanar. Es gracias al polvo yakoana que pueden entrar en el estado de trance que les da acceso a este tiempo primordial. Para ellos esta es sólo una dimensión paralela del presente. Son como nuestros astrónomos, quienes mediante sus observatorios e instrumentos pueden acceder a los tiempos de los orígenes del universo desde el presente.¿Qué aportó Carlos Castaneda con ‘Las enseñanzas de Don Juan’?El Don Juan de Carlos Castaneda es un personaje ficticio. Los libros de Castaneda son el ejemplo mismo de este neochamanismo imaginario inventado por los occidentales para responder a una necesidad individualista de misticismo, en una época de vacío consumista cada vez más angustioso. Todo esto no tiene nada que ver con el chamanismo amerindio y con el mensaje de Davi Kopenawa, que es un chamán muy real. Davi Kopenawa hace un análisis crítico de los puntos ciegos del mundo industrial. Ofrece una etnografía muy perspicaz y saludable de la “gente de la mercancía” que somos, y nos da una advertencia y un desafío cosmo-ecológico colectivo que merece toda nuestra atención ante el desastre climático. No propone, como un supuesto gurú psicodélico, una terapia existencial narcisista, posiblemente de pago, para jóvenes blancos que están angustiados.¿Qué se lleva de su relación con Kopenawa y de la sabiduría de los chamanes?Conozco a Davi Kopenawa desde 1978, entonces teníamos veinte años. Nuestro trabajo conjunto en este libro es la culminación de una larga amistad y una relación personal excepcional. Compartir esta trayectoria ha influido mucho en mi pensamiento profesional, abriéndome el camino a una descolonización de la escritura etnográfica. Además, el ejemplo de coraje, integridad e inteligencia de Davi, que pude presenciar durante su incansable lucha por defender a su pueblo, también me ha inspirado enormemente.La enseñanza de los chamanes yanomami no reside, como muchos occidentales imaginan, en una hipotética sabiduría mística. Es una reflexión filosófica en actos (rituales) y narraciones (mitos), como la de los antiguos griegos, que busca pensar en la vida, la muerte, el infortunio, la sociabilidad y las fuerzas, para nosotros naturales, que dan al ser humano la medida de su impotencia y finitud. Para mí, las lecciones más importantes se basan en su contribución al pensamiento ecológico contemporáneo que es esencial para nuestro futuro común. Nuestra tradición filosófica, desde sus orígenes, ha dividido y jerarquizado a los vivos según una escala de valores en la que la humanidad ocupa la cumbre. Este supremacismo humano nos ha alejado del mundo de los seres vivos, allanando el camino de la progresiva devastación ecológica del planeta.¿Qué podemos hacer para evitar el colapso y ese cielo que se cae?Los chamanes yanomami consideran que los animales y las plantas se distinguen de los humanos solo por su apariencia física y que están dotados de la misma sensibilidad y subjetividad. Todos los seres que llamamos naturales, animados o no, deben ser tratados como personas y no como objetos de depredación ciega e ilimitada. Este conjunto de personas humanas y no humanas, constituye un complejo multiverso de pueblos que cohabitan en igualdad y compromisos mutuos, dentro de una misma vasta entidad viviente: el mundo-tierra-bosque. Creo que tenemos mucho que aprender de esta filosofía si no queremos que nuestro planeta sea permanentemente estéril e inhabitable en un futuro. Si no, como dice Kopenawa, el cielo caerá sobre nosotros.