El Confidencial (España), Alfredo Pascual, 6.10.2024

En las perpetuas obras de la estación de Chamartín hay vida. Más allá de las terminales, lonas y andamios esconden, por ejemplo, la primera bolera de España. Sobrevive abierta desde 1979 y planea seguir haciéndolo, aunque en los últimos años haya que hacer una gymkhana para llegar a la puerta. O el restaurante Rolling Dance & Burger, una hamburguesería con pista de patinaje, o viceversa, que parece extraída del mismísimo Wisconsin.

Estos días, las entrañas de Chamartín albergan también la 32ª Feria Esotérica de Madrid, el cónclave anual de aquellos que saben más de lo permitido. Solo llegar es un acto de fe: hay que transitar espacios abandonados, zonas en obras y pasillos con verjas de los que nunca sabes a dónde te llevan. Al principio es necesario preguntar a los obreros; después basta con seguir el olor a pachulí. «No es pachulí, es incienso», me corrige una señora nada más llegar. Ha venido con tres amigas, todas ellas jubiladas, a que les echen las cartas.

Son especímenes autóctonos de esta zona de la ciudad: bien vestidas, mejor peinadas, todas ellas agarradas del bracito. Al verlas avanzar, da la sensación de estar ante una columna de los antidisturbios. «No nos hagas fotos, que si nos ven nuestros hijos aquí, nos matan», dice Mari, que lleva la voz cantante del grupo. «Hay otras que se lo gastan en el bingo, ¿no? Pues nosotras venimos aquí, nos tomamos un café y nos echan las cartas. ¡Luego no veas la de conversación que nos da camino de casa!», remacha su amiga entrando a la feria. Las ciencias ocultas no pasan por su mejor momento y la necesidad les ha obligado a reagruparse: esta no es una feria de santería o de tarot, es una feria de lo esotérico. Eso significa que comparten stand una santera cubana y un hombre con perilla que vende piedras de colores, y que ambos tienen enfrente a un muchacho que te mide el aura con una máquina rusa.

Por el pasillo, igual te puedes encontrar una virgen católica, que una bruja de Disney o un busto de Amon Ra. Betty Villalba, prestigiosa angeóloga. (A.P.) Este año, la reina de este suicide squad del conocimiento no reglado es Betty Villalba. Definida por la organización como una «prestigiosa angeóloga», ha venido desde México para inaugurar el evento con su «Ritual de Bendición de Rosas con la Virgen de Guadalupe». Pese a que es la estrella de la feria y todos la quieren saludar, encuentra un hueco para hablar este periódico:

P. Es usted angeóloga. ¿De qué estaríamos hablando?
R. Soy una estudiosa de la energía angelical. Los ángeles nos ayudan a balancearnos, a llevar esa buena vida que todos queremos. P. ¿Cuánto lleva estudiando a estos ángeles? R. 33 años. Me considero una coach angelical.
P. Son los mismos ángeles que salen en la biblia. ¿Qué opina la iglesia católica de esto?
R. Esto no tiene nada que ver con la religión. Es espiritualidad pura. Una espiritualidad divina, eso sí, porque estamos hechos a imagen y semejanza de esa grandiosidad que algunos llaman dios, otros universos, el todo… como tú quieras llamarlo.
P. Pero usted utiliza el folclore católico para algo que no es católico.
R. Los ángeles son los que son, yo no los puedo cambiar. Por ejemplo, el arcángel Miguel te da protección: es el que corta las energías discordantes, el que te saca de la depresión. También trabajo mucho con el arcángel Rafael, que es médico del cielo… pero la reina de los ángeles es la madre María. Se parece al catolicismo en la parte de la energía, con la diferencia de que accedes a una energía en bruto, mientras que la religión siempre intenta controlar la energía. La vidente Fabiola usa merchandising egipcio para su número. (A.P.)
P. Entiendo.
R. Yo te aconsejo que digas ahora mismo «soy divinamente guiado» y verás cómo empiezan a abrírsete las puertas de la energía, que es más que nada sincronía. En eso nos han ayudado mucho la física cuántica y la neurociencia.
P. La física cuántica…
R. Sí, gracias a ella comprendemos mejor nuestras energías. ¿Has escuchado hablar del salto cuántico? El salto cuántico es activar la divinidad que hay en ti. Es una brújula interna que hace conexión con el cielo y la tierra. Tu cuerpo de cintura para abajo se conecta con Gaia, y de corazón para arriba, te conectas con los chakras superiores, que te llevan por un túnel de luz hacia el cielo.
P. ¿Y la neurociencia?
R. Nos dice que existen en nuestros hemisferios cerebrales un montón de puntos energéticos que están íntimamente comandados por la energía espiritual.
P. Es complejilla la cosa.
R. No si lo entiendes como que el cuerpo humano es una máquina divina que puede acceder a una serie de asistentes celestiales que lo ayudan. Yo soy experta en ayudar a las personas a conectar con los ángeles.

Han sido solo once minutos, pero salgo de la entrevista como si me hubiera atropellado el metro ligero. Mientras le doy vueltas al salto cuántico de los ángeles, me encuentro un puesto diferente: este no vende piedras ni ungüentos, solo tiene un par de artefactos de aspecto soviético sobre la mesa. «Yo te mido el campo electromagnético», explica su dueño, Gabriel García. «Utilizo el sistema de fotografía del matrimonio Kirlian para ver tu aura. Bioelectrografía, se llama ahora. Yo detecto esos patrones que no ha sido capaz de ver la medicina alopática. Ahí veo tu tipo de personalidad, y después, a través de la medicina china y a veces de la hindú, sé muchas cosas de ti, pero no hay bueno o malo. La gente viene con la energía de una manera determinada y nosotros tenemos que ver si se corresponde con la realidad, porque estamos hablando de un país psicológico».

Aún no he digerido la parte del país psicológico cuando García vuelve a la carga: «El 94% de los fenómenos que suceden en nuestro cuerpo son de índole eléctrica. La bioquímica, en los humanos, no es tan importante como la electricidad: es la que rige el comportamiento celular, de todo el sistema. De esto se habla poco». Gabriel García sostiene que la vida es electricidad. (A.P.)

García habla con soltura de los mecanismos celulares sin haber pisado la universidad. Como todos aquí, sabe cosas que el resto ignoramos… o queremos ignorar: «En España vivimos en un vacío legal, porque las terapias de polaridad están consideradas como medicina en medio mundo. Ellos (los gobiernos) no quieren perder el control de la medicina, que al final es un gran negocio… esto no sé si te dejarán sacarlo en el periódico», afirma. Su amanecer espiritual llegó una noche que se despertó y se encontró con un ser de luz en el salón. «Quizá un ser de la cuarta dimensión», matiza. Dice que intentó despertar a su pareja y a sus familiares, pero no fue posible, porque se había parado el tiempo. «Ahí fue cuando empecé a investigar en todas las culturas, religiones y sectas, respuestas a lo que me había sucedido. Incluso seguí a un gurú que estaba loco, pero al final encontré mi lugar». Desde entonces, Gabriel vive de medirle el aura a la gente. «Jutía significa rata gigante muerta» Como nos enseñó Batman, buena parte de la sugestión reside en la teatralidad.

Es más fácil creer que te están leyendo el futuro entre túnicas, cartas medievales y pachuli incienso, que si te lo cuenta una señora en el autobús. Sin embargo, el formato de la feria rompe cualquier conato de ambientación, exponiendo a los videntes en pequeños espacios de contrachapado donde sudan tinta para explicarles a sus clientes que lo oculto es lo que ellos le cuentan, y no lo que se oye en el stand contiguo. Así, me pregunto cómo será la relación entre los tarotistas, a la sazón los viejos del pueblo, y las nuevas generaciones del magufeo como la santeria o el reiki.

«Nos llevamos estupendamente, yo respeto todas las creencias», explica Mara Sanación 333. Es una vidente clásica, ese tipo de persona capaz de acabar las frases de cualquier mujer de mediana edad. La cuenta con una sonrisa, pero su historia está marcada por la peor de las esclavitudes: la genética. «Mi abuela era una meiga gallega. Trabajó la astrología, la numerología y la sanación. Yo nací con su don. Durante muchos años tuve otros trabajos y me dedicaba solo a ayudar a la gente desinteresadamente, pero llegó un momento que eran demasiados, así que en 2008 me vi obligada a trabajar de esto, yo no quería».

Mara Sanación procede de una familia de tarotistas. (A.P.) Mara dice que hay buen ambiente en el esoterismo, pero en la pregunta más insospechada surgen las pullas. «¿Que si se vive bien de esto? Bueno, yo vivo normal, sin lujos. También es que yo hago lecturas y alguna sanación, no ofrezco los servicios que ofrecen otras compañeras, que tienen otras capacidades y… hacen servicios más caros. Yo en eso no me meto, no lo hago», desliza negando con la cabeza. Por más que insisto, no termina de decirme a qué se refiere, pero lo intuyo. Todos los esotéricos insisten en recalcar la idea de que ellos hacen, por así decirlo, un diagnóstico de sus clientes, dejando siempre la terapia en manos de otras instancias. Es como si alguien de Sanidad les hubiera prometido que, mientras no administren brevajes —ni calambrazos— a la gente, todo irá bien. Estoy hablando con David, que me explica cómo los pueblos celtas utilizaban sus oráculos para «desarrollar vida nómada» a través de la lectura de runas, (habiéndose hecho él un experto rúnico desde su México natal) cuando detecto a una visitante… atípica. Es una mujer joven con un vestido de flores: lo llamativo es que va evidentemente caracterizada. Lleva una peluca roja, un gorro morado y unas gafas falsas. Pasea entre los puestos inquieta, mirando hacia atrás. «Los ángeles son los que son: yo no puedo cambiarlos, aunque no sea católica» De repente, una santera cubana se abalanza sobre ella. Hay gritos y algún forcejeo. Llega la organizadora de la feria. Llega la seguridad privada. Llega la Policía Nacional.

Llega la Policía Municipal. Me levanto para intentar enterarme antes de que lleguen los GEO: «¡Largo de aquí! ¡Ya viniste el año pasado a molestar y este no te lo voy a permitir!», espeta la santera a la mujer de la peluca, que abandona la feria escoltada por los Nacionales. Salgo fuera en busca de la señora de la desterrada. «¡¿Tú sabes lo que es la jutía? ¿Y el Eku Eya?!», me dice, poniendo el móvil a cinco centímetros de mi nariz. Me muestra la imagen de una bolsita de aspecto repulsivo, llena de una sustancia parduzca en la que parece intuirse pelo. «¡Esto lleva rata gigante! ¡Lo traen de África para los rituales santeros! ¡Lo echan en un brevaje y se lo beben! ¡Y eso lo venden aquí!», continúa la mujer.

Victoria Vélez de Guevara, caracterizada para la ocasión. (A.P.) Una vez consigue tranquilizarse, después de hablar varias veces con la Policía, se explica para este diario: «Mi nombre es Victoria Vélez de Guevara y soy la presidenta de la Asociación de Víctimas de la Santería. He venido a demostrar que en los puestos de santería se venden alimentos y sustancias prohibidas por ley. Actúo contra la santería porque hacen sacrificios animales, cometen delitos contra la salud pública y cobran ingentes cantidades de dinero por trabajos que no sirven para nada», explica Victoria. «Y también porque mis sobrinas están metidas en esa secta, que le destruye la vida a tantos ancianos, enfermos y personas ignorantes». «Ya vine el año pasado y conseguí que la Policía se llevase varias sustancias», continúa. «Lo que no entiendo es cómo me han reconocido este año con la peluca». La sola presencia de Vélez de Guervara ha revolucionado la feria.

Todos corren arriba y abajo, dando explicaciones a la Policía o pidiéndoselas a la organizadora, menos Mari y sus amigas, que han encontrado un sofá dorado idóneo para ver el espectáculo. «A esa mujer lo que le pasa es que es muy católica y no le gusta esto. ¡Normal! Es que aquí hay mucho mamoneo, eh, que yo veo todos estos ángeles y me digo ‘madre de dios’, si me ve el sacerdote de mi parroquia», considera una de las amigas de Mari.

La Policía Nacional pregunta a las santeras. (A.P.) «¡Esa no ha ido a misa en su vida! ¡Tú estás borracha!», le responde Mari. Decido darle la última palabra a la santera, pero de camino me encuentro con otra versión sobre la señora de la peluca: «Creemos que es amiga de una familia de santeros que está enfrentada a los que traemos aquí. Cosas suyas, es mejor no meterse», dice un miembro de la organización de la feria. «Mira, siento haberme puesto así, pero es que me llevan los demonios», dice la santera Yosai Ramírez. «El año pasado me formó una tremenda por tener palo santo en el stand y este año, por si acaso venía, he guardado la mirra y el incienso. Pues nada chico, que le ha dicho a los agentes que tengo jutía, ratas muertas o no sé qué», lamenta. La santera Yosai Ramírez, acusada de importar sustencias ilegales. (A.P.)

La santera lanza una tercera teoría sobre Vélez de Guevara. «A esa mujer lo que le pasó es que pidió a un santero que le hiciera un embrujo para que muriese una persona y no le salió bien. Se gastó el dinero y no le pasó nada al otro, así que ahora nos odia a todos. ¡Pero es que los santeros no estamos para matar a nadie, solo ayudamos!». «¿Qué ha dicho la santera que tiene? ¿Tú tía?», se pregunta Mari desde el sofá. En las perpetuas obras de la estación de Chamartín hay vida. Más allá de las terminales, lonas y andamios esconden, por ejemplo, la primera bolera de España. Sobrevive abierta desde 1979 y planea seguir haciéndolo, aunque en los últimos años haya que hacer una gymkhana para llegar a la puerta. O el restaurante Rolling Dance & Burger, una hamburguesería con pista de patinaje, o viceversa, que parece extraída del mismísimo Wisconsin.