Clarín (Argentina), Alejandro Marinelli, 20.09.2009

Pasaron apenas unos minutos desde que le tomaron declaración testimonial. El fiscal y la abogada defensora lo estuvieron interrogando durante más de una hora. A pesar de esto, llega a un hotel del centro de Catamarca en su moto, con el casco puesto y un cuello de polar que le tapa media cara. Federico ya cumplió 25 años, es alto y de rasgos aindiados, lleva el pelo corto y no tiene problemas para hablar. Al subir el ascensor rumbo al primer piso, pregunta: «¿Ricardo todavía seguía en los Tribunales cuando se vinieron?».

Ricardo es Ricardo Jorge Ocampo, el líder espiritual al que llaman «Maestro Amor» y que minutos antes se negó a ser indagado por la Justicia. El hombre encabeza una comunidad religiosa ubicada en medio de las montañas de Catamarca. En esa provincia enfrenta una causa por «aprovechamiento de inmadurez sexual» contra un joven que ahora tiene 21 años, por la que estuvo preso y luego fue excarcelado. Tras esa liberación apareció Federico, que lo denunció por haber abusado de él hace 11 años. «Me dijo que me violaba para que llegara a la iluminación», relató. Su acusación devolvió al «Maestro Amor» a la cárcel, donde se encuentra ahora.

-¿Qué declaraste?

-Lo mismo que dije en mi denuncia. Cuando yo tenía 14 años, en 1998, Ricardo nos daba clases de kung fú a mí y a otros chicos, en mi casa. Mis padres eran sus seguidores y por eso él nos frecuentaba mucho. Mis compañeros eran una chica de 16 y un chico de 15. Las primeras dos clases fueron de artes marciales, pero después las cosas cambiaron. El comenzó a subir la música para que mi mamá no escuchara lo que iba a hacer.

-¿Qué fue lo que pasó en esa tercera clase?

-Se sacó el kimono y se quedó sólo con el pantalón de gimnasia. Nos dijo que confiáramos en él. A la chica le dijo que le hiciera sexo oral y ella tuvo que hacerlo. A la clase siguiente, volvió a subir la música y llamó al chico. «Venga, discípulo», le dijo. Allí, él fue quien le practicó sexo oral y luego lo penetró.

-¿Y cuándo fue el abuso que denunciaste ahora?

-En la quinta clase. Ahí me llamó a mí. Le pregunté por qué lo hacía y me dijo: «Para que llegues más rápido a la iluminación». Estaba asustado, por eso accedí a hacerle sexo oral. Luego de eso, él me lo hizo a mí.

-Hoy, que tuviste que hablar de nuevo de eso, ¿cómo te sentiste?

-Aliviado y contento por haberlo soltado. Hacía tiempo que lo estaba guardando.

-¿Por qué decidiste hacer la denuncia ahora?

-Fue cuando escuché que en el caso de Catamarca (ver La otra causa…) se decía que las relaciones entre Ricardo y el chico se habían realizado con consentimiento del pibe. ¿De qué consentimiento me hablan, si tenés 14 años y no entendés nada de lo que está pasando? Fue entonces que me subí a mi moto y me fui por la ruta hasta Catamarca para contar todo.

Suena su celular. Del otro lado hablan los periodistas de un canal de tevé de Buenos Aires que lo quieren entrevistar. Responde que no hay problema, que vayan a verlo. Corta y mete el aparato en el bolsillo de una campera de nailon Nike trucha, de las que se ven en la feria de La Salada.

«Es cansador hablar de esto. Te cansa sobre todo la cabeza, no tanto el cuerpo. Pero mejor lo hago todo hoy, así me lo saco de encima», dice. No hay otra pregunta, pero él solo vuelve a hablar del tema. «Gracias a Dios que está preso. Estoy contento porque lo metieron con presos comunes. Quiero que pague por eso, porque yo sufrí mucho. Mucho tiempo pensé que yo tenía la culpa y que era homosexual. Ahora que tengo novia me doy cuenta de que no es así».

Pide que no le saquen fotos de frente, que no quiere que lo identifiquen, porque los seguidores de Ocampo ya lo amenazaron. «Ellos son todos buena gente, yo eso lo sé, pero él los envuelve con la labia que tiene. Si yo estuviera con ellos, tampoco le creería a alguien como yo que lo denuncia».

-Por ahora la causa sólo esta basada en tu denuncia. ¿Les vas a pedir a los otros chicos que testifiquen también?

-Yo sé dónde vivían, pero desde entonces no los vi más. Hay que ver si ahora los encuentran.

-¿Cómo se enteraron tus papás de lo que pasó?

-Por la radio, cuando hice la denuncia, como mucha gente.

-¿No les habías contado? Ellos lo conocían a Ocampo tanto como vos, para ellos debe de haber sido una sorpresa enorme…

¿Sí, pero mi papá ya algo sabía de él porque un día lo encontró en mi casa durmiendo con otro hombre y los echó a los dos.

-¿Y no te surgió decírselo ahí?

-No, era muy chico.

-¿Y ahora qué te dicen?

-Que soy muy valiente porque hay gente que nunca en la vida se anima a hablar.