El Correo, Magonia (España),Luis Alfonso Gámez, 24.08.2012
No hay ninguna prueba de que separar en la escuela a los niños por sexos conlleve una mejor educación, pero sí de que con esa política segregacionista aumenta el sexismo entre alumnos y docentes, según un artículo publicado hace un año en la revista Science con el tajante título de “La pseudociencia de la escolarización por sexos”. La ciencia, por tanto, desmiente las afirmaciones hechas en los últimos días por responsables de colegios segregacionistas españoles y, al mismo tiempo, pone en evidencia al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, quien quiere cambiar la ley para que esos centros puedan seguir siendo subvencionados, extremo contra el que se ha pronunciado el Tribunal Supremo .
Hay en España 109 colegios segregacionistas –muchos del Opus Dei– que reciben dinero público y dejarían de hacerlo tras dos sentencias del alto tribunal que han negado el concierto económico a dos de Andalucía y Extremadura por incumplir el artículo 84 de la Ley Orgánica de Educación (LOE), que establece que, a la hora de admitir alumnos, “en ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Ante tal revés, el titular de Educación ha apuntado la posibilidad de una próxima reforma legislativa hecha a la medida de esos colegios religiosos. Que quede claro: el debate no es si pueden existir centros diferenciados para chicas y chicos -si hay padres que así lo desean y cumplen la ley en todos los demás aspectos, ¿por qué no va a haberlos?-, sino si esos colegios deben financiarse con dinero de todos.
Ausencia de pruebas
Los defensores de la enseñanza diferenciada parten de premisas que la ciencia no ha demostrado o ha demostrado falsas, carecen de pruebas que respalden su pretensión de que la educación segregada es mejor para el alumno y alardean de éxitos que no se deben a la separación de sexos, sino a otras particularidades de los colegios que la pratican. Así, por ejemplo, el diario La Razón destaca hoy tramposamente en un titular que “los centros single-sex solamente registran un 5% de fracaso escolar”, trasladando al lector la idea de que imparten una mejor educación. No da más datos -ni siquiera de dónde sale ése-, ni explica cómo seleccionan esos colegios a sus alumnos, ni de qué clases sociales son, ni si se deshacen de los que sufren problemas de aprendizaje transfiriéndolos a otras instituciones y falseando así las estadísticas de fracaso escolar.
En su articulo de Science -de cuya existencia he sabido a través del blog Diario de un Ateo–, el grupo dirigido por Diane Halpern, expresidenta de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), indica que, “en el intento por mejorar las escuelas, es importante recordar que no todas las reformas dan lugar a mejoras significativas para los estudiantes. Nosotros sostenemos que un cambio en particular -la escolarización por sexos- es profundamente equivocado y, a menudo, se justifica con afirmaciones científicas débiles o malinterpretadas más que con pruebas científicamente válidas. No hay ninguna investigación bien diseñada que revele que la educación diferenciada por sexos mejore el rendimiento académico de los estudiantes, pero hay pruebas de que la segregación sexual aumenta los estereotipos de género y legitima el sexismo institucional“.
En 2005, un informe del Departamento de Educación de Estados Unidos no encontró diferencias entre los resultados acádemicos en la enseñanza diferenciada y la conjunta. “Estudios a gran escala hechos en Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, al igual que análisis de datos del Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes (PISA), han detectado también muy pocas diferencias entre los resultados académicos de los centros segregacionistas y mixtos”, añaden Halpern y sus colegas. Y puntualizan que datos a primera vista prometedores -como el reducido fracaso escolar apuntado por La Razón– “se disuelven” en cuanto se tienen en cuenta los criterios de admisión o que muchos de estos centros derivan a otras instituciones a los niños problemáticos.
Falsedades y peligros
En su afán por justificar lo injustificable, los partidiarios de la segregación por sexo aducen desigualdades en el aprendizaje entre chicas y chicos fundadas en presuntas diferencias cerebrales. Otra mentira. “Los neurocientíficos han encontrado pocas diferencias por sexo en el cerebro infantil más allá del mayor volumen del de los varones y que complete su crecimiento antes el de las niñas, características que no tienen ninguna relación con el aprendizaje”, advierten los autores. No hay nada en la neurociencia que justifique la separación por sexos en la escuela ni, por consiguiente, ventaja que valga en ella, pero sí riesgos indeseables.
Al separar a los niños por sexos, no sólo se les impide interactuar como tienen que hacer fuera de las aulas, sino que además se les transmiten prejuicios, como que ellas no son aptas para ciertas materias y ellos no están hechos para trabajar en equipo. Lynn S. Liben, psicóloga de la Universidad Estatal de Pensilvania y una de los autores, comprobó en 2010 entre alumnos de preescolar que basta con que durante dos semanas los docentes empleen un lenguaje sexista y dividan a los pequeños en actividades por sexos para que éstos asuman estereotipos en su actitud hacia el otro sexo y la elección de juguetes, y jueguen menos con miembros del otro sexo.
Los expertos llamaban hace un año la atención en Science sobre el hecho de que “la decisión de combatir el sexismo mediante el cambio de las prácticas mixtas o segregando por sexo tiene paralelismos con la lucha contra el racismo. La preponderancia de los datos de las ciencias sociales muestra que las escuelas racialmente diferenciadas promovían los prejuicios raciales y la desigualdad”. “¿Es bueno segregar por raza, ingresos o edad? Creo que la respuesta es no. No hay ninguna prueba a favor de separar y segregar. Cualquier forma de segregación perjudica en lugar de promover la igualdad”, sentencia Richard Fabes, catedrático del Desarrollo Familiar y Humano de la Universidad Estatal de Arizona, y uno de los firmantes. “No hay evidencia científica de las ventajas académicas de las escuelas diferenciadas; pero hay pruebas consistentes de las consecuencias negativas de la segregación por sexo, de los daños colaterales”, concluye Liben.
Si alguien quiere educar a sus hijos en la desigualdad, la separación de sexos y la adjudicación de roles propios de otras épocas, es su problema. Bueno, mejor dicho, será el problema de esos niños. Pero el dinero público nunca debería destinarse a financiar un modelo de escuela injusto, sexista, antigualitario y basado en presupuestos pseudocientíficos, por mucho que al ministro Wert le guste.