Libertad Digital (España), Yésica Sánchez, 26.03.2025

El padre Marcelino, denunciado por los padres de cinco alumnas de 6 años del colegio Highlands El Encinar de La Moraleja (Madrid) de las que presuntamente habría abusado sexualmente, tiene «un pasado» que —él mismo reconoció ante la juez— le «persigue como un estigma». El sacerdote segoviano, que ejercía como capellán del mencionado centro educativo desde septiembre de 2022, fue secretario personal del fundador de los Legionarios de Cristo —el pederasta Marcial Maciel Degollado—y le acompañó en los últimos años de su vida.

Este capítulo —bastante largo— de su trayectoria, en el que profundizaremos más adelante, ya le había traído problemas en ocasiones anteriores. El religioso, que estuvo en otro colegio gestionado por la misma congregación (Highlands Los Fresnos, en Boadilla del Monte) de 2010 a 2015, fue enviado a Roma por las quejas que los padres de los alumnos del centro presentaron cuando supieron de la cercanía del cura con el controvertido Maciel, apartado del sacerdocio por el papa Benedicto XVI en 2006, por la publicación de un artículo sobre el asunto en el portal Infovaticana.

El fundador de los Legionarios de Cristo murió en 2008 y fue el propio Marcelino quien administró su herencia. Entre otras cosas, fue el encargado de entregar el fideicomiso a varios de sus hijos. Un puñado de millones que les dejó en una cuenta en las Bahamas. Más que un secretario era su mano derecha, su persona de confianza. Conocía de sobra la doble —o triple— vida de Maciel y las decenas de acusaciones de abusos sexuales que tenía a sus espaldas. LLegó a viajar y vivir bajo el mismo techo con él, su amante, su hija y un grupo de sacerdotes de su círculo mas cercano.

La primera investigación que se abrió contra Maciel en la Iglesia Católica data de 1956, en tiempos de Pío XII. Fue por pederastia y consumo de drogas. Dos años más tarde, el papa murió y el asunto quedó en nada. Las voces de sus víctimas se desoyeron durante décadas. Hasta 2004 no se empezaron a estudiar los casos en profundidad. El 19 de mayo de 2006, Ratzinger le impone una vida de penitencia y oración. Le prohibió ejercer el ministerio público, aunque no le abrió un proceso canónico por su avanzada edad (85 años).

El mexicano hizo caso omiso al Santo Padre y vivió a cuerpo de rey con sus seguidores más acérrimos, entre los que se encontraba el padre Marcelino. Así lo atestiguan las decenas de fotografías que lo sitúan en escenas de lo mas íntimo. Con Maciel y su familia (su pareja, Norma Baños, a la que doblaba la edad; y su hija Normita Rivas, a la que le dio el apellido de una de las identidades que asumió el fundador de los legionarios a lo largo de su vida —José Rivas—), e incluso en su lecho de muerte, besando su frente (imagen que dio la vuelta al mundo).

Una anécdota curiosa es que la propia Norma Baños contó en 2009 que ella conoció a Maciel siendo menor, y que en realidad no sabía de quién se trataba. Su hija tampoco. Lo descubrieron con el paso de los años, aseguró. De haberlo sabido, «nunca habría elegido este camino». O eso dijo. Una de las personas que conocía y guardó el secreto de la descendencia del sacerdote mexicano fue precisamente el padre Marcelino. Aun así, el asunto (prueba de ADN incluida) terminó saliendo a la luz. Es entonces cuando a muchos se les cayó la venda.

Apartado por Ratzinger

Marcial Maciel, que nació en 1920 en Cotija (México), funda los Legionarios de Cristo —inicialmente bajo el nombre de Misioneros del Sagrado Corazón y la Virgen de los Dolores— en 1941. Todavía era seminarista y tenía apenas 20 años. Fue ordenado sacerdote en 1944. Entonces se traslada a España donde vive un oscuro episodio del que poco se sabe, pero que termina con su expulsión y requiere de los favores del Pontífice para salir del bache. Póo XII le ayuda a fundar el Centro de Estudios Superiores de la Legión en Roma.

Durante décadas, la congregación creció y Maciel se convirtió en uno de los sacerdotes predilectos del Vaticano. Pero —a finales de los 90— distintas publicaciones periodísticas, avaladas por los testimonios de varias de sus víctimas, confirmaron la doble vida que llevaba su fundador, que en el pasado había sido tomado como modelo para la juventud. Benedicto XVI ordenó en 2004 una investigación que no dejó lugar a dudas. El mexicano fue apartado en 2006. Pero las denuncias siguieron llegando incluso después de su muerte, en 2008.

Los legionarios renegaron

En marzo de 2010, los Legionarios de Cristo emiten un comunicado en el que admiten que esperaban que las acusaciones presentadas contra su fundador «fuesen falsas e infundadas, pues no correspondían con la experiencia que teníamos de su persona y de su obra» pero que —a raíz de la investigación canónica realizada por el Vaticano— la congregación «llegó a una certeza moral suficiente para imponer sanciones canónicas graves» correspondientes a las acusaciones hechas contra Maciel, entre las que se incluyen «actos de abuso sexual a seminaristas menores».

«Profundamente consternados, debemos decir que esos hechos sucedieron», sentencian. «Expresamos una vez más nuestro dolor y pesar a todas y cada una de las personas que hayan sido dañadas por las acciones de nuestro fundador», continúa. «Y queremos pedir perdón a todas aquellas personas que lo acusaron en el pasado y a quienes no se dio crédito o no se supo escuchar, pues en su momento no podíamos imaginarnos estos comportamientos». «Aceptamos con dolor que, ante la gravedad de su faltas, no podemos mirar su persona como modelo de vida cristiana o sacerdotal».

Marcelino se quedó

El 1 de mayo de 2010, la Santa Sede comunica las primeras conclusiones sobre la visita apostólica a la congregación de los Legionarios de Cristo. Los visitadores —indica— pudieron constatar que «la conducta del P. Marcial Maciel Degollado ha causado serias consecuencias en la vida y en la estructura de la Legión, hasta el punto de hacer necesario un camino de profunda revisión». «Los comportamientos gravísimos y objetivamente inmorales del P. Marcial, confirmados por testimonios incontestables, representan a veces auténticos delitos y revelan una vida carente de escrúpulos y de verdadero sentimiento religioso».

Por otra parte, señalan que «dicha vida era desconocida por gran parte de los Legionarios» y esto era así «por el sistema de relaciones construido por el P. Maciel, que había sabido hábilmente crearse coartadas, ganarse la confianza, familiaridad y silencio de los que lo rodeaban y fortalecer su propio papel de fundador carismático». En ese grupo estaba el padre Marcelino, que permaneció junto a su líder en sus últimos años, cuando ya había estallado el escándalo de los abusos sexuales a menores e incluso había sido castigado por Benedicto XVI. Aunque Maciel, lejos de cumplir su penitencia, vivió un exilio de oro.

Red de pederastia e hijos

Se cree que Maciel incluso pudo inducir a otros religiosos a cometer las mismas atrocidades que él había perpetrado a lo largo de su vida. Algunos de los curas que terminaron siendo pederastas en la edad adulta, habrían sido abusados por el fundador de la congregación cuando eran menores. Una investigación encargada en 2019 por la Santa Sede documenta los abusos a un total de 175 menores perpetrados por sacerdotes de los Legionarios de Cristo. Sesenta de ellos fueron agredidos sexualmente por el propio padre Marcial, que —se calcula—podría haber acumulado cientos de víctimas.

Al fundador de la congregación se le atribuyen al menos cinco familias. A sus hijos los habría registrado con diferentes identidades falsas: tres de ellos en México, una en Francia, otra en Inglaterra, una más en Suiza y la mencionada Normita (que vive con su madre en el espectacular piso que Maciel le dejó en Madrid) en España. Según el relato de uno de sus vástagos mexicanos, José Raúl González Lara, su padre habría abusado tanto de él como de uno de sus hermanos —Omar— cuando ellos eran pequeños.

¿Por qué Marcelino?

La cercanía de Marcelino a Maciel, incluso en sus años más convulsos (cuando ya se conocían las acusaciones de pederastia y la Santa Sede decretó su retiro forzoso), ha llevado a muchos padres del colegio Highlands El Encinar —donde se habrían registrado los presuntos abusos sexuales que han sido denunciados a principios de marzo— a preguntarse por qué la dirección del centro de La Moraleja decidió poner a la persona de confianza del fundador (que ha sido borrado de la historia de la congregación) en un puesto que le permitiera estar en contacto directo con niños.

Desde el colegio señalan que «no existía ningún antecedente de conductas inapropiadas contra menores que le impidiera desarrollar su labor en un centro educativo». Aunque reconocen que —como afirman los padres que han presentado las denuncias y también otros progenitores que se han puesto en contacto con la policía tras su detención, cuyos testimonios están recogidos en el sumario al que que ha tenido acceso Libertad Digital— el sacerdote hacía regalos a los pequeños. Algo que va en contra del código de conducta de empleados y voluntarios del colegio. De hecho, afirman, fue «corregido » en varias ocasiones por ello.