OSÉ MANUEL VIDAL| EL Mundo, CRONICA| 16.09.2007

Jesús Gil, el fallecido presidente del Atlético de Madrid, puso el grito en el cielo: en plena Liga del año 1992, Bernd Schuster, su jugador estrella, se negaba a tomar los antibióticos que los médicos del club le recetaban para atajar una infección de rodilla. El jugador sostenía, contra todo pronóstico, que no estaba enfermo. Y que podía regatear de otra forma a la bacteria. Y lo consiguió. Con la ayuda de un practicista o líder de la Iglesia del Cristo Científico o Ciencia Cristiana. Y el entonces presidente del Atlético de Madrid sólo acertó a decir: «Esto es un milagro».

Schuster se mantiene fiel a su Iglesia desde entonces. Sin ser de los miembros más asiduos ni más comprometidos. De hecho, casi nunca asiste a los cultos (reuniones) que se celebran todos los domingos y miércoles en un local (no tienen templo) de la calle Pinilla del Valle, 5, de Madrid. «No viene mucho, quizás porque sus obligaciones se lo impiden, pero es un buen simpatizante, ya desde la época del Atlético», dice el líder de la Ciencia Cristiana en Madrid, el abogado y profesor de Derecho Mercantil Félix Vega.

Y trata de explicar lo del milagro de la entonces estrella rojiblanca: «No son milagros, sino hechos naturales que sólo se alcanzan con un gran nivel de comprensión y de convencimiento». Y es que una de las características principales de esta religión es la creencia en la bondad natural del mundo creado por Dios. No existen, pues, el mal, ni el infierno, ni la enfermedad. Son pura ilusión.

Principios llamativos de una religión «chocante», como admite uno de sus líderes en España, el psicólogo José Rodríguez, encargado de dar conferencias sobre la Ciencia Cristiana por todo el mundo. «Aquí no hay jerarquía ni pastores ni credos ni ritos ni ceremonias, pero yo llevo siete años en ella y me siento feliz, porque no tengo miedo a ser feliz. La Ciencia Cristiana ha limpiado mis ojos para ver todo lo bueno que hay en el mundo, que es todo, porque todo lo hizo Dios».

Limpio se siente también el entrenador del Real Madrid que, en una entrevista a la revista alemana Der Spiegel, reconoce que pertenece a la Ciencia Cristiana y que reza mucho por sus jugadores: «Para nosotros, rezar no es pedir, sino escuchar lo que Dios nos dice. Schuster reza para ver a sus jugadores como imágenes de Dios y, así, ayudar a que lo sean», explica el psicólogo.

Schuster reza por los suyos sin hacer proselitismo, prohibido por su Iglesia. Aunque lo hiciese, con algunos de sus jugadores lo tiene difícil. Raúl se santigua siempre antes de entrar en el campo. Diarra es un musulmán convencido, que cumple a rajatabla el ayuno preceptivo del mes del ramadán. Y otros pasan de cualquier tipo de religión.

En la Ciencia Cristiana, una religión muy poco estructurada, sólo existen dos tipos de fieles: los lectores y los practicistas. Los primeros son los encargados de leer en las sesiones del domingo pasajes de la Biblia y partes de su libro de cabecera, Ciencia y Salud, la obra de la fundadora de la Iglesia, Mary Baker Eddy. El practicista es el encargado de rezar por los demás.

La Iglesia del Cristo Científico nace en Boston en 1879 de la mano de Mary Baker Eddy (1821-1910), una mujer de una excepcional personalidad. Sus principios básicos son que «Dios es todo en todo, es bueno y es espíritu». No exigen un acto de fe religiosa. No tiene sacramentos y sus exigencias morales son pocas. Quizás por eso, algunos la han bautizado como el cristianismo sin lágrimas.

No les gusta hablar del número de fieles. «No llevamos cuenta de eso», dice su portavoz en España, Humberto J. Normey. Según diversas estimaciones, son 1.500.000 en todo el mundo. En general, se trata de gente acomodada y con un elevado nivel cultural. Cientistas famosos fueron el ex presidente de Costa Rica, José Ferrer, Bernard Shaw, Alexander Procofieff, Ginger Rogers, Robert Duval o el actor Val Kilmer. En Estados Unidos cuentan con un emporio mediático. Con canales de televisión, radios y periódicos tan influyentes como el Christian Science Monitor, ganador de siete premios Pulitzer.

En España, el número de fieles no llega a los 300. Localizados principalmente en Madrid, Barcelona y Málaga. «Pero lo importante no es el número», insiste el practicista de Málaga, ex fundador de Radio ECCA, José Rodríguez. Aunque reconoce también que, por culpa del número, «a veces nos llaman secta y nos confunden con la Cienciología. Pero también los primeros cristianos fueron considerados una secta del judaísmo. Llegará un día en que nos conocerán por nuestros hechos». Y por Schuster.