Milenio (México), Laura Sánchez, 8.12.2024

La estrella de Hollywood, Joaquín Phoenix, contó en una entrevista de 2019 que tal vez su don para interpretar papeles oscuros en el cine venía de aquellos años de la infancia en que formó parte de una secta: The Children of God, o en español Los Hijos de Dios. Popular en Estados Unidos a inicios de los setenta, logró reclutar a los padres del actor, quienes incluso fueron embajadores del culto en Venezuela.

Su fundador, David Brandt Berg, un predicador de ojos saltones, medio calvo, barbón y chimuelo, había elaborado varias interpretaciones de la Biblia e ideado nuevas maneras de amar a Cristo. Unas muy retorcidas: a través de prácticas sexuales, conocidas como “pesca de coquetos”, ordenaba a sus seguidoras a tener sexo con hombres para atraerlos a la secta y convertirlos en sus mecenas. Las llamaba las “prostitutas de Jesús” y eran la base del culto.

Exintegrantes de la secta revelarían que Brandt comenzaría a abusar de niñas de siete años. Fueron estos encuentros los que lo llevaron a mandar a imprimir un libro para consumo dentro del culto, La historia de Davidito, un manual de crianza en el que se incitaba a la pornografía infantil descaradamente y se relatan encuentros sexuales con un niño de tres años. Los relatos son realmente aterradores.

Informes de la policía secreta de México revelan que lo que empezó como una vigilancia en busca de grupos subversivos y comunistas, terminó en reventar a una red de propaganda pornográfica y de pedofilia que Los Hijos de Dios habían montado en México desde 1978. Los documentos permiten reconstruir cómo la secta fue introducida en cadena nacional en el programa matutino Hoy Mismo, que conducía el periodista Guillermo Ochoa, por “recomendaciones específicas” de Alfonso Prado, uno de los productores más poderosos de Televisa y mejor amigo de la actriz Carmelita Salinas.

Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, que reconstruye este caso gracias a expedientes olvidados entre cajones y viejas oficinas públicas. Casos como éste revelan que en México la verdad oficial siempre está en obra negra.

Parecían gringos y vestían de manera estrafalaria

En enero de 1978 la Dirección de Seguridad Federal (DFS) y la Dirección de Tránsito del Distrito Federal estaban obsesionados con la búsqueda de “grupos subversivos”, como ellos los llamaban. En plenos años de la Guerra Sucia, desplegaron agentes de espionaje por todas las colonias de la ciudad en busca de propaganda o encuentros comunistas.

En uno de esos operativos de vigilancia llegaron hasta la colonia Lindavista, al norte de la Ciudad de México, y encontraron que en la calle Mollendo, número 975, había una casa dónde había gente medio rara que entraba y salía con panfletos. Era una casa sencilla pero muy grande, un mastodonte de dos pisos entre viviendas chaparritas.

Pero algo no encajaba. Rápidamente se dieron cuenta de que eran 12 extranjeros, hombres y mujeres que parecían ser gringos, que andaban vestidos de manera estrafalaria y se llamaban entre sí “sol” y “lluvia de corazón”. El perfil no cuadraba con el de los guerrilleros que torturaban en los sótanos de la policía del Distrito Federal.

“Manifiestan que sus nombres son fundamentalmente sacados de la Biblia y que viven de la ayuda general que logran obtener en sus recolecciones que hacen desde dinero hasta objetos varios o cualquier otra cosa”, relataban los agentes en esos días fríos de 1978. Se llamaban Los Hijos de Dios.

Además, comenzaron a encontrar los primeros panfletos que distribuyeron en México y no tenían nada que ver con labores de insurgencia: había niños rubios con sombreros charros con la palabra “Dios” en letras estilo groovy y otros donde se advertía que para ser parte de su organización debían contar con “la voluntad absoluta”.

Después de dos semanas, anotaron en sus informes que habían descubierto que Los Hijos de Dios tenían bandas de música y se presentaban en diferentes programas televisivos y de radio y que incluso tenían un departamento de relaciones públicas.

Un alto productor de Televisa apoyaba a la secta

El 16 de enero de 1978, sobre Paseo de la Reforma, interceptaron a dos seguidores del culto que se habían llamado Jeremías y Jonás, quienes repartían propaganda. Fue gracias a ellos que Los Hijos de Dios caerían en México. La DFS señaló que de manera voluntaria les contaron que tenían una segunda sede en Satélite, en el Estado de México, una casona en la calle Emilio Rabasa, número 67.

Fueron ellos quienes revelarían la colusión con altos directivos de Televisa. Jeremías confesaría que su mayor soporte venía del productor Alfonso Prado, quien tenía más de dos años y medio de pertenecer a la secta. “Nos ayuda bastante el director de TV”, diría, en la difusión del mensaje de la secta. 

En su reporte dejaron asentado que las primeras investigaciones derivadas de los interrogatorios a Jeremías y Jonás fue que en la secta destacan las acciones de las mujeres, mediante la seducción de tipo sexual. “Para reforzar lo anterior distintos folletos se distribuían en lugares públicos […] en los que se pretende convencer que la prostitución y promiscuidad son formas de demostrar el amor a Dios”, escribieron bastante escandalizados.

Los informes escritos con máquinas viejas son el registro de que incluso la DFS con sus pocos recursos logró entender que Los Hijos de Dios no eran tan religiosos como pregonaban. “Si alguno de ellos tiene necesidades sexuales, puede satisfacerlas con las mujeres que habitan en esos lugares, no importando que sean casadas, sin que surja oposición de parte de los cónyuges”.

El propio director de la DFS, Javier García Paniagua, un policía duro, forjado en el colegio militar –padre de Omar García Harfuch–, dejó asentado en un informe: “No es ninguna cosa anormal llevar a cabo el acto sexual por distintas vías, inclusive la oral”, escribiría sorprendido.

Una cacería simultánea en distintas partes de México

La DFS se tomó en serio la cacería de Los Hijos de Dios en México y el 19 y el 20 de enero de 1978, en conjunto con policías locales, realizó operativos simultáneos para catear los domicilios que habían ubicado durante las primeras semanas de enero.

El 19 de enero reventaron los domicilios en el Distrito Federal y el Estado de México donde encontraron que las comunas también funcionaban como imprentas. En la capital detuvieron a integrantes de la organización en las casas de Lindavista, otra en la colonia Chapultepec Morales y la de Satélite. Sin embargo, la imprenta principal se ubicaba en las calles de Canela número 178 y Plutarco Elías Calles número 49, en la colonia Granjas México del Distrito Federal, que pertenecía a Offset México, S.A., de donde se recogió más de una tonelada de propaganda religiosa y pornográfica.

En Mérida se realizó el cateo en la casa 591 de la calle 43 de la colonia Inalámbrica. El jefe de la policía judicial, Gilberto Pich Pech, recolectó folletos y libros porno. Dijo que cuando fueron detenidos los integrantes sólo hablaban de sexo.

En total fueron arrestados 23 estadounidenses, 18 mexicanos, dos costarricenses, una venezolana y una guatemalteca, a quienes se les consignó por los delitos de asociación delictuosa y corrupción. Los reportes de ese día vienen acompañados de imágenes totalmente explícitas con títulos sugerentes: “En La esclava del Amor de Dios (folleto) promueven la prostitución, la promiscuidad y las perverciones [sic] sexuales”, dicen.

“El Manual para pecesitas coquetas es como ser prostituta, promiscua y perversa al servicio de Dios y como para salvar a los hombres y a la humanidad es necesario que haya un sometimiento absoluto, hasta el aceptar como deseable ser violada”.

Al final de los operativos la DFS dejó algo claro: “Se hace notar que no se encontró ninguna propaganda subversiva”. Menos mal.