La Vanguardia (España), Eusebio Val, 4.11.2021

El síndrome de Estocolmo es la respuesta psicológica de algunos rehenes que crean vínculos afectivos y de complicidad con sus captores. En el caso de Sophie Pétronin podría hablarse del síndrome de Mali. Esta mujer francesa, de 76 años, ha regresado clandestinamente al país del Sahel, donde permaneció secuestrada durante casi cuatro años, entre el 2016 y el 2020, por un grupo radical islámico. Es una situación muy embarazosa para Francia porque Pétronin recobró la libertad gracias a largas gestiones diplomáticas y a un precio muy elevado: fue intercambiada por dos centenares de prisioneros yihadistas.

Pétronin ha sido vista en el área de Sikasso, en el sur de Mali. Las autoridades de este país han ordenado su búsqueda. La mujer francesa, que tiene una oenegé dedicada a los niños, la Asociación de Ayuda a Gao, habría viajado en marzo pasado, acompañada de su hijo, Sébastien Chadaud. Su presencia en el aeropuerto de Ginebra, donde hicieron escala para volar a Senegal, ya despertó sospechas de la policía suiza, pero la pareja alegó que añoraba el sol y el buen tiempo. Una vez en Senegal, Pétronin se habría trasladado al sur de Mali en autobús, un viaje de más de 40 horas que le habría facilitado entrar en el país sin el preceptivo visado.

La noticia del retorno de Pétronin a Mali causó estupor en Francia. El portavoz del Gobierno, Gabriel Attal, criticó con dureza la conducta de la cooperante humanitaria y recordó que los militares franceses arriesgan su vida para rescatar a rehenes y merecen “respeto”. Parte de los yihadistas canjeados por Pétronin y por rehenes italianos y un líder opositor maliense habían sido antes capturados por los soldados franceses de la operación Barján.

La líder del Reagrupamiento Nacional (RN, ultraderecha) y candidata presidencial en el 2022, Marine Le Pen, calificó el comportamiento de Pétronin de “irresponsable e ingrato”, así como de “indecente e indigno”. Otros dirigentes políticos optaron por el silencio.

Horas después, la agencia AFP contactó telefónicamente con Pétronin. “¿Por qué irresponsable? Estoy en mi casa –se defendió–. Aquí estoy bien, contenta de estar donde estoy. No molesto a nadie y nadie me molesta”.

Hace 13 meses a Pétronin la repatriaron, tras ser liberada, en un reactor Falcon 900 puesto a disposición por el Gobierno francés. El presidente Emmanuel Macron la recibió a pie de pista en una base aérea cercana a París.

Ya entonces las declaraciones de la exrehén no fueron convencionales. Dijo que había asumido su cautiverio como “un retiro espiritual”. Se declaró ansiosa por volver a Mali para continuar su misión en la oenegé. “Si has asumido un compromiso, vives hasta el final en este compromiso porque si no has perdido la razón de estar en esta Tierra”, afirmó.

Pétronin, que cubría su cabeza con un velo blanco y se definió como musulmana (convertida durante cautiverio), fue secuestrada en la Nochebuena del 2016. Su tono fue conciliador hacia sus captores y comprensiva con el intercambio de prisioneros. Cuando un periodista se refirió a sus secuestradores como “yihadistas”, ella le corrigió y puntualizó que se trataba de “combatientes” opuestos al régimen de Mali. Los comparó a los soldados de otros ejércitos, como el francés o el estadounidense, que buscan la liberación de sus compañeros. Pétronin dio la impresión de estar bien de salud. Ella misma reconoció que simplemente había perdido algo de peso y cuatro dientes, por lo que su mayor urgencia era acudir al dentista.

El Ministerio francés de Asuntos Exteriores desaconseja viajar a la región de Sikasso, cerca de las fronteras con Burkina Faso y Costa de Marfil. La cataloga como “zona roja” por el riesgo de ser víctima de atentados o de secuestros por parte de grupos armados.

Pétronin llevaba ya 16 años viviendo en Mali cuando fue secuestrada. En el 2012 había tenido un serio aviso. Grupos yihadistas ligados a Al Qaeda conquistaron ciudades del norte como Tombuctú, Kidal y Gao. Gracias a la ayuda de rebeldes tuaregs, la cooperante francesa pudo huir a Argelia. Cuatro años después, hombres armados de la red de Al Qaeda sí se la llevaron para usarla como moneda de cambio.

Desafiando el peligro, porque cree que en Mali está su destino y su razón de ser, Pétronin ha regresado, para desespero y frustración de las autoridades francesas, que invierten un enorme esfuerzo militar, económico y político en su lucha por estabilizar el Sahel y por frenar la expansión del yihadismo.