The Washington Post (Estados Unidos), Traducción de Jaime Arrambide, 30.05.2018

La Iglesia del Santuario -cuyo nombre exacto es Santuario de la Unificación para la Paz Mundial, pero que a su vez suele usar el nombre más potente de Ministerios de la Vara de Hierro- se yergue ostensiblemente junto a un camino rural que atraviesa la localidad de Newfoundland, a unos 40 kilómetros al sudeste de Scranton, Pensilvania. En ese edificio bajo y extenso antes funcionaba la iglesia católica St. Anthony, y antes de eso era una sala de teatro comunitario, razón por la cual no tiene bancos de iglesia, sino un semicírculo de butacas gastadas que rodean el antiguo escenario, hoy altar.

Una mañana de domingo de febrero, el pastor Hyung Jin «Sean» Moon, de 38 años e hijo del reverendo Sun Myung Moon, se subió al escenario luciendo un buzo blanco con capucha y pantalón de fajina. Se anudó una bandana de cuero a la cabeza y agarró el micrófono. «OK, vamos con todo», le dijo entonces al tecladista y a las dos vocalistas que fungen de coro. Juntos, arrancaron con la primera de cuatro canciones: «Oh, luz de la gracia que brilla en lo alto / iluminando mi camino de sombras.»

Los más de 200 feligreses que atestaban el salón se sumaron a voz en cuello. El pastor Sean se quedó junto a su asiento de primera fila al costado de su esposa, moviendo los brazos como un director de orquesta. El ciclo de canciones terminó y después de una breve plegaria, Sean volvió al centro del escenario. «¡Miren todas estas coronas soberanas!», exclamó recorriendo a los asistentes con la mirada. Uno de los dogmas de la Iglesia del Santuario es que en el Reino de Dios, todos las personas son reyes y reinas independientes, una especie de soberanía individual del tipo «no me dejo pasar por encima por nadie». De allí las simbólicas coronas doradas y plateadas que lucían en sus cabezas todos los presentes.

La cantidad de fieles reunidos ese día era el doble de lo habitual porque el servicio religioso era la previa de una ceremonia colectiva de renovación de votos matrimoniales prevista para el siguiente miércoles a la mañana. Ya habían llegado numerosas parejas desde Japón y Corea. La ceremonia -oficialmente titulada «Bendición del Registro en el Libro de la Vida Cheon Il Guk de los Verdaderos Padres Cósmicos del Cielo, la Tierra y la Humanidad»- sería la culminación de una semana de actividades que hasta el momento habían incluido un festival artístico, una competencia de habilidades de supervivencia y una demostración del carneado de un chivo.

La ceremonia de renovación de votos había concitado la atención de todo Estados Unidos, una novedad para la Iglesia del Santuario, que hasta ahora ni siquiera había sido captada por los radares del Pecono Record, el periódico local. Uno de los dogmas cruciales de este culto habla de la importancia de tener armas de fuego, y en particular una sumamente letal como lo es el rifle de asalto semiautomático AR-15, que la Asociación Nacional del Rifle ha nombrado como «el rifle más popular en Estados Unidos». El pastor Sean había estudiado el Libro del Apocalipsis, donde hay múltiples referencias a la segunda venida de Cristo, para gobernar el mundo terrenal «con vara de hierro». Aunque el Apocalipsis fue escrito mucho antes de que existieran las armas de fuego, el pastor Sean llegó a la conclusión de que «vara de hierro» es el término bíblico para referirse al AR-15, y que Cristo, al no ser un «tirano», necesitará de soberanos armados que los ayuden a mantener la paz en su reino.

En consecuencia, un reciente boletín de noticias de la Iglesia Santuario les pedía a las «parejas benditas» que concurrieran a la ceremonia del Libro de la Vida con sus rifles semiautomáticos AR-15 «o sus equivalentes». Lo hizo en mal momento para la iglesia: al día siguiente, un joven entró con un rifle AR-15 a la Escuela Secundaria Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, Indiana, y asesinó a 17 personas. También es el mismo modelo de rifle que los tiradores usaron en los asesinatos en masa de Las Vegas, Orlando, San Bernardino, y varias ciudades más.

La más reciente de esas tragedias todavía seguía fresca en la memoria de millones, entre ellos, el pastor Sean. Así que usó su sermón dominical de una hora para recordarles a todos los feligreses lo que el presidente Donald Trump había señalado después del atentado en Parkland: «El presidente dijo que si los docentes hubiesen estado armados, habrían sacado a tiros a ese tipo de ahí. Es la primera vez que un presidente nos habla así. Así es la gracia de Dios, mis amigos.»

Como prácticamente todos los presentes asistirían también a la ceremonia de bendición del miércoles, el pastor también repasó las precauciones y medidas de seguridad, como precintar el gatillo de los rifles: «Amigos, no olviden que la bala que sale no vuelve atrás». Pero eso no implicaba que los fieles no pudiesen llevar un arsenal completo. De hecho, todo poseedor de una licencia para portar armas era bienvenido a llevar consigo el miércoles una pistola cargada (sus «mini varas de hierro»), además del rifle AR-15, claro está, porque «nunca se sabe si no hay escondido un lobo con piel de cordero que quiere hace lio», dijo el pastor Sean.

Tras los anuncios «parroquiales» (los padres que buscan cónyuge para sus hijos adultos se reúnen a las 3 de la tarde, y al día siguiente a las 5 de la tarde habría una clase informativa sobre el «manejo y desarmado» del rifle AR-15), el pastor Sean largó con la parte jugosa de su sermón. Al principio recorrió un terreno conocido, citando pasajes bíblicos donde la «vara de hierro» era usada para aniquilar a los malvados. A continuación, dando vueltas por el escenario-altar, se entregó a una diatriba incendiaria sobre el uso de las armas.

«Debemos desprendernos de nuestra mentalidad de esclavos y asumir nuestra realeza. El Partido Demócrata se ha convertido en el Partido Comunista fundado por el colaboracionista nazi George Soros. Los falsos ministros y falsos sacerdotes son impulsores de un Cristo-dictador». Y ahí mismo aprovechó para disparar contra algunos de sus blancos favoritos: Hillary Clinton («pagó por el informe sobre los rusos»), el papa Francisco («un socialista, un demonio comunista»), y contra el gobierno de Washington, por creerse más de lo que es. «Jesús nunca centralizó el poder, nunca creó un gobierno», dijo. «El mayor asesino de toda la humanidad en los últimos cien años han sido los gobiernos centrales.»

Luego mostró un video de jóvenes miembros de su iglesia durante un entrenamiento casi paramilitar de las así llamadas Milicias de Paz de la Iglesia del santuario. Los jóvenes corrían por el bosque disparando sus rifles. Usan ropa camuflada, para el Señor, y aprender lucha filipina con cuchillo. «El objetivo no es ser chicos malos, sino practicar para ser letales por amor a la gente», les dijo el pastor Sean a sus fieles. «El camino de la vara de hierro es el camino del amor.»

En pocos días más, fotógrafos, periodistas y movileros de televisión concurrirán en masa a la ceremonia de renovación de votos matrimoniales, mirones profesionales seducidos por ese incongruente maridaje de rifles semiautomáticos en un lugar de culto. Pero el circo mediático rápidamente pasará a otra cosa, y dejará sin responder las preguntas que quedan sobrevolando. ¿Quiénes son exactamente esos «santuaristas»? ¿Y qué pretenden al meter el tema de las armas en la ya divisiva mezcla de política y religión que existe en Estados Unidos?

En 2012, cuando el reverendo Sun Myung Moon murió a los 92 años causa de complicaciones de una neumonía, en el seno de su familia se desató una feroz interna de poder. Sean, con el apoyo de su hermano mayor «Justin» Moon, asegura que fue elegido entre los 10 hijos adultos de Sun como heredero del cetro de la Iglesia de la Unificación y que fue coronado como el «Segundo Rey» de la nueva generación, o sea no un mesías hecho y derecho como su padre pretendía ser, pero no menos responsable de concluir la tarea de construcción del Reino de Dios. Por su parte, su madre, Hak Ja Han, asegura que el reverendo Moon, su esposo durante 52 años, le pasó el bastón de mando a ella.

La iglesia por la que disputaban ha echado raíces tanto en Corea como en Estados Unidos. El reverendo Moon -nacido en 1920 en la actual Corea del Norte, por entonces parte de Japón-, decía que Jesús se le había aparecido cuando tenía 15 años y le había encomendado la «especial misión» de llevar a término el Reino de Dios en la Tierra, o como decía en su idioma coreano natal, el «Cheon Il Guk». Sin embargo, primero fue a estudiar ingeniería eléctrica en Japón, donde fue arrestado y torturado en dos oportunidades por su militancia en el movimiento independentista coreano. Cuando volvió a Corea se casó, y después de la Segunda Guerra Mundial se mudó a Pyongyang, donde el gobierno comunista lo internó en un campo de trabajos por predicar el cristianismo. Cuando ese campo fue liberado, hacia fines de la Guerra de Corea, Moon se trasladó a la actual Corea del Sur.

En 1954, fundó una iglesia en Seúl a la que le puso el nombre de Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial, cuyos dogmas dejó plasmados en un texto titulado «Principio Divino». Una de sus premisas centrales es que Satán sedujo a Eva en el Jardín del Edén, y que eso causó «la caída» de la humanidad, ya que el diablo infectó la línea de sangre que Adán y Eva transmitieron a todos a través de sus hijos Caín y Abel. Dios envió a Jesús como un «Segundo Adán» para mostrar el amor libre de pecado y salvar a la familia humana. Pero Jesús no vivió lo suficiente para casarse y tener hijos, así que tuvo que venir Sun Myung Moon, cuyo destino era convertirse en un «Tercer Adán» y redimir al mundo.

Su ministerio le adjudicó un valor primordial a la santidad del matrimonio tradicional y condenó el sexo premarital, el divorcio y la homosexualidad. Ese mensaje conservador tuvo eco en Seúl, aunque la policía lo arrestó dos veces por sospechas de organizar orgías sexo-religiosas y por desertar del servicio activo, cargos que finalmente fueron desestimados. Para el año 1957, el reverendo Moon ya había construido una red de 30 iglesias y tenía contactos fluidos con la comunidad empresaria y política surcoreana. El único problemita fue que su propio matrimonio resultó imperfecto y terminó en divorcio. Sin embargo, rápidamente entró a su vida Hak Ja Han, con quien se casó en 1960. A partir de entonces, la pareja fue únida por sus seguidores como «Padres Verdaderos».

Una década más tarde, el reverendo Moon viajó a Estados Unidos, plataforma imprescindible para reunir al planeta bajo la bandera del unificacionismo . Moon desarrolló una red de fundaciones y empresas interconectadas hasta convertirse, según algunas fuentes, en el primer megamillonario de Corea del Sur. A sus seguidores no les molestaba su fortuna, pero el Congreso norteamericano investigó su imperio y acto seguido, el Servicio de Impuestos Internos (la AFIP estadounidense) se le fue encima. A mediados de la década de 1980, Moon pasó 13 meses en la cárcel por no haber declarado 162.000 dólares de ingresos sobre los que debía tributar. Emprendedor incluso desde la cárcel, Moon arrancó desde allí las tratativas para fundar el diario conservador The Washington Times, asegurando que lo hacía «para cumplir con el desesperado deseo de Dios de salvar este mundo».

Las cifras de los fieles de la Iglesia de la Unificación siempre fueron muy elásticos, con números que van desde las decenas de miles hasta los varios millones. En 2009, The Washington Times habló de 110.000 adherentes. Más allá del número, lo cierto es que el culto había alcanzado su pico a fines de la década de 1990. Pero eso no amilanó al reverendo Moon, quien en 2003 anunció a doble página en ese mismo diario una noticia resonante: los 36 presidentes norteamericanos ya fallecidos habían reconocido la grandeza de Sun Myung Moon. Es más, cada uno de ellos le había escrito una carta de apoyo desde el Gran Más Allá. «Pueblo de Estados Unidos, levanten la cabeza, recuperen el espíritu fundador de esta nación», le habría escrito Thomas Jefferson, un «ateo redomado» según sus adversarios políticos de entonces. «Sigan las enseñanzas del reverendo Sun Myung Moon, Mesías de todos los pueblos.»

Jefferson, por supuesto, fue uno de los arquitectos del sistema de gobierno norteamericano, un sistema que se volvería obsoleto si la visión del Reino de Dios en la tierra que pregonaba Moon llegase a concretarse. Su hijo, el pastor Sean, está convencido de que se ocurrirá, y a modo de preparación, se abocó a la tarea escribir una «Constitución de Estados Unidos de Cheon Il Guk», basada en los principios articulados por su padre.

Si todo ocurre según el plan divino, el país será gobernado por monarcas surgidos de su rama de la familia Moon. Si Reino llega mientras Sean está vivo, tomara el mando con el título de rey de Estados Unidos, y su hermano Justin -que en los hechos funciona como pastor asistente de la Iglesia del Santuario-, ocupará el cargo de inspector general, una especia de superfiscal especial destinado a erradicar la corrupción del gobierno. Pero que no cunda el pánico, porque según Sean no sería una teocracia, «sino que más bien sería como una monarquía libertaria cristiana, o tal vez como una democracia libertaria republicana.»